Gessas Producciones presenta una nueva acción por el 8M: Los prolegómenos (o por qué detesto el cunnilingus)

Redacción

Protagonizado por las actrices: Laura Lapride, Arlette Torres y Mónica Bardem.

Con esta pieza Prolegómenos(o por qué detesto el cunnilingus), con texto de Cristina Fallarás, quiero recordar que las mujeres no somos cuerpos que se resuelvan rápido. Escuchar, sentir y respetar nuestros deseos es la única forma de alcanzar el verdadero placer, porque el placer no es un automatismo ni una certeza: es una conexión. Y no se trata de hacerlo rápido, se trata de hacerlo bien. El placer es cosa de dos. Una de las razones por las que a veces decidimos no continuar con alguien con quien compartimos nuestra intimidad es que si te sientes incómoda y ya no te apetece seguir. Siempre, siempre puedes arrepentirte, y tienes todo el derecho de hacerlo.

Porque el placer y la sexualidad son una elección, no una obligación. Todos los días son 8M.

Los prolegómenos (o por qué detesto el cunnilingus)

A ver, José Luis, que voy fuerte y sé que esto te va a costar: Haz el favor de no comerme el coño, que hasta el mismísimo me tienes con lo tuyo… que sí, que los prolegómenos a la hora de un polvo son muy necesarios y las mujeres tenemos nuestras cositas, pero que no consiste en que te me metas entre las piernas nada más llegar, ¡zasca!, amorrado al asunto… Que yo sé que tú quieres que me corra, José Luis, pero vamos ser claras: ¿por lo mío o por lo tuyo? Porque ¿sabes qué pasa? Que tú te metes ahí como quien entra a matar y con las prisas a mí se me va la cabeza y me acuerdo que no he llamado a mi madre, o que no me he hecho las uñas, o que me queda el último capítulo de la serie, y entonces todo se va al carajo, porque tú te empeñas y llega un momento en que yo empiezo a temer por tu lengua, vaya, que temo que la pierdas, así te lo digo, o que se te desencaje la mandíbula y mira tú si tenemos que salir a Urgencias la pereza, ahí, en el taxi, con tu mandíbula atada a la cabeza con un una media…

Porque te voy a contar un secreto que tú ya sabes: No eres el único José Luis empeñado en hacer del cunnilingus una medalla olímpica, y cuando llevas ya un ratito, no hay quien te pueda decir: “José Luis, prenda, déjalo que esto no está funcionando”. Y no hay quien te lo diga —esto yo lo conozco bien, que son la muchos—, porque ninguno, ni siquiera el más entregado y humilde de los Joseluises, es capaz de tomarse bien un fracaso en pelotas, después del tiempo invertido y con el culo en popa y la cara mojada. Que te voy a decir yo, pichón, qué pasaría si le digo “Para” al José Luis de turno, y no te me ofendas, que es que sois muchos. Dos cosas pueden pasar: que José Luis se derrumbe y llore y se me venga abajo y me acabe convirtiendo en responsable de una impotencia sobrevenida que haga que no me lo quite encima ya jamás; o que José Luis saque a ese macho iracundo que todo José Luis esconde y me conteste “Por mis cojones que te corres, chata”, y ahí pasa de tener una boca con lengua a una boca llena de dientes que una no querría cerca de sus preciosos labios menores ni en sueños.

Así que, José Luis de mis amores, yo sé que mi orgasmo es una medalla en tu pecho, que para eso lo haces, no me engañas, y para después poder metérmela y correrte a gusto sin cargos de conciencia. Pero va a ser, ternero, que las cosas resultan más complicaditas en mi cuerpo… y sobre todo… ¡en mi cabeza!

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