Por Javier Cuenca
A la altura de su cuadragésima película como director (hay quien dice que es la última, espero y deseo que no), el señor Clint Eastwood puede presumir de haber facturado unas cuantas obras capitales en las últimas décadas. Baste mencionar “Sin perdón” (1992), “Mystic River” (2003) o “Million Dólar Baby” (2004) para ofrecer una idea aproximada de lo que ha sido capaz de hacer este hombre con una cámara de cine. Cierto que también ha habido algún patinazo, pero el balance, sin duda, resulta más que positivo.
“Jurado nº 2”
Dirección: Clint Eastwood
Intérpretes: Nicholas Hoult, Toni Collette, J.K. Simmons, Kiefer Sutherland, Chris Messina.
Género: Thriller.
Duración: 117 minutos.
La nueva entrega del autor de “Sin perdón” es un drama judicial construido en torno a la posibilidad de que uno de los integrantes del jurado popular que debe decidir si un hombre es culpable o inocente de asesinar a su pareja no sea trigo limpio. Es decir, que tenga algo que esconder y no actúe de la manera correcta.
Justin Kemp es un hombre que está a punto de ser padre cuando es requerido para formar parte de un jurado popular. Intuimos que ha tenido un pasado complicado, dominado por cierta adicción al alcohol, de la que ha sido redimido por su actual esposa. Colegimos también que ambos han visto vulnerado un anterior intento de tener hijos debido a algún accidente ginecológico.
Pero ahora todo parece irles bien hasta que él es elegido para integrar ese jurado, que debe establecer un veredicto de culpabilidad o inocencia sobre un hombre acusado de asesinar a su pareja. Lo que sucede, y de eso nos enteramos enseguida, es que el bueno de Justin ha estado involucrado en el asunto, de un modo que podría ser crucial para el futuro del presunto homicida.
Eastwood se las ingenia para articular un thriller sólido y contundente, con dilema moral incluido, pero bajo esa apariencia indaga en los mecanismos judiciales y reflexiona sobre asuntos tan espinosos como la posibilidad de que alguien sea condenado de manera errónea para que otro quede impune. El autor de “Mystic River” lo hace como suele, al modo clásico, pero no duda en hundir el dedo en tan supurante llaga, sin cargar demasiado las tintas, aunque con firmeza y lucidez.
El realizador ha diseñado un artefacto tan potente que resulta imposible no percibir las verdaderas intenciones que subyacen tras la evidencia de un thriller amenísimo, con el ritmo adecuado, capaz de mantener en todo momento el interés. Y da Eastwood justo en el blanco, logra el doble propósito de hacer una película muy solvente en lo formal y de paso escarbar en los vaivenes de la justicia. No está nada mal.