Somaya Taoufiki: «Ojalá pudiera vivir solo de la profesión de actriz»

Por Sandra Cuenca

La actriz madrileña, Somaya Taoufiki, forma parte de la serie de Prime Video «Dime tu nombre», estrenada el pasado 31 de octubre y donde comparte pantalla con Michele Jenner y Younes Bouab.

La ficción ha experimentado en estos últimos años una transformación brutal, gracias a las nuevas plataformas de pago. En el centro de esta evolución se encuentra una generación de talentos que, como Somaya Taoufiki, desafían el simplismo de las etiquetas. Madrileña de nacimiento y con ascendencia marroquí, la actriz es uno de los mejores ejemplos de esta nueva ola que buscan un espacio más diverso. Con 34 años y una carrera que comenzó casi por accidente en la adolescencia, Somaya ha compaginado los escenarios y rodajes con una disciplina académica, estudiando psicología mientras se formaba en teatro.

Somaya ha participado en series como «Los Hombres de Paco«, «El Príncipe» y «La Unidad«, disfrutando de los rodajes y compartiendo la dualidad de su profesión, la ilusión intermitente que la mantiene a flote en los parones y el peso de la «triple carga» de ser mujer, actriz y racializada en la industria . Su meta es clara: que la reconozcan simplemente como lo que es, una actriz versátil.

El inicio de Somaya Taoufiki en la interpretación fue, en sus palabras, un feliz accidente. A los 16 o 17 años, su representante –amigo de la familia–, que durante años había insistido a sus padres, finalmente le pasó una separata directamente. El resultado fue inmediato y sorprendente: un pequeño papel en «Los Hombres de Paco«. El éxito, sin embargo, venía con una condición impuesta principalmente por su madre, «a ella le parecía bien, pero que yo no dejara mis estudios y que siguiera estudiando«, recuerda la actriz. Esta exigencia se convirtió en el motor de una formación dual e intensa. Tras el bachillerato, Somaya se formó en una escuela de teatro, inmersa en «teatro, interpretación, interrupción entre la cámara, cuerpo, voz, todo«. Simultáneamente, comenzó a estudiar Anatomía Patológica y Citología Ginecológica y, más tarde, se licenció en Psicología, carrera de la que actualmente cursa el máster. «Siempre fue como todo junto. Mi madre siempre decía: `vale, quieres hacer esto´, pero no vas a dejar de estudiar. Vas a hacer esto, ok, no pasa nada, pero no vas a dejar de estudiar. Bueno, el plan B, que siempre está ahí«, apunta Somaya.

La actriz recuerda sus primeros rodajes «con mucha ilusión» y destaca el buen trato recibido por los equipos, sin «ningún tipo de queja«. Pero es consciente de que la ilusión, en esta profesión, es una energía intermitente. La realidad del actor, con sus periodos de sequía, es un factor de desgaste emocional. Somaya confiesa que esa ilusión «aparece y desaparece, a ratos«. Es el año entero «sin hacer nada» lo que provoca el bajón y la pregunta existencial sobre la viabilidad de la carrera. «Ojalá poder vivir de ello, pero no es el caso en este momento. Y muy pocos lo consiguen, de hecho», afirma con honestidad. A esta dificultad se añade la percepción de una barrera extra, una «doble carga«: «Siendo racializada y mujer, creo que tengo una doble carga encima para conseguirlo. Es mucho más difícil«, nos cuenta. La actriz reconoce que su origen ha marcado «totalmente» los personajes que ha interpretado, en ficciones de gran repercusión como El Príncipe, Promesas de Arena o Mar de Plástico. Lejos de renegar de ello, la actriz ha adoptado una postura madura que le enseñó una directora de casting: «Si te encasillan, es que te tienen en cuenta y te van a llamar. Y tú, genial, maravilloso«. Sin embargo, la meta es evitar que esa casilla sea el único horizonte. Su deseo es ser considerada para diferentes roles: «Si yo sé que van a pensar en un personaje árabe y piensan en mí, perfecto. Pero me encantaría que también lo hicieran en un personaje y una chica cualquiera de barrio madrileña, que es lo que soy también«.

La actriz observa una evolución positiva en la industria. Aunque en el pasado le tocaron roles más estereotipados —»la que trabajaba en la casa» o «la mujer de»—, en sus trabajos más recientes, como La Unidad (donde fue policía) o Promesas de Arena (jefa de enfermeras), los personajes han ganado en complejidad. Un detalle crucial de la serie Dime tu nombre fue la libertad concedida a los actores: «no nos pidieron forzar acentos, nos dijeron que cada uno el acento que tenga que lo ponga. Y si habéis nacido aquí, pues habéis nacido aquí. (…) También podéis hablar perfecto español. No hay por qué… falsearlo«. Un avance significativo hacia la autenticidad en pantalla.

El ritmo vital del teatro y la cámara

Al comparar los distintos medios, Somaya confiesa que cada uno tiene «su cosita», pero siente una conexión especial con el teatro, al que define como «algo increíble». La diferencia fundamental reside en la naturaleza viva de la representación: «Cada función es diferente«, reconoce, a diferencia de la creencia popular de que el teatro es repetitivo, ella lo vive como un proceso de descubrimiento constante, «no es que en el teatro todo el rato sea lo mismo, no, porque de repente un día los compañeros están de una manera, de otra, o de repente descubres algo que es diferente y sale completamente«.

El cine y la televisión comparten un ritmo similar, si bien la velocidad en las series diarias puede ser «súper rápido, no te enteras«. Para Somaya, el medio es secundario mientras el proyecto le apasione, pero la duración temporal sí influye, haciendo que proyectos más largos, como las series o el cine, generen un cariño más duradero.

Curiosamente, los dos personajes que Somaya recuerda con mayor cariño son dos madres con gran peso dramático: Fathia en Promesas de arena y Fátima en su reciente trabajo. La actriz destaca la labor del coach de actuación, especialmente en producciones donde el rodaje no es cronológico. «Yo creo que lo primero que grabé de este proyecto de Dime tu nombre fue casi el último capítulo o el penúltimo, realmente«, explica. Tener a alguien que la ubicara emocionalmente en el punto exacto de la narrativa fue fundamental para que pudiera «disfrutarlos todos, como una enana«.

El estreno de Dime tu nombre ha marcado el debut de Somaya en el género de terror, un género que era su favorito y que deseaba explorar. Advierte que la serie es más un ejercicio de tensión psicológica que de «susto fácil«, con una premisa argumental innovadora: la colaboración de dos religiones distintas para llevar a cabo un exorcismo. «Juntar dos religiones para llevar a cabo un exorcismo creo que no se ha visto nunca… Es algo muy curioso. Las dos culturas, las dos religiones«, subraya. Su personaje, Fátima, es una madre fuerte que lucha por su hijo junto a su marido, su «partner» en la toma de decisiones, incluso recurriendo a un cura.

Al resumir lo que su profesión le ha enseñado, la actriz se centra en un concepto profundo: la empatía. Ponerse en el lugar de un personaje le permite «experimentar lo que le está pasando o lo que siente«, algo que ella considera esencial para reconectar con la «parte de ser humano que creo que se ha perdido mucho» en el mundo real.

El deseo de ser «Mala Malísima»

Pese a que su carrera se ha centrado en personajes dramáticos pero bondadosos, Somaya anhela un cambio radical de registro «yo, por ejemplo, nunca he hecho de mala malísima. O sea, me hubiera encantado y me encantaría hacerlo en algún momento porque creo que lo voy a disfrutar mucho«. Recuerda una experiencia en la escuela de teatro donde interpretar a una villana la hizo sentir mal, con la sensación de que «todo el mundo estaba a mi contra«, hasta que tuvo que detenerse y entender que la animadversión era hacia el personaje, no hacia ella. Una vez superado ese obstáculo, está convencida, «sé que lo disfrutaría si me tocase hacer una villana. Me encantaría«.

En cuanto a proyectos futuros, la actriz tiene pendiente de estreno la película Jonas en el vientre del desierto, una coproducción entre República Dominicana y Marruecos que se encuentra en postproducción. Además, sigue activa en el mundo del doblaje y la ficción sonora, donde la libertad de interpretación le permite continuar disfrutando de las muchas vidas que aún le quedan por explorar en espera del 2026.

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