lunes, noviembre 11, 2024

Qué mal rollo

Por Javier Cuenca

El cine de terror, y de suspense, se ha nutrido en muchas ocasiones de personajes nocivos cuyo principal objetivo es alterar la vida de sus congéneres, conduciéndoles a una espiral de violencia y locura con resultados escasamente halagüeños. Algunas de esas películas han sido tan previsibles y anodinas que no soportaban más de un visionado, pero otras han dispuesto del clima y el engranaje adecuados para resultar inquietantes y dar verdadero miedo. “No hables con extraños” pertenece a esta segunda tipología.

“No hables con extraños”

Dirección: James Watkins

Intérpretes: James McAvoy, Mackenzie Davis, Scoot McNairy, Aisling Franciosi, Dan Hough.

Género: Terror.

Duración: 109 minutos.

Leo por ahí que “No hables con extraños” es el remake de una película danesa reciente, de 2020, pero como no conozco el original acudo al cine sin esa mezcla de expectación y escepticismo que me procuran estas relecturas, a veces innecesarias, de películas ya filmadas y estrenadas. Eludidos esos inconvenientes, me sumerjo sin más en un filme que ya desde los primeros minutos anticipa sensaciones poco edificantes.

La cosa va de dos familias que se conocen durante unas vacaciones en Italia: una con una hija con ciertos problemas de adaptabilidad, y la otra con un niño poseedor de un trastorno psicológico extraño que le impide comunicarse adecuadamente. Desde el principio intuyes que la segunda de estas familias alberga zonas oscuras, especialmente el padre (magnífico e inquietante James McAvoy), una impresión que constatas de lleno cuando invitan a la otra familia a pasar unos días en su casa.

Porque a partir de ahí vas tomando plena conciencia, si no lo habías hecho ya antes, de que el fulano este es una especie de psicópata que tiene de todo menos buenos sentimientos, uno de esos villanos que el cine ha retratado en numerosas ocasiones con indiscutible maestría, un tipo de lo más desagradable. Y aunque ya sabes lo que va a pasar, más o menos, la película consigue incomodarte, hacer que te remuevas en la butaca ante lo turbio y retorcido del asunto, hasta desembocar en un clímax final que no por archisabido deja de ser apabullante.

Watkins sabe dosificar la tensión, logra imprimir a su obra el ritmo adecuado, no abusa del efectismo ni se recrea excesivamente en la estridencia. Y con esos nada despreciables mimbres construye una película malrollera e incómoda que, a pesar de su previsibilidad, logra sorprenderte y mantenerte enganchado a la trama, lo cual es un verdadero acierto. Una buena propuesta, sin duda, en cuya sobriedad radica una de sus mayores virtudes. Recomendable.

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