Pabblo reimagina la cena con espectáculo: el ritual nocturno con puesta en escena se renueva para volver a sorprender

Redacción

Nuevo capítulo para el dinner show más comentado de la capital

En una capital que late al ritmo de lo nuevo, los auténticos places to be no se sostienen solo por la fama, sino por su capacidad de renovarse sin perder el alma. Pabblo, el espacio que redefinió la cena con espectáculo en Madrid, vuelve a dar ese paso al frente y presenta la renovación de su espectáculo, afinando su ADN nocturno para convertir cada cena en una experiencia aún más hipnotizante.

El resultado es un espectáculo sumamente sofisticado, diseñado para quienes entienden que las noches memorables son aquellas que despiertan todos los sentidos, con muchas otras sorpresas que solo se desvelan viviéndolo.

Porque cuando la música en directo abraza la mesa, la noche se hace ritual. Y para todo aquel con alma diurna, el restaurante acaba de estrenar su propio contrapunto: los mediodías de fin de semana con el ritual del cochinillo castellano, una oda contemporánea a la tradición que ya se ha convertido en cita imprescindible.
En Pabblo, cada momento tiene su propio ritmo —y cada ritmo, su forma de quedarse grabado en la memoria.

Bajo la batuta de Sala Elassir, director creativo musical de GLH, el espectáculo estrena una narrativa escénica y sonora que combina un profundo expertise musical, coreografías de alto voltaje y un diseño lumínico envolvente. El repertorio se reimagina con ambición: himnos universales reinterpretados desde una perspectiva fresca, teatral y sorprendente. Entre ellos, una versión explosiva de “Hips Don’t Lie” de Shakira, donde los instrumentos de viento —saxofones y trompetas— asumen parte del protagonismo, encendiendo la sala desde el primer compás y transformando la cena en una celebración colectiva.

La dimensión aérea añade vértigo y deslumbramiento: una actuación hipnótica de trapecio al ritmo de “Bang Bang (My Baby Shot Me Down)” de Nancy Sinatra, elevada por guiños rítmicos inesperados —la cadencia de una marcha de Semana Santa— que tensan el silencio antes del aplauso.

Y mientras el show asciende, la mesa no se queda atrás: la propuesta gastronómica también desarma y sorprende incluso al paladar más exigente. La carta se renueva con pases pensados para compartir y alargar la noche: desde la tostadita de atún con mayonesa picante y huevo hilado o el bikini de foie con confitura de zanahorias, hasta el croissant artesano de caviar y queso cremoso y los mejillones abiertos al vapor en salsa de ajos y vino blanco con patatas fritas crujientes. A ellos se suman platos calientes que evolucionan en sabor y profundidad, como las lentejas caviar estofadas al curry con butifarra de perol, el risotto de hongos y trufa o el calamar de anzuelo a la mantequilla negra. Para los principales, el jarrete de ternera lechal asado en horno de leña y la chuleta de vaca frisiona madurada (ambos para compartir y servidos al peso) ponen el broche a una experiencia en la que cocina y escena laten al mismo ritmo que el espectáculo.

Cada número, cada transición y cada detalle de iluminación se han concebido como parte de una experiencia sensorial total, donde música, danza y espacio respiran al unísono. Una propuesta que eleva el dinner show a la categoría de ritual magnético.

“Después de un año arrasando con una propuesta diferencial, tocaba ir más allá: honrar el éxito y sorprender de nuevo”, afirma Sala Elassir, director creativo musical de GLH y artífice de esta nueva temporada. “Esta renovación es el resultado de una devoción absoluta por la música, por la experiencia envolvente del arte del bailarín y el trapecista, y por la búsqueda constante de que el comensal se sienta —siempre— como la primera vez”.

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