Dylan antes de Dylan

Por Javier Cuenca

Mantiene uno cierta prevención, fundadas reservas, ante los biopics cinematográficos, un género que si bien ha propiciado obras notables, también ha destilado en muchas ocasiones películas tan fallidas como vacuas. Por tanto, me invadió el escepticismo cuando supe que se preparaba un filme sobre los inicios de Bob Dylan, teniendo en cuenta, además, que los más recientes intentos de glosar en pantalla grande la carrera de ciertos músicos no habían resultado nada memorables y los más interesantes no lograban superar el discreto aprobado.

A Complete Unknown

Dirección: James Mangold

Intérpretes: Timothée Chalamet, Edward Norton, Elle Fanning, Monica Barbaro, Boyd Holbrook.

Género: Drama.

Duración: 141 minutos.

El realizador James Mangold ya había demostrado pericia en esto del biopic con la apreciable “En la cuerda floja” (2005), donde se ocupaba de la figura de Johnny Cash y salía muy bien parado. Aquí pretende narrar los primeros pasos en la música de un tipo llamado Bob Dylan, cantautor de Minnesota recién llegado a la escena neoyorquina. Fascinado por la música de Woody Guthrie, lo primero que hará será ir a verle al hospital donde se encuentra ingresado, y también conocerá a algunos de los artistas folk del momento, como Pete Seeger o Joan Báez, con quien mantendrá una relación que acabará saltando por los aires.

El filme se centra en contar todo esto y hace especial hincapié en la incomprensión que sufrió Dylan cuando quiso pasar de ser un artista puramente folk, en versión acústica, a alguien con una guitarra eléctrica entre las manos tocando y componiendo cosas más roqueras. Y hay mucha autenticidad en esta película, que transpira verdad en cada plano. Todo está narrado con detalle, recreando concienzudamente la época en que transcurre.

Mangold expone con acierto las complejidades de aquel Dylan primerizo, aunque poseedor ya de un innegable talento, sin pasarse de rosca ni incidir en oscuridades. El propio cantautor ha supervisado el guion y, por lo que se dice, apenas ha cambiado nada. La película prefiere no cruzar límites incómodos, pero lo hace con mucha solvencia, jugando muy bien sus bazas y destacando en el fondo y en la forma.

Mención aparte merece el trabajo de Timothée Chalamet, que se ha mimetizado de manera impresionante con aquel joven Dylan, captando e interiorizando su esencia y dotándolo de credibilidad y buen hacer. Es una interpretación tan asombrosa como encomiable, dentro de una película que desprende sinceridad y mucho afecto por lo que cuenta. Buenos mimbres para un resultado más que interesante.

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