Por Duaa Naciri Chraih
Algunas novelas se leen en dos días, pero se quedan dando vueltas en la cabeza durante semanas. La Asistenta, de Freida McFadden, es una de esas historias: adictiva, incómoda en algunas tramas, directa, pero también sutil en sus pistas. No es un thriller más. Es una lectura que juega con el lector, que lo hace sospechar de todo, incluso cuando cree tener todo bajo control.
La trama parte de algo sencillo: una joven con una vida complicada, sin dinero ni muchas opciones, encuentra una oportunidad aparentemente perfecta. Se trata de trabajar como asistenta en una casa elegante, con una familia educada, un sueldo decente y alojamiento incluido. ¿El único requisito? No abrir nunca una puerta del piso de arriba. Una norma concreta, directa… e inquietante. A partir de ahí, la historia se enreda con habilidad. La protagonista comienza su nuevo trabajo con entusiasmo. Intenta adaptarse, seguir las normas, no hacer preguntas. Pero hay algo raro desde el principio. La señora de la casa cambia de humor de forma repentina. El señor Winchester, siempre amable, parece esconder algo. Y la protagonista empieza a notar detalles pequeños pero desconcertantes. Cosas que desaparecen. Frases sueltas que no tienen sentido. Actitudes que no terminan de cuadrar.
Todo está escrito desde un ritmo ágil, con capítulos cortos, una narración en primera persona que permite entrar en la cabeza de quien cuenta la historia y una tensión que crece poco a poco. Freida McFadden no recurre a grandes sobresaltos ni a escenas violentas. Su fortaleza está en cómo crea una atmósfera: en cómo hace que el lector intuya que algo no está bien, pero sin decirlo del todo. Y eso es lo que hace que resulte tan difícil soltar el libro.
A lo largo de la novela, no solo se construye una historia de suspense. También se habla de temas más profundos. La desigualdad, la fragilidad de las relaciones laborales, el miedo a perder lo poco que se tiene, la presión por encajar en un mundo que no siempre da segundas oportunidades. Todo esto está ahí, sin convertirse en discurso, pero aportando fondo a un thriller que no solo busca entretener, sino también remover.
Otro de los grandes aciertos de la novela es su tono. No se siente forzado ni artificial. Los diálogos fluyen, la protagonista resulta cercana con sus errores, sus contradicciones y sus decisiones impulsivas y la historia va construyéndose de forma clara, con giros que sorprenden pero que no rompen la lógica interna del relato. Es de esos libros que invitan a formular teorías desde el principio, a sospechar de cada personaje y a mirar con lupa cada detalle, incluso cuando no parece relevante.
La Asistenta fue un éxito rotundo desde su publicación. Se convirtió en un fenómeno viral en redes sociales, sobre todo en TikTok, donde miles de lectores compartieron sus reacciones, siempre con la misma advertencia: “Léelo sin saber demasiado”. Y eso es justo lo que hace que funcione tan bien. Es una historia que se disfruta sin expectativas, que se vive capítulo a capítulo, con la tensión justa y las dosis de sorpresa bien medidas.
La autora, Freida McFadden, es médica de profesión, especializada en daño cerebral, y compagina su carrera sanitaria con la escritura. Su profesión se nota en cómo construye personajes complejos, con pasados difíciles y comportamientos que no siempre se explican desde lo evidente. No se limita a crear villanos y víctimas: presenta seres humanos llenos de matices, decisiones dudosas y emociones reales. Y eso es lo que hace que la historia resuene más allá del misterio.
El éxito ha sido tal que la historia de Millie ya cuenta con tres entregas: La Asistenta (2022), El secreto de la asistenta(2024), y La asistenta te vigila (2024), además del relato corto La boda de la asistenta. Aunque esta primera novela puede leerse de forma independiente, juntas forman una saga que explora la evolución de un personaje marcado por su pasado, sus miedos y su deseo de salir adelante. En un momento en el que muchas novelas compiten por atención con tramas cada vez más espectaculares, La Asistentarecuerda que, a veces, lo más inquietante es lo más cotidiano: una casa, una norma, una protagonista con dudas. Y que el mejor suspense no siempre está en la sangre, sino en el detalle que no encaja, en ese gesto fuera de lugar que activa la sospecha.
Quien se adentra en esta historia probablemente termine preguntándose lo mismo que todos: ¿hasta qué punto puede parecer normal algo que claramente no lo es? Y, sobre todo: ¿qué haríamos cualquiera de nosotros si estuviéramos en su lugar?