Por Antonio de Lorenzo
La vida de los humanos sólo cambia de estación
Otoño, del latín “autumnus”, fue conocido en el siglo XVI por los clásicos áureos por “otoñada” y recibió también el nombre de “sanmiguelada”, por la importancia que irradia esa celebración en el panorama festivo de la estación.
San Miguel, como es sabido, es uno de los tres ángeles que bajaron a la Tierra con mensajería divina, cuyo nombre procede del hebreo “Mi-ja-El”: quién como Dios. En su Apocalipsis, San Juan lo sitúa en un contexto guerrero: “Entretanto, se trabó una batalla grande en el cielo: San Miguel y sus ángeles peleaban contra el dragón, y el dragón con sus ángeles luchaba contra él Pero éstos fueron los más débiles y después no quedó para lugar ninguno en el cielo”.
Era costumbre popular, una vez finalizadas las tareas de cultivo y cosecha en el campo, antes del nuevo arado de la tierra con las primeras lluvias otoñales o el comienzo de la vendimia, iniciar las numerosas festividades populares y aprovechar el breve descanso para las bodas de los lugareños.
El calendario festivo de los pueblos de Iberia es tan amplio y costumbrista que nos limita a darle poco más de un puñado de pinceladas.
El duelo cuenta con larguísima historia
Montigny-le-Roy, en sus viajes por España, recoge una costumbre del siglo XVI. El día del sepelio, la viuda y dolientes, acostumbraban a colocar una cama sobre la tumba, y sobre la colcha y almohadas, entre los cirios encendidos, pan y vino,. La mujer se mesaba los cabellos entre gemidos para encomiar las virtudes del finado e incluso los animales guardaban luto riguroso, como aún lo hacen en ciertas aldeas del Pirineo o de la costa del Levante mediterráneo, donde quitan esquilas, campanos y cencerros al ganado cuando fallece el dueño.
Por la misma razón, se enlutaban parte de las guarniciones de las caballerías o se entornaban las puertas durante una semana, añadiendo una tira de tela negra a las cortinas. En las casas blasonadas se cubría con un crespón negro el escudo familiar y no se encalaban las paredes durante un año.
Luto es una voz latina, de “luctus”, participio de ”lugere”, llorar, dolerse. La viuda debía mostrarse inapetente y rechazar golosinas, tan de moda durante los siglos XVIII y XIX, como chocolate, y conformarse con unos torreznos, sin ser vista. Además permanecería añejada de toda actividad social.
En tiempo de Cervantes, la viuda acomodada no se quitaba el negro hasta pasado un año y tapizaba de ese color sus habitaciones privadas, evitando que penetrara la luz del sol.
La santa andariega castellana
Llamaban así a Santa Teresa, que recorría España y alternaba sus viajes con la pluma. De ésta época, a mediados del siglo XVI, son sus obras más destacadas: el libro de su vida, sus fundaciones, el camino de la perfección, las moradas o castillo interior, o de la cumbre de su mística. De la naturaleza de sus espirituales anhelos dan fe estos versos:
Yo toda me entregué y dí,
y de tal suerte tu trocado,
que mi Amado es para mí
y yo soy para mi Amada.
Cuando el dulce cazador
me tiró y dejó herida,
en los brazos del Amor
mi alma quedó rendida;
y cobrando nueva vida
de tal manera he trocado
que mi amado es para mí
y yo soy para mi amado.
La rosa del azafrán
Para identificar algunas celebraciones otoñales les invito a que nos acompañen en algunas festividades locales con sabor a festejo popular donde se funde lo costumbrista y lo tradicional.
La rosa del azafrán celebra los bailes tradicionales y el concurso de monda de la flor de este singular producto, constituyen el eje en torno al cual giran los actos que se llevan a cabo en la localidad castellana de Consuegra el último fin de semana de octubre. La tierra es rica en el cultivo de tan apreciada especia y lo que antaño era sólo una labor agrícola se ha convertido en un motivo de celebración festiva. Destaca un concurso gastronómico, en cuyos platos en lid se ha de utilizar el imprescindible saborizante y colorante azafrán.
La danza de los zancos
Es una fiesta declarada Bien de Interés Cultural de carácter inmaterial, que tiene lugar cada año en la localidad riojana de Anguiano . Ocho jóvenes, provistos de zancos de 50 centímetros de altura y vestimenta de amplios faldones, que se lanzan por una cuesta empedrada girando sobre sí mismos.
Los zancos eran usados en la zona del alto Najerilla para recorrer zonas húmedas y en época de nevadas. Desconocemos el motivo por el cual se incorporó a las danzas de veneración a Santa María Magdalena. La primera referencia escrita la encontramos en el municipionen mayo de 1603.
Acompañan a la imagen de la Magdalena al son de dos dulzainas y un tamboril. Se concentran los danzadores frente a la iglesia de San Andrés, con la danza llamada «El Agudo», para después bajar girando individualmente los siete escalones entre la plaza y la calle Alta, dirigiéndose hacia la denominada «Cuesta de los danzadores», por la que descienden unos 40 metros por una pendiente de casi el 20%. Por ella irán desfilando, uno a uno los danzadores, de uno en uno, girando hasta la plaza, mientras tocan las castañuelas. La gente les espera en «el colchón» para frenar su caída. Mientras unos descienden, los otros vuelven a subir la cuesta hasta encontrarse con los músicos, que descienden poco a poco . Los danzazadores seguirán tirándose por la cuesta hasta que los músicos lleguen a la plaza del ayuntamiento. Una vez allí sin zancos, faldón y castañuelas se realiza una danza con palos de avellano llamada «los troqueaos».
El descenso es complicado y se ayudan del vuelo del faldón, que al girar crea una «campana» de aire, proporcionándoles cierta estabilidad. La falda es tan necesaria que el simple roce con el público durante la bajada puede desestabilizar al danzandor haciendo que acabe en el suelo.
El domingo anterior a la Ascensión los danzadores descienden la imagen de la Magdalena de su ermita hasta la iglesia del pueblo. Permanecerá en ella hasta las fiestas de Gracias el último sábado de septiembre, donde se traslada de nuevo a la ermita donde pasará el invierno.
Monjes altomedievales del monasterio de Suso escribieron los textos más antiguos en español
En el valle de San Millán de la Cogolla se escribieron hace más de mil años las primeras frases que se conservan en castellano. Por eso a esta localidad se la conoce como la «cuna de la lengua».
Dicen en el monasterio de Yuso, el de abajo: «Las lenguas no tienen certificado de nacimiento. El castellano no nace por decreto en ningún lugar. Ni en los monasterios de Yuso y de Suso, aquí en San Millán de la Cogolla, ni en ningún otro sitio. La lengua es una forma de expresarse que surge espontáneamente de las personas, que encuentran siempre un vehículo para transmitir sus pensamientos y sus sentimientos. Por tanto, las lenguas aparecen simultáneamente en diversos lugares».
Decía Claudio García Turza, director del Instituto Orígenes del Español del Centro Internacional de Investigación de la Lengua Española, con sede en San Millán de la Cogolla, y uno de los mayores expertos en la historia del español: “ En San Millán hemos tenido la suerte de que se han conservado toda una serie de códices en cuyos márgenes figuran las célebres “Glosas Emilianenses, que no son otra cosa que explicaciones en un romance hispánico de «las palabras difíciles en latín. Son testimonios escritos de ese español de aquel tiempo». Lo oral, obviamente, ya se había producido siglos antes y es imposible trazar una frontera entre lo que es el latín y lo que es el romance».
La fábrica de harinas “La Gloria”
Situada en San Millán de la Cogolla, a orillas del río Cárdenas, que nace en la Sierra de la Demanda. En torno a este río surgieron un conjunto de edificaciones: inicialmente fue un molino, después convertido en fábrica de harinas, que lleva el nombre de la mujer del propietario, Gloria.
A través de una renovación, hoy podemos disfrutar de este conjunto reformado: hospedándose en la casa rural, visitando el museo o comiendo en el restaurante, en un entorno con grandes posibilidades. La casa rural era antaño la morada de los molineros; el museo la fábrica de harinas; y el restaurante el antiguo almacén de la fábrica.
Habitaciones confortables y con encanto
En este lugar puede vivir una experiencia única de inmersión en la naturaleza, en una casa que antaño fuera la vivienda de los molineros Vázquez, en el Valle de la lengua y Cuna del Castellano. Una gran renovación ha permitido detener el tiempo en este lugar histórico, y podrás descansar junto a la maquinaria de el molino de harinas de principios de siglo XX.
¡Ven a descubrir el mundo molinero!
El museo actual
La fábrica de harinas La Gloria se sitúa sobre uno de los siete molinos pertenecientes a los monjes benedictinos del monasterio de Yuso, siempre a orillas del rio Cárdenas riojano.
La transformación del viejo molino harinero de piedra, que es anterior al siglo XVIII, en fábrica de harinas, tuvo lugar antes de mediar el siglo XX. Pero la familia Vázquez lo gestiona desde la primera década de ese siglo. El bisabuelo del actual propietario fue el que inició la actividad molinera en este rincón de San Millán de la Cogolla, que viene de una saga molinera de siglos.
La fábrica de harinas está diseñada según el método Robinson, patentado en 1850 por un ingeniero francés del mismo nombre. Robinson desarrolló el proyecto de forma que pudieran aprovechar la gravedad para mover la mercancía, por ello fue diseñada en vertical, sobre cuatro plantas. Los propios carpinteros vinieron de Francia a construir esta fábrica.
Los atardeceres en la fábrica
La localidad riojana de San Millán de la Cogolla en las nuevas instalaciones que les referimos, siempre en otoño y durante tres días, viene celebrando unas jornadas culturales en el mundo rural con el propósito de mantener a los vecinos en esas fechas y también para atraer visitantes de la región y de las provincias limítrofes.