Por Javier Cuenca
Siempre es una buena noticia que haya nuevo material de Teenage Fanclub, reencontrarse con una banda que nos ha ofrecido tan gratos momentos de pop luminoso y convincente. Y a pesar de la marcha de Gerard Love, los escoceses han aguantado el tipo y facturado un disco muy aceptable. Y nada más empezar el álbum, uno ya sabe de qué va a ir la cosa, aunque no deja de sorprender que la primera canción, “Home”, sobrepase los siete minutos, convirtiéndose así en la pieza más extensa del álbum, pero recalcando, al mismo tiempo, la identidad de la banda, esa que reconocemos y admiramos.
Dicha claridad inicial se ve algo oscurecida, en sentido literal, por el segundo corte del disco, “Endless Arcade”, que le da título, con esos apuntes psicodélicos bien engarzados en la melodía central. Pero si seguimos avanzando, veremos que el grupo se ha decantado por la luz más que por la bruma. “The Sun Won’t shine On Me” es una balada sesentera muy agradable, seguida por la peculiar e incluso sorprendente “Come With Me”, la levemente garajera “In Our Dreams” y la refrescante “I’m More Inclined”, una de esas píldoras de pop tan agradecibles y disfrutables.
Ejemplos como estos bastan para poner en valor un disco que, si no puede ser catalogado como una de las grandes obras de Teenage Fanclub, sí cuenta con suficientes muestras de buen hacer como para darle una nota más que generosa. Sencillos arreglos de pop, apreciables armonías vocales y composiciones, en suma, muy bien ensambladas justifican que no despachemos este nuevo disco de la banda con un simple “está bien”. Merece algo más, y si no, escuchen “Living With You”, otra pequeña joya, antes de que el disco se despida con otra balada, la apacible “Silent Song”. ¿Qué les decía?
