viernes, abril 26, 2024

Cris Planchuelo: “Son buenos tiempos para la lírica, pero difíciles para una convivencia pacífica»

Texto: Héctor Aja/ Fotos: C.P.

Cris Planchuelo, es pedagoga y de profesión periodista. Lo suyo ha sido la ortografía, lo que nos permite escribir de manera ordenada y clara, evitar malos entendidos y confusiones en la comunicación. Su apuesta por este campo es lo que le ha llevado a escribir un thriller en el que unos detectives tendrán que resolver casos, solo que esta vez tiene el añadido original de que no serán casos de asesinatos, sino casos lingüísticos. Ella misma se define como “una friki de la ortografía” y disfruta haciendo lo que más le gusta después de estudiar la carrera de Pedagogía por vocación y después de 25 años de ejercicio en el periodismo, como bien resume, “doy clases de comunicación escrita en Cálamo & Cran y en Fuentetaja”. Dentro de su labor de docente en comunicación escrita, suele emplear métodos de aprendizaje en los que emplea “el sentido del humor” y “sacar de contexto las normas y convertirlas en algo diferente”, por ejemplo, “en Cálamo & Cran imparto un curso de puntuación que se llama Comasutra; también una escapada ortográfica, Vámonos de letras, que es un tour turístico por las normas gramaticales más desconocidas. Y tengo un consultorio ortográfico sentimental muy gracioso en el que Mari Tilde te ayuda si la ortografía te inquieta, te atormenta, te perturba…”

Su novela, “El increíble caso del apóstrofo infiltrado”, se trata de un thriller en el que el propio lector tiene que detectar los errores ortográficos. Según la autora, el título de la novela fue el primero que tenía y le gustaba, ya que, según ella, “me daba una pista de por dónde iban a ir los tiros (nunca mejor dicho, porque la superagente Leo Ibáñez va armada para enfrentarse a los asesinos del estilo)”. Sin embargo, lo que le supuso una tarea ardua fue encontrar el enfoque de la propia novela, es decir, “rellenarlo de contenido gracioso y didáctico fue lo más difícil, pero me resultó muy divertido”, matiza la autora. Una de las personas que más le ayudaron a la hora de concebir la novela fue su editora de Pie de Página, quien le complicó mucho la existencia  “con su idea de proponer pasatiempos en los que, al resolverlos, el lector descubriera información que ni la propia Ibáñez conoce”. La protagonista de esta novela es la superagente Leo Ibáñez, miembro del COPO (Cuerpo Oficial de Protección de la Ortografía) y cuya labor consistirá en investigar y enfrentarse a casos de delitos relacionados con la ortografía.

En palabras de su autora, Cris Planchuelo, define a su protagonista de la siguiente manera, “ella desayuna, come y cena ortografía. Ama la buena escritura y la correcta expresión oral hasta el punto de que cada día pone su vida en peligro por ella”. Y dentro del universo creado, como si se tratase de una distopía, su escritora explica que “sus aventuras transcurren en un pasado alternativo no muy lejano, en el que las normas ortográficas despiertan un interés enorme en la ciudadanía”.

Y a continuación, se explaya contando que en el contexto en el que transcurre la novela, “la sociedad se fanatiza y queda dividida en dos bandos: los negacionistas, por un lado, que niegan todo cambio en la lengua; y los abolicionistas, por otro, que afirman que como la lengua es de los hablantes, pues que cada uno hable y escriba como quiera: ¡fuera normas!” y esto supone que “la Real Academia Española tenga que abdicar y que la misión de velar por el idioma recaiga parcialmente en el departamento de Revisión y Corrección de Textos que Ibáñez dirige”. De modo que sostiene que dentro de su novela, “son buenos tiempos para la lírica, pero difíciles para una convivencia pacífica”.

Actualmente, en el mundo virtual se ha cambiado la forma de comunicar, e incluso es común cometer errores y hasta está aceptado con cierta normalidad, la autora comenta que “en la Europa romanizada se empezó a hablar mal el Latín, ahora existen todas las lenguas romances, bellísimas y singulares, con sus preciosas variaciones”. Y apuesta por una reflexión sobre el problema actual con los errores ortográficos, “No hay que olvidar que la lengua es de todos, no solo de las personas cultas. Es cierto que la escritura plagada de errores ortográficos afecta a la comunicación, que es el objetivo de la lengua; entendernos es la clave. Pero no deberíamos ser muy quisquillosos con determinados «errores» que no impiden entendernos. Hay tantos textos correctísimos que, sin embargo, no comunican nada…”.

En Twitter, Gonzalo Andrés, creador de las cuentas de twitter de “Ortografía” y “Ortografía real”, se encarga de señalar errores y de responder a cualquier duda relacionada con la gramática. La propia autora señala que los errores ortográficos que se suelen cometer con más asiduidad son con los “verbos usurpadores, como el infinitivo que se usa en lugar de imperativo: «¡Venir aquí!» o «¡Callaros!» en lugar de «¡Venid aquí!» y «¡Callaos!». Y es que el infinitivo no sirve para mandar sino para otras muchas cosas importantes”. Recalca que “también nos topamos por las calles con algunos sospechosos habituales, como «La banda de la, le, lo», matones del estilo con sus malsonantes laísmos, leísmos y loísmos; o como los dequeísmos y los queísmos: «recuerdo de que»,  «me acuerdo que»…, que tienen fácil solución.  Y luego están esas apropiaciones indebidas, como «encima mío», «detrás tuyo», «delante nuestro»… Y las redundancias al estilo de «subir arriba», «asarse de calor», «base fundamental». Como ves, estamos rodeados de malhechores ortográficos.”, puntualiza.

Y a la hora de fijarse en los errores contesta que le hacen reír, como en el caso que ella misma ilustra “¿Sabes que conocí a una mujer que tenía los huesos «desclasificados»? Caótica osteoporosis. Y otra que, para no tener hijos en la época en la que los anticonceptivos no estaban permitidos, con su marido practicaba el «corpore in sepultum» en lugar del tradicional «coitus interruptus»”. Y señala la importancia de que uno de los errores que se cometen en textos es la “palabrería”, puesto que ella misma sostiene que “me da mucha rabia la palabrería, es decir, que se usen muchas palabras para contar algo que no necesita tantas… o que carece de interés”.

Y frente a la pregunta de si la ortografía dice mucho de una persona, ella considera “que no hay que juzgar a las personas porque cometan faltas de ortografía: es natural. Además, no suelen enseñarlas bien en el colegio, y eso nunca es un buen comienzo”.

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