Redacción
Lejos quedan ya las tensiones fronterizas entre los reinos cristianos y musulmanes durante los siglos X y XI y, sin embargo, sus ecos aún retumban entre las imponentes fortalezas que todavía hoy jalonan el territorio de la antigua “Marca Media”. Una de esas nobles fortalezas es Atienza, cuya estratégica ubicación le granjeó una gran relevancia económica y militar durante todas las épocas de la Historia y que todavía envuelve cada una de sus calles. El grupo de acción local, ADEL Sierra Norte propone un viaje veraniego por su historia
Cuando Roma, en el siglo II a.C., se dispuso a conquistar la Celtiberia, varias fueron las poblaciones que le plantaron cara. Numancia, Segeda o Thytia (la Atienza celtibérica) serían nombres que los historiadores romanos no olvidarían fácilmente. Más tarde, durante la dominación islámica, fue uno de los puntos clave de control del territorio, como se extrae del Cantar del Mío Cid, quien tuvo que cabalgar de noche para evitar la férrea vigilancia que ejercía la “peña muy fort” y su castillo. Una vez en manos cristianas, en el siglo XII, Atienza experimenta el auge de la arquitectura románica, que hoy se puede disfrutar en cualquiera de sus cinco iglesias conservadas de dicho periodo: la de la Santísima Trinidad, que alberga el museo de Arte y de la Caballada; la de San Gil, escenario de un pequeño museo arqueológico; la de Santa María del Rey, la más antigua, erguida sobre una mezquita; la de San Bartolomé, con imponente atrio porticado; y la de Santa María del Val, cuya singular portada bien merece el paseo.
Al caminar por las calles de Atienza una atmósfera épica lo envuelve todo. Plazas porticadas de tradición castellana proveen de sombra en los tórridos veranos de la villa. Una de estas plazas, la conocida como Plaza del Trigo o del Mercado por su antigua funcionalidad, se encuentra en el camino de subida al castillo, y está unida a la Plaza de España por una de las puertas (la Arrebatacapas) de la primera línea de murallas con las que contó la ciudad, construida en tiempos de Alfonso VII. Atravesando el corazón de la primitiva villa se encara la subida a la Torre del Homenaje, bien asentada sobre el promontorio rocoso. Su construcción se remonta a los tiempos en los que Alfonso VIII, que guardaba un especial cariño a Atienza por haberlo salvado de los Infantes de Castro cuando solo era un niño, dio un gran impulso económico a la villa.
Las tres plantas con las que cuenta la torre permiten tener un punto de vista privilegiado de prácticamente toda la Sierra Norte de Guadalajara y de la gran encrucijada de caminos en la que se encuentra. Por ello, no es de extrañar que, durante el siglo XIV, Atienza alcanzara su apogeo como centro comercial y logístico debido a su importante gremio de arrieros que transportaban mercancías a todos los rincones del reino.
Todo este cúmulo de eventos históricos han hecho de Atienza uno de los enclaves más bellos y emblemáticos de toda la Sierra Norte; de esos que, aunque sea por unas horas, permiten al visitante viajar en el tiempo mientras disfruta de un patrimonio difícilmente mejorable. El grupo de acción local, ADEL Sierra Norte propone un viaje veraniego por su historia.