Por Javier Cuenca
No nos debe resultar extraño, a estas alturas del partido, que un cineasta tan singular y escurridizo como Steven Soderbergh (recuerden: es ese tipo que con sólo 26 años ganó la Palma de Oro en Cannes con su primera película como realizador y guionista y que posteriormente dio a la pantalla obras tan dispares como “Kafka” (1991), “Erin Brockovich” (2000) o “Solaris” (2002)) se acerque al género del terror y lo haga alejándose aparentemente de los moldes preestablecidos, ofreciendo una mirada que no por ser escueta se antoja menos personal.
“Presence”
Dirección: Steven Soderbergh
Intérpretes: Callina Liang, Lucy Liu, Eddy Maday, West Mulholland.
Género: Terror.
Duración: 85 minutos.
Soderbergh vuelve a poner en imágenes un guion del veterano David Koepp (ya lo hizo en “Kimi” (2022) y ha reincidido en “Confidencial”, aún no estrenada en España), responsable de libretos para Brian De Palma o Steven Spielberg y realizador ocasional de algunos títulos en los que ya había abordado el género, como “El último escalón” (1999) o “La ventana secreta” (2004), aunque ese punto de partida le sirva en realidad para construir una película tan ortodoxa como huidiza de esquemas preconcebidos.
Tenemos, pues, aquí, a una familia que acaba de comprar una casa. Son un matrimonio con dos hijos, chico y chica adolescentes, la cría con problemas psicológicos tras la muerte de dos amigas de su colegio en extrañas circunstancias, el muchacho aficionado al deporte y ultramimado por la madre. Y desde el principio intuyes que esa familia no funciona como debiera, que entre el padre y la madre se han instalado algunas sombras, que los hijos no parecen llevarse muy bien… Que hay mucho mal rollo, vamos.
Pero el elemento que vertebra esta película es que al mudarse a su nueva casa empiezan a ocurrir cosas extrañas que no parecen tener explicación. Y enseguida nos damos cuenta de que, efectivamente, allí hay un fantasma. Y que el filme se va a contar principalmente desde el punto de vista de esa presencia, si bien lo esencial aquí es constatar las disensiones que experimenta esta familia, su tormentosa relación. Luego aparecerá otro personaje, un amigo del chico, otro adolescente, que entablará una especie de turbio romance con su hermana.
No conviene contar mucho más para no incurrir en el famoso spoiler. Digamos tan sólo que hay algún giro de guion y alguna que otra sorpresa, pero apuntemos que Soderbergh apuesta por un estilo reposado, carente de sobresaltos, todo lo contrario a lo que podríamos llamar una película de terror al uso. Por el contrario, el autor de “Traffic” logra un filme sobrio, recorrido por una especie de extraña amargura que parece apoderarse de todo su metraje.
Da la impresión de que Soderbergh pretendiera pasar de puntillas por el género, sin molestar a los muy acérrimos, pero dedicándoles a la vez ciertos guiños traviesos, como la aparición de esa médium a la que recurre la familia para dilucidar qué está ocurriendo en su casa. Lo demás es una obra que se sigue con atención, que no deja gran poso pero que funciona como rara avis, si se quiere, como ejercicio de estilo con cierto sello de autor. Puro Soderbergh, al fin y al cabo.