sábado, septiembre 27, 2025

Elena Jiménez: «El sol no es tu amigo si hablamos de microbiota»

Por Duaa Naciri Chraih

Elena Jiménez, bióloga experta en microbioma y fundadora de Helenis Biocosmetics, explica por qué esta “comunidad” de microorganismos es clave para la salud de la piel… y cómo el verano y algunos malos hábitos pueden desequilibrarla sin que nos demos cuenta.

Para muchos, la palabra microbioma suena a laboratorio y ciencia. Pero en realidad todos convivimos con uno, cada minuto, en la superficie de la piel. Es, como lo define Elena, una “ciudad invisible” formada por bacterias, virus, hongos y otros microorganismos que viven organizados sobre nuestro cuerpo, cumpliendo un papel vital: protegernos del exterior, mantener el pH adecuado y modular defensas e inflamaciones.

Si esta comunidad se desequilibra, la piel lo nota enseguida”, explica Elena. Sequedad, irritación, picor o rojeces suelen ser señales de alarma de que algo no va bien ahí fuera o, mejor dicho, sobre nuestra propia piel. Problemas tan comunes como el acné, la dermatitis o la rosácea suelen tener un denominador común: una microbiota pobre en diversidad y, por tanto, vulnerable.

El verano, paradójicamente, es una de las épocas más críticas. El cloro de las piscinas, por ejemplo, arrasa con microorganismos sin distinguir entre los buenos y los dañinos. La radiación ultravioleta hace algo parecido: “El sol no es tu amigo si hablamos de microbiota”, advierte Elena, quien recuerda que la piel tiene memoria y acumula cada daño. El sudor excesivo y la sal también alteran el pH, y si a eso se suma una limpieza demasiado agresiva después de la playa o la piscina, el equilibrio se rompe.

Muchas veces, intentando cuidarnos, cometemos errores que juegan en contra. Usar productos de limpieza muy fuertes, exfoliarse en exceso o abusar de ingredientes irritantes como alcoholes o fragancias son prácticas que debilitan la barrera natural de la piel “Cuando arrastras los lípidos protectores con surfactantes demasiado potentes, dejas la piel desprotegida”.

En la misma línea, hay gestos que parecen buenos pero se hacen mal: usar protector solar pero no reaplicarlo, confiar en factores de protección bajos o exponerse en horas punta sin sombreros ni barreras físicas. “El mejor consejo que puedo dar para proteger el microbioma en verano es evitar el sol directo siempre que se pueda y protegerse bien cuando no hay más remedio”, resume Elena.

¿Podemos hacer algo para ayudar a esa ciudad invisible a fortalecerse? Sí. El primer paso, dice, es elegir productos más respetuosos. Jabones suaves, mejor con surfactantes derivados de aminoácidos, sin alcoholes agresivos y con la menor cantidad posible de perfumes. También funcionan bien los cosméticos con prebióticos y postbióticos, que alimentan a la microbiota buena para que se multiplique y mantenga la piel en equilibrio. Aunque suene a moda, los prebióticos y postbióticos tienen respaldo: “Se sabe que ciertas fibras, como la inulina o la fructosa, sirven de alimento a las bacterias buenas”, explica Elena. Algunas marcas ya los incluyen en fórmulas corporales y faciales, aunque sigue siendo un reto técnico que pocas empresas han superado del todo.

La rutina ideal no es complicada: un limpiador suave tras la piscina o la playa para eliminar cloro sin arrastrar todo lo bueno, una crema hidratante que ayude a reparar la función barrera con ceramidas y aceites, y una protección solar de factor alto, reaplicada cada dos horas y complementada con gorros o sombreros. Nada revolucionario, pero sí efectivo.

Para el futuro, Elena confía en que la cosmética convencional evolucione y todas las fórmulas incorporen ingredientes capaces de cuidar y fortalecer la microbiota, sin renunciar a otros activos como la vitamina C o el retinol. “No basta con prometer que la piel se verá más joven: ahora buscamos ir un paso más allá y respetar esta comunidad que nos protege”. Quizá la clave sea volver a mirar la piel no solo como una superficie que se cubre de cremas, sino como un ecosistema vivo que necesita equilibrio. Y recordar que, bajo el sol del verano o frente al cloro de la piscina, esa ciudad invisible sigue ahí, trabajando en silencio para defendernos.

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