Redacción
El noviazgo adolescente debería ser una etapa de descubrimiento, alegría y crecimiento. Sin embargo, para miles de jóvenes, puede convertirse en una pesadilla de control y maltrato. Hablamos con «Sofía» (nombre ficticio), una joven de 17 años que valientemente compartió su experiencia para iluminar las señales de alerta y animar a otras chicas a buscar ayuda antes de que sea demasiado tarde.
Sofía, gracias por hablar con nosotros. Queremos que tu historia ayude a otras jóvenes. Para empezar, ¿Cómo era tu relación con tu novio al principio?
Era perfecta, o eso creía. Era muy atento, me enviaba mensajes todo el tiempo, quería verme a todas horas. Me hacía sentir que yo era su mundo. Me decía que nadie me había amado como él. Era el chico más romántico que conocí.
¿Cuándo y cómo notaste que esa dinámica de amor comenzó a cambiar hacia algo más incómodo?
El primer cambio real fue el control, pero venía disfrazado de preocupación. Al principio, era bonito que me preguntara: «¿Con quién estás? ¿Por qué tardaste en contestar?». Luego se volvió una exigencia. Si salía con mis amigas, me llamaba veinte veces. Si subía una foto a redes que a él no le gustaba, me obligaba a borrarla y me hacía sentir que yo era la culpable por «provocar» a otros. Me decía: «Lo hago porque te amo y te quiero proteger». Esa frase lo justificaba todo.
El aislamiento es una táctica muy común. ¿Llegó un punto en el que te apartó de tu círculo de apoyo?
Sí. Poco a poco. Primero, se quejó de mi mejor amiga, diciendo que ella era una «mala influencia» y que quería separarnos. Luego, empezó a inventar excusas para que no fuera a las reuniones familiares o a mis clases extraescolares. Si yo me negaba, se enojaba y me castigaba con el silencio o con sermones larguísimos sobre mi falta de compromiso con él. Me sentía agotada de tener que pelear por todo, así que empecé a ceder, a dejar de ver a la gente. Me quedé sola con él, y una vez que estás aislada, es mucho más difícil ver las cosas con claridad.
¿Recuerdas un momento específico en que la agresión verbal o emocional se hizo insostenible?
Hubo muchos, pero el peor era cuando me humillaba. Una vez, en una fiesta, me dijo delante de otros que yo era una «tonta» por no entender un chiste, y después, en privado, me gritó que nunca iba a ser nada sin él. Lo peor es que, después de un episodio terrible, él cambiaba. Me pedía perdón llorando, me regalaba algo y prometía que no volvería a pasar. Es ese ciclo de «tensión, explosión, arrepentimiento» lo que te mantiene atrapada. Crees en la promesa de que la «persona perfecta» del inicio volverá.
¿Qué fue lo que finalmente te dio la fuerza para pedir ayuda y terminar la relación?
El miedo. La última vez, la discusión subió de tono y me empujó contra la pared. No me hizo daño físico grave, pero la mirada en sus ojos fue lo que me despertó. Me di cuenta de que no importaba cuántas veces me pidiera perdón, la violencia siempre iba a ir a más. Al día siguiente, le conté a mi madre. Estaba aterrorizada de su reacción, pero ella me creyó de inmediato y me abrazó. Ella y mi tía me ayudaron a bloquearlo y a buscar apoyo profesional.
¿Qué consejo le darías a una joven que esté leyendo esto y reconozca alguna de estas señales en su propia relación?
Que el amor no duele. El amor no te aísla. Si alguien te hace sentir pequeña, insegura, o te controla, no es amor, es abuso. No importa lo «bonito» que sea a veces o cuánto te prometa cambiar; la persona que te ama te respeta. Habla. No te quedes en silencio. Cuéntale a un adulto de confianza, a un profesor, a tus padres o a una amiga. Tu seguridad y tu paz son más importantes que cualquier noviazgo. Romper el silencio es el primer paso para recuperar tu vida.
