Tensa, dura, trepidante

Por Javier Cuenca

La directora Arantxa Echevarría acredita una filmografía escueta y peculiar, integrada por lo que podríamos denominar encargos, supongo que de naturaleza meramente alimenticia, y obras mimadas y destiladas por ella misma, de carácter más autoral, donde aflora una actitud comprometida con el tiempo y el entorno en los que le ha tocado habitar, poseedoras de una mirada precisa y facturadas con mucha solidez y solvencia.

La infiltrada

Dirección: Arantxa Echevarría

Intérpretes: Carolina Yuste, Luis Tosar, Víctor Clavijo, Nausicaa Bonnín, Íñigo Gastesi.

Género: Thriller.

Duración: 118 minutos.

A ese segundo apartado pertenecen “Carmen y Lola” (2018), historia de la relación lésbica entre dos adolescentes gitanas; “Chinas” (2023), sobre la amistad entre dos niñas provenientes del país asiático, pero que viven en España con sus padres chinos y españoles, respectivamente, y esta que nos ocupa, “La infiltrada”, basada en la historia real de una agente de la Policía Nacional que se infiltró en la banda terrorista ETA durante ocho años.

El cine ha dado cuenta en varias ocasiones de lo que supone infiltrarse en una organización criminal, de las renuncias que ha de afrontar quien se dedica a tales menesteres. Incluso “El Lobo” (2004), si nos atenemos a asuntos geográficamente más cercanos, glosaba la historia de un agente de los servicios secretos españoles que logró infiltrarse en ETA entre 1973 y 1975. Pero aquí se trata de visibilizar a una mujer que consiguió hacerlo a lo largo de más tiempo, jugándose el pellejo para asestar un golpe a la banda terrorista en un momento en el que había declarado una falsa tregua.

Y sobre esta premisa Echevarría construye un thriller poderoso, trepidante, en el que percibes con total claridad la tensión y el miedo que siente la infiltrada (formidable Carolina Yuste), así como la absoluta determinación de la que hace gala para llevar su propósito hasta las últimas consecuencias. Aprecias también perfectamente la naturaleza de esos tiempos convulsos, la rivalidad entre la Guardia Civil y la Policía Nacional a la hora de apuntarse tantos en la lucha antiterrorista.

La realizadora conduce con pulso firme el artefacto de este guion intachable, retratando con credibilidad esos tensos momentos, a la vez que diseña una película que es puro cine de género, entretenidísima y que no da tregua, en la mejor tradición de este tipo de obras. Echevarría demuestra así que no sabe hacer únicamente películas con trasfondo social, sino que es capaz de zambullirse en aguas más agitadas y resultar igual de certera. Bien por ella.

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