Por Javier Cuenca
Conviene ser precavido ante determinadas películas cuyo objetivo primordial es manipular al espectador, provocándole emociones gratuitas a fuerza de trampas bien urdidas por los guionistas de turno, sin dejarle decidir por sí mismo el tipo de reacción o de reflexión que le puede suscitar el asunto. Confieso mis recelos iniciales ante esa clase de obras y procuro esquivarlas en la medida de mis posibilidades, aunque me hayan podido colar alguna que otra cuando no las he visto venir con la suficiente premura.
“Wolfgang (Extraordinario)”
Dirección: Javier Ruiz Caldera
Intérpretes: Miki Esparbé, Jordi Catalán, Àngels Gonyalons, Anna Castillo, Berto Romero.
Género: Comedia.
Duración: 110 minutos.
Por tanto, cuando tuve conocimiento del filme que nos ocupa, y dado su argumento (padre ausente que se reencuentra con su hijo, un niño autista con un talento especial para tocar el piano), me asaltaron las dudas. Y es que un asunto tan sinuoso como este bien podía prestarse al exceso de glucosa o a otras tretas de índole similar, burdas trampas, al fin y al cabo, para agarrar al espectador por el cogote y conducirlo por donde le parezca al fabricante del producto en cuestión.
Pero nada de eso, al menos en el sentido más previsible de la cosa. El realizador se las ingenia para no incurrir en tales trucos, abordando una historia sensible con buen tino, eludiendo el exceso de melaza y manteniendo firme el timón de una película que se le podía haber escapado de las manos.
La historia, ya se ha dicho, hace alusión al encuentro de un padre con su hijo tras el fallecimiento de la madre, quien antes de abandonar este mundo ha dejado instrucciones de que el crío viva con su progenitor, a quien prácticamente no ha visto en sus primeros diez años de vida. El chaval padece Trastorno del Espectro Autista (TEA, en sus siglas médicas), pero posee un talento especial para tocar el piano (no olvidemos que su madre le ha llamado Wolfgang, en honor a Mozart), y se consagra a ello con auténtico empeño respaldado por una profesora y psicóloga, queriendo entrar en una academia francesa de prestigio para llegar a convertirse en un gran pianista.
Digamos también que el padre es un actor que trabaja en una especie de culebrón televisivo diario, intentando encontrar el papel que lleve su carrera a un nivel más alto y que, como se puede intuir, quizá no está lo suficientemente preparado para hacerse cargo del crío, aunque lo intenta. También está la abuela del muchacho, quien no confía, a pesar de los últimos deseos de su hija, en que ese hombre pueda ser el padre que aquel necesita.
Javier Ruiz Caldera, cineasta que ha tocado diferentes géneros aunque con especial propensión a la comedia, se aplica a narrar esta historia alternando humor y seriedad en las dosis justas, evitando caer en lo rutinario de una propuesta que podría abrazar sin esfuerzo lo previsible. Y la película funciona en la medida en que se maneja bien en ese territorio, jugando sus cartas con honestidad y no pasándose de rosca, aunque en ocasiones pueda bordear arenas movedizas.
Pero salen airosos el realizador y sus actores, componiendo una obra que despierta la sonrisa, que te conmueve en ocasiones y te emociona en alguna que otra secuencia resuelta con buen oficio y sin demasiado edulcorante. “Wolfgang” es un entretenimiento muy digno, una de esas películas a las que no conviene pedirles demasiado y que dan lo que se espera de ellas. Incluso un poco más.
