jueves, mayo 22, 2025

El 7 de julio tienen lugar los «Sanfermines“, la festividad más universal de todas las celebradas en nuestro país

Por Antonio de Lorenzo

La fuerte emoción de correr delante de los toros, la algarabía popular sin límites de tiempo, hasta el «pobre de mí“ del entierro de la sardina, como fin de fiesta.

El mes de julio ha sido siempre la época de las fiestas patronales, sin que sea sencillo destacar una sobre las demás. Después de la Semana Santa, la de San Fermín, los «Sanfermines“, puede ser considerada la fiesta más universal de cuantas celebramos en nuestro país, y la única que, de forma activa, todos participan por igual: propios y extraños, jóvenes  y mayores.

El toro es el protagonista desde el inicio del encierro en el corralejo del portal de la Rochapea y a la misma altura en importancia está la calle, correr delante de los astados, sentir que en aquel breve recorrido puede terminar la vida de forma trágica, ya que toros y „sanfermineros“ viajan en paralelo con la muerte por la calle de la Estafeta.

Lo demás discurre por añadidura como un aditamento atractivo; el baile, el canto,  beber y comer, y el callejeo; dormir un poco y dar una cabezada en cualquier lugar que se preste al sueño.

Según los «sanfermineros“, nacionales y extranjeros, que abundan en estas fechas, el estado de vigilia es el estado perfecto, eso sí, y que no falte un pantalón blanco y un pañuelo rojo al cuello, del mismo color que la boina. A juego con el ambiente de bullicio, el contagio del alborozo colectivo discurre hasta el final de la fiesta con el canto del «pobre de mí“. Después todo se convertirá en recuerdo, pensando siempre en volver al año siguiente.

Uno de los hitos diarios de la fiesta de San Fermín consiste en correr los toros en la calle de la Estafeta, por donde bajan toros y mozos, todos revueltos, en ordenado desorden, para vivir los momentos más estelares, que apenas duran unos escasos minutos y que a todos les parecen eternos, porque correr delante de los toros, con los cuernos de los bravos animales a escasos decímetros del corazón, representa el riesgo de viajar al lado de la muerte. Riesgo que se convierte en el centro de esos instantes, ante la posibilidad de un viaje a la eternidad y que, cuando el animal supera al mozo en su recorrido, deja al participante con un regusto que permanecerá durante el resto de la jornada y que será difícil de olvidar en mucho tiempo.

¿Pero, quién fue San Fermín?

Pero, se preguntará el lector, ¿quién era San Fermín, patrono de Pamplona? Según la tradición, nació en la misma capital, cuyo padre era oficial del imperio y la madre, tras convertirse a la fe de Cristo, encomendó su formación al obispo del lugar, San Honesto.  El alumno fue tan aplicado, tanto en lo espiritual como en lo intelectual,  que a los dieciocho años de edad fue ordenado sacerdote y elevado después a la dignidad  episcopal.

Resultó tan eficiente su predicación que se ganó el odio de los paganos, hasta sufrir el martirio en la ciudad francesa de Amiens en el siglo III, de la que era su obispo.

Pamplona rinde culto a este Santo varón desde 1717, cuando trasladaron su efigie y reliquias.

En la localidad de Lesaka tiene lugar, también a primeros del mes de julio, un festejo popular junto al río Onín, con el baile zubigaiko. Los festejos duran cinco días, manifestación folclórica con dantzaris, tamborradas y pasacalles, certamen de bersolaris, pelota vasca, regatas, sin que falten los gigantes y cabezudos.

También celebran los „sanfermines“ en la localidad madrileña de San Sebastián de los Reyes.

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