Redacción
Por Duaa Naciri Chraih
Ponerse en forma casi siempre empieza con una idea muy sencilla: verse mejor. Es lógico. Un pantalón que vuelva a cerrar, un brazo más firme, una barriga que moleste un poco menos. Sin embargo, detrás de esa imagen en el espejo hay algo que suele quedar en segundo plano: todo lo que no se ve y que, sin embargo, lo sostiene todo. Huesos, articulaciones, tendones, músculos profundos… esa parte silenciosa que apenas se nota, hasta que da problemas.
Con el ritmo de vida actual, no es raro que el cuidado interior quede relegado. Lo que manda es la prisa, los resultados visibles, la foto de “antes y después”. Y mientras tanto, la parte interna esa que aguanta cada paso, cada peso que se levanta, cada mala postura se va desgastando poco a poco. Muchas lesiones no llegan de golpe. Surgen después de años de descuidar lo más básico: moverse bien, descansar lo suficiente y alimentar al cuerpo con lo que necesita, no solo con lo que “ayuda a perder peso rápido”. No hace falta obsesionarse ni vivir pendiente de una lista interminable de “no hagas esto, no hagas lo otro”. Basta con tener presente que cuidarse bien también pasa por dedicar tiempo a fortalecer lo que no luce, pero protege. Un entrenamiento que solo trabaja lo estético: abdominales a toda velocidad, pesas mal ejecutadas, rutinas de impacto sin control puede dejar a medio plazo rodillas doloridas, hombros cargados o una espalda que protesta cada vez que se sube una bolsa pesada.
El truco está en compensar. Sumar ejercicios que no llaman tanto la atención, pero que valen su peso en oro: estiramientos, trabajo de movilidad, algo de equilibrio, rutinas para reforzar la espalda o la cadera. Caminar, nadar o dedicar unos minutos a estirar al terminar la sesión son gestos que no venden promesas milagrosas, pero que de verdad previenen lesiones.
El descanso, tantas veces ignorado, hace el resto. Mientras dormimos, el cuerpo repara pequeñas lesiones, refuerza tejidos y se prepara para aguantar el día siguiente. A veces parece que parar es perder el tiempo, pero un cuerpo cansado y forzado acaba pasando factura. No hay músculo firme que valga si debajo hay tendones resentidos y articulaciones que ya no aguantan igual.
Comer bien ayuda más de lo que se cree. Un extra de calcio, vitamina D y proteína de calidad no es solo para quien va al gimnasio: es la base para que los huesos sigan fuertes y la masa muscular no se pierda antes de tiempo. Beber suficiente agua, ese consejo tan repetido que a menudo se olvida mantiene las articulaciones más flexibles y ayuda a evitar sobrecargas. A esto se suman los pequeños hábitos que parecen mínimos pero suman mucho: elegir un calzado que amortigüe bien, levantarse y estirar la espalda cuando se pasa mucho tiempo sentado, revisar la postura cuando se trabaja frente al ordenador o al móvil, no saltarse un buen calentamiento antes de entrenar. Todos esos detalles, que a veces se ven como una pérdida de tiempo, suelen marcar la diferencia entre una vida activa y una lesión que obliga a parar.
Cada vez más profesionales insisten en recordar que cuidarse por dentro no tiene que estar reñido con marcar objetivos visibles. Uno no excluye al otro. Al contrario: reforzar la base hace que sea posible mantenerse activo mucho más tiempo y con menos limitaciones. No es solo para deportistas. Incluso alguien que solo camina o hace yoga necesita un mínimo de cuidado para que la espalda no se cargue, las rodillas aguanten y la cadera siga estable con el paso de los años. Y tampoco conviene olvidarse de la cabeza: el estrés, la falta de sueño y la tensión acumulada juegan en contra de músculos y articulaciones. Hay dolores que no surgen por una mala caída, sino por la presión continua que se somatiza en la espalda, el cuello o los hombros. Aprender a parar a tiempo, dormir bien y desconectar un rato a veces hace más que la rutina más intensa.
En realidad, no hay secretos: estar en forma de verdad es un equilibrio. Es moverse, sí, pero también descansar. Es entrenar, pero escucharse. Es querer verse bien, pero no a costa de castigar lo que no se muestra. Porque al final, lo que no se ve sostiene todo lo demás. Y si falla, ningún músculo de portada servirá de mucho.