Redacción
Conocida por su rica historia y su vibrante cultura, la región de Lisboa también es un tesoro gastronómico, especialmente en la repostería. Los dulces típicos lisboetas, especialmente los famosos dulces conventuales, ofrecen una experiencia culinaria única que refleja siglos de tradición y pasión por la gastronomía.
Esta deliciosa receta a base de huevos y azúcar, fue desarrollada en los conventos a partir del siglo XV, aunque son muchas las teorías sobre su origen, el azúcar traído de Brasil facilitó que estos dulces se refinaran de esta manera.
En esta región existen varios representantes de este tradicional y antiguo manjar, elaborados con recetas transmitidas de generación en generación, estos dulces son una joya de la repostería lisboeta.
Pastéis de Belém: también conocidos como pastéis de nata, estos deliciosos pastelitos de hojaldre rellenos de una suave crema pastelera se hornean a la perfección y su receta original se remonta al siglo XIX en el Monasterio de los Jerónimos en Belém. A día de hoy siguen siendo un auténtico símbolo de la gastronomía de Lisboa.
Fradinhos de Mafra: originarios de la ciudad de Mafra, estos pequeños dulces están elaborados con una base de almendra, yema de huevo y azúcar, resultando en una textura suave y un sabor exquisito. Su nombre, que significa «pequeños frailes,» rinde homenaje a los monjes del monumental Palacio-Convento de Mafra, quienes perfeccionaron esta receta a lo largo de los siglos.
Queijadas de Sintra: provenientes de la encantadora localidad de Sintra, estas pequeñas tartas están hechas con queso fresco, huevo y azúcar. Su delicado sabor y textura hacen que sean irresistibles tanto para locales como para turistas.
Travesseiros de Sintra: otro dulce típico de Sintra, los travesseiros (almohadas) son pasteles de hojaldre rellenos de crema de almendra y huevo, cubiertos con azúcar. Su forma alargada y su relleno cremoso los convierten en un deleite para el paladar.
Nozes de Cascais: estos dulces están elaborados a partir de una base de nueces y almendras, mezcladas con azúcar y yemas de huevo, creando una textura crujiente por fuera y suave por dentro. Su forma característica, que recuerda a una nuez, y su sabor delicado y dulce los convierten en un manjar irresistible.
Mermelada blanca: también conocida como doce de gila, es una especialidad elaborada a partir de calabaza que se distingue por su color claro y su textura fibrosa resultado del proceso de cocción de la pulpa de la calabaza con azúcar y a menudo aromatizada con canela y limón. Este manjar no sólo se disfruta como acompañamiento en panes y quesos, sino que también se utiliza como ingrediente en diversos postres y tartas tradicionales.
La riqueza y diversidad de la repostería lisboeta no solo satisface a los golosos, sino que también ofrece una ventana a la historia y las tradiciones de la región. Cada bocado de estos dulces conventuales transporta a los comensales a un pasado lleno de devoción y creatividad culinaria.