sábado, octubre 15, 2022

ALBERTO CABANES: “MI ABUELO PEPE ME DIJO TIENES QUE SER INCOMBUSTIBLE PARA PODER CON TODO. TENÍA TODA LA RAZÓN”

Texto: Mar Olmedilla / Fotos: A.U.A.

Siempre que hablamos de manchegos ilustres o con más proyección internacional solemos hacer referencia a Miguel de Cervantes, Pedro Almodóvar o Sara Montiel, entre otros, pero en pleno siglo XXI ya tenemos un nuevo referente. Es el caso de Alberto Cabanes, quien según la prestigiosa revista Forbes es uno de los treinta jóvenes más prometedores de España. De hecho, se ha convertido en la actualidad en el manchego más universal y prometedor gracias a su amor por los abuelos y fundar Adopta Un Abuelo. Empresa social cuyo único propósito es “escuchar, aprender y cuidar” a una generación que trabajó muy duro para que tuviéramos un futuro mejor.

Alberto Cabanes nació hace 32 años en Ciudad Real y pasó su infancia correteando por las calles de Alcolea de Calatrava, Picón y Daimiel, de donde eran sus abuelos. “Tengo la suerte de ser de provincias, donde es mucho más fácil mantener vivo el corazón de la familia porque estamos todos muy cerca los unos de los otros. Eso me ha permitido mantener un contacto muy estrecho con mis abuelos y compartir con ellos momentos inolvidables”. No pudo conocer a su abuela Mari porque falleció cuando él apenas tenía unos meses, pero sí pudo disfrutar de la sabiduría y el cariño de Clemente y Pilar durante gran parte de su vida. Por suerte todavía conserva a Pepe, que, con 84 años, es su mejor compañero para irse de cañas siempre que puede.  “Pepe es tal vez el más parecido a mí, él también fue un gran emprendedor. Nunca se me olvidará uno de los mejores consejos que me han dado en la vida y fue cuando me dijo hace tiempo tienes que ser incombustible para poder con todo. Tenía toda la razón del mundo”.

 Desde pequeño Alberto Cabanes siempre ha sido un niño lleno de inquietudes, “yo he nacido y me he criado en la cultura de la empresa porque lo he mamado en casa. Mi familia tenía una empresa familiar, creo que lo de ser emprendedor me venía en el ADN”, bromea cuando se le pregunta de dónde le viene este espíritu comercial. Recuerda como si fuera hoy cual fue primera aventura empresarial: “Tenía unos 8 años más o menos y se me ocurrió montar un campeonato de ping pong en mi barrio. Tenía un vecino que trabajaba en Coca Cola y hablé con él para que nos regalase las medallas. Las inscripciones eran de 500 pesetas a los padres y de 100 pesetas por cada hijo que quisiera participar. No sé si fueron unas 1.800 pesetas las que recaudé al final”.

Tus inquietudes infantiles te han llevado al final a ser considerado hoy por hoy uno de los 30 jóvenes más prometedores de España según la revista Forbes, ¿contento?

─Bueno, pues que guay, pero la verdad, no le doy mucha importancia. Al fin y al cabo, no deja de ser una lista más, un golpe de suerte si quieres. Hoy estás y mañana no estás.

Pero ya apuntabas maneras desde muy pequeño.

─No te creas. Más bien lo que me hacía distinto es que era un culo inquieto como aquel que dice. Se puede decir que no era un empollón ni un cerebrito. Aunque no era mal estudiante, mi nota media era de un 6 y en la selectividad saqué un 5,7. Era uno más de tantos niños. A mí no me gustaba tanto estudiar como en realidad aprender haciendo cosas. Trabajar y crear en lo que me gusta.

De mozo de almacén a fundador de una empresa social

Hasta llegar a donde está, Adopta Un Abuelo, alcanzando en los tres últimos años una inversión de más de 1,1 millón de euros. Alberto Cabanes ha desempeñado todo tipo de trabajos. Cuando era estudiante aprovechaba los veranos para ganar dinero como mozo de almacén o reponedor de supermercados. Terminó la carrera de Administración de Empresa en la Universidad CEU San Pablo y cursó un año de Erasmus en la Universidad de Lund (Suecia). Luego realizó un máster de auditoria en ICADE y desempeñó puestos en Recursos Humanos o en el sector de la Banca Minoritaria. Finalmente consiguió un buen puesto como auditor senior en KPMG, una de las multinacionales más importantes del sector de los negocios. El camino no fue sencillo.

“Al terminar la facultad me ocurrió lo que a tantos jóvenes –quiere aclarar-. Con 23 años no sabes qué hacer con tu vida. Hasta ese momento digamos que nos han ido poniendo las piedritas del camino que tenemos que recorrer, nos han hecho el camino por decirlo de alguna manera. Una vez sales de la universidad te planteas la gran pregunta ¿ahora qué hago?”. Sobre todo cuando conoció lo que es el fracaso tras su intento de crear una red social para deportistas en su proyecto de fin de carrera: “El fracaso es duro, duele, pero aprendí a que no hay que rendirse. Si algo no funciona, hay que cambiarlo. Sirve para aprender a hacerlo bien. Resiliencia sería la palabra, es decir, lo importante es adaptarte para mejorar”.

Este joven, que se define como “un chico bastante normalito al que le gusta mucho el cachondeo”, para el que no hay mejor plan en el mundo que irse a tomar unas copas con los amigos y no parar de reír, no se rindió y encontró su camino. Durante más de tres años vistió traje y corbata, y se movió como pez en el agua en el mundo del business  con su maletín de ejecutivo en la mano en KPMG. Esto no le robó tiempo para seguir visitando a su abuelo Clemente en la residencia, donde descubrió un nuevo mundo que muy pronto se convertiría en lo que es su presente y futuro, Adopta Un Abuelo.

Hasta que un buen día, el 16 de mayo de 2016, se presentó en las oficinas de Recursos Humanos de su empresa y les comunicó “ha sido todo un honor trabajar con vosotros, pero me voy. Necesito hacer algo que me haga realmente feliz. La verdad es que aprendí una barbaridad. Por ejemplo, a tener una metodología de cómo trabajar, saber cómo afrontar los problemas en los negocios, a tener soltura en el contacto con otras instituciones internacionales… Cosas muy importantes que no te enseñan en la universidad”.

Un salto al vacío hacia la felicidad

Cuando Alberto Cabanes mira hacia atrás reconoce que esta decisión fue “todo un salto al vacío. No tenía ni idea de lo complicado que es aprender partiendo de cero. Dejé los despachos y los rascacielos, la American Express, me aflojé la corbata y  me puse a trabajar en la idea de Adopta Un Abuelo”. Para materializar su idea de futuro, Alberto estuvo durante once meses con mucha ansiedad y durmiendo en los sofás de sus amigos ya que no podía pagarse un alquiler. Vendió todo lo que tenía: coche, televisión, Ipad… Se fundió los ahorros, llegó a pedir un crédito y con solo una maleta, todo su patrimonio en aquel momento, se las ingenió para buscar la mejor manera de hacer realidad su sueño.

─¿Qué hizo que no tiraras la toalla? ¿Orgullo, fe, autoestima…?

─Algo primordial y mucho más sencillo, «mi por qué» era muy grande. Para mí hay dos tipos de emprendedores, el que quiere ganar pasta y reconocimiento, y el emprendedor social. Digamos que yo soy de los segundos. Para mí el buen emprendedor, más que seguridad en sí mismo y todo eso, lo que tiene que tener es un propósito muy claro y una motivación adherida a su ADN y un por qué que sea auténtico. Sólo así se puede llegar lejos, lo tengo claro.

 ─¿Cómo nace la idea de Adopta Un Abuelo?

─Yo visitaba a mi abuelo Clemente en la residencia y no sé si sabes que cuando acudes a una residencia te conviertes en un imán, se te acercan muchos abuelos que sólo quieren hablar. Allí conocí a Bernardo, un abuelo que no tenía nietos, estaba muy solo. Me acuerdo que un día de Reyes estaban repartiendo regalos en la residencia y les visitó el rey Melchor. Cuando a Bernardo le preguntó tú qué quieres de regalo, él dijo que no tenía hijos, pero le encantaría tener nietos. Me impactó y me acerqué y le dije no te preocupes Bernardo yo te adopto como abuelo. Y así surgió todo.

Del encuentro de este chico de 26 años y de este abuelo de 86 surge Adopta Un Abuelo, que en sus inicios arrancó como una ONG. Al llegar los viernes, Cabanes cambiaba la corbata por los vaqueros para introducirse en el mundo de los emprendedores gracias a un curso de la Fundación Caja Rural Castilla-La Mancha. “Iba los viernes por la tarde y los sábados por la mañana, fue agotador, pero estaba encantado. Descubrí otro mundo con unas sensaciones nuevas”. Fue seleccionado en 2016 por la aceleradora de empresas innovadoras Lazarus consiguiendo un Accésit a la Innovación y así vio cómo su programa de voluntariado intergeneracional de compañía para la tercera edad se convirtió en algo real.

De esta manera aquello que empezó siendo un hobby y luego una ONG se terminó convirtiendo en una empresa social, en una Sociedad Limitada, Adopta Un Abuelo, cuyo lema no es otro que “nuestros mayores se sientan escuchados, acompañados y queridos”. Porque en la actualidad hay más de 2 millones de personas mayores que viven solas, a parte de los más de 360.000 que viven en residencias y lo más preocupante es que un 60 por ciento nunca recibe la visita de un ser querido. El secreto de este emprendedor es haber sabido utilizar las nuevas tecnologías para conectar a generaciones de todo el mundo. En la actualidad cuentan con más de 200.000 voluntarios (90 por ciento son chicas), han acompañado durante 40.000 horas a más de 3.000 abuelos y, con la experiencia vivida durante este año de pandemia con nuestros mayores, está más convencido que nunca que su labor es vital.

En Adopta Un Abuelo son precisamente estos, los abuelos, lo que no tienen que pagar ni un duro por disfrutar de unos cuidados y una compañía que de otro modo no les sería posible, “nosotros costeamos todo, los abuelos no tienen que pagar nada”. Mantener largas charlas por teléfono, acudir a diferentes talleres, salir los jueves de cañas con los abuelos, visitarles en las residencias, invitarles a cenar a un bonito restaurante o escribirles cartas, entre otras muchas actividades, son las que comparten día a día jóvenes y abuelos. “Conectar generaciones es fundamental. Además, aquí da lo mismo tu estatus social, el color de tu piel, tu religión… porque hay valores que son inmutables y debemos cuidar. Es la primera vez en la historia –aclara Alberto- que se nos plantea un problema social con la vejez. Si miramos atrás la esperanza de vida era mucho más corta, nos moríamos a los cincuenta, pero ahora eso ha cambiado. Antes a los abuelos se les cuidaba en casa, no se les llevaba a una residencia, vivían con la familia. Esto tampoco es tan fácil ahora. Sobre todo con la incorporación de la mujer al trabajo, no podemos olvidar que siempre ha sido la figura de la cuidadora, la que por el hecho de ser mujer y trabajar en casa era la encargada de cuidar a los mayores. Todo ha cambiado y nosotros, como sociedad también debemos hacerlo. Debemos y tenemos que cuidar de nuestros mayores. Hay que hacer algo, ¿no?” .Bernardo, el abuelo que adoptó Alberto Cabanes, ha entrado en el mundo de la nebulosa. Como tantos otros abuelos, ha llegado a ese momento en el que no reconoce a nadie, pero sin embargo no olvida el poder de una sonrisa o una caricia. Alberto lo sabe y por eso sigue visitándole.

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