miércoles, abril 23, 2025

De Sevilla a Jerez: historia, color y tradición en dos ferias legendarias

Por Antonio de Lorenzo

La primavera andaluza en su esplendor

El origen de las ferias: entre el culto y el comercio

Tras la solemnidad de la Semana Santa, la primavera andaluza explota en luz, alegría y bullicio. Una de sus manifestaciones más emblemáticas es la Feria de Abril de Sevilla, paradigma de la celebración popular. El término “feria”, heredado del latín, significaba originalmente “día de fiesta” y, en latín eclesiástico, “día de la semana”. Gonzalo de Berceo ya lo empleaba en el siglo XIII, y el Arcipreste de Hita lo vinculaba con los mercados y la vida social.

Con el tiempo, la palabra “feria” pasó a designar no solo el día, sino también el mercado que se celebraba en torno a él. El dominico Tomás de Mercado explicaba en el siglo XVI que “feria” era sinónimo de “libre de impuestos”, ya que en estos días se suspendía el pago de la alcabala, un tributo sobre las transacciones. Este privilegio fue utilizado por los reyes como instrumento de repoblación tras la Reconquista, al ofrecer ventajas a quienes decidieran instalarse en nuevas tierras.

Sevilla: del trueque medieval a la fiesta total

Las ferias no eran solo espacios económicos; eran también puntos de encuentro cultural, social y humano. Juglares, titiriteros, vendedores de comida y cambistas se mezclaban con mercaderes y aldeanos. Sevilla tuvo en el siglo XIII una feria ganadera importante, con Alfonso X concediendo incluso dos fechas al año para su celebración.

Sin embargo, la actual Feria de Abril nace en 1847, a iniciativa de dos concejales —José María Ibarra y Narciso Bonaplata— que solicitaron a Isabel II autorización para una feria agrícola y ganadera. La primera edición se celebró el 18 de abril en el Prado de San Sebastián. Aquel año no hubo casetas, pero al siguiente ya aparecieron las primeras: la de los Duques de Montpensier, la del Ayuntamiento y la del Casino.

Desde entonces, lo festivo fue ganando espacio. En 1869, Gustavo Adolfo Bécquer describía así el recinto ferial: “Hay una riqueza tal de luz, de color y de líneas, acompañadas de un movimiento y un ruido tan grande que fascina”.

Casetas, caballos y sevillanas: un universo propio

La feria fue creciendo hasta alcanzar su apogeo en 1920, con casetas alineadas como pequeñas casas sevillanas, con macetas y colores vivos. Allí se mezclan la intimidad del hogar con la efervescencia del bullicio colectivo. A mediodía comienzan a llegar los coches de caballos y jinetes engalanados. Al caer la tarde, la fiesta se transforma con farolillos, luces y música. Sevillanas, coplas, vino, tapas… y una energía que parece no tener fin.

El paseo de caballos concluye cuando se inicia la corrida de toros en la Maestranza. A partir de ese momento, la noche hace su magia: todo puede suceder en ese universo efímero, lleno de encuentros, miradas cómplices y alegría compartida. No es extraño que otras ciudades hayan querido emular el modelo sevillano, como El Puerto de Santa María, cuya Feria del Vino y Fiestas de Primavera nacieron a su imagen.

Jerez: donde el caballo es el rey

Si Sevilla brilla con sus sevillanas y su duende, Jerez lo hace con la elegancia y prestancia del caballo cartujano. La Feria del Caballo se celebra entre abril y mayo, y tiene orígenes muy antiguos. Sancho IV el Bravo le concedió privilegios en el siglo XIII, y ya se celebraba en tiempos de Alfonso X. Atraía a comerciantes europeos que venían por los vinos, las pasas y, sobre todo, los caballos.

En sus inicios fue también feria franca, sin impuestos, lo que facilitaba un comercio vivo y diverso. El nombre actual de la feria se debe a Miguel Primo de Rivera, alcalde de la ciudad a comienzos del siglo XX, quien institucionalizó el protagonismo del caballo en esta celebración.

Belleza, doma y nobleza equina

Hoy, la Feria del Caballo de Jerez es un acontecimiento que mantiene su esencia y deslumbra por su colorido y animación. Pero, sobre todo, es una feria de exhibición ecuestre. Concursos de doma clásica y andaluza, acoso y derribo, enganches y desfiles convierten al caballo en la figura central. Su presencia elegante ofrece una estampa única.

El Ferial jerezano, como el sevillano, combina tradición y modernidad, con casetas abiertas al visitante, vino fino, cante flamenco y un ambiente acogedor. A pesar de su esplendor, la de Jerez no compite con la de Sevilla: la complementa. Ambas forman parte de un mismo corazón festivo que late con fuerza cada primavera en Andalucía.

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