Redacción
Santorini y Mykonos son dos de las islas más hermosas del mar Egeo. El archipiélago de Las Cícladas, la cuna de antiguas civilizaciones mediterráneas.
Los griegos las bautizaron como Cícladas, círculo. Tierras y rocas diseminadas en un abrazo alrededor de la isla sagrada del dios Apolo, Delos. Un archipiélago con más de doscientas islas, de las que apenas veinte están habitadas. Antiguos yacimientos micénicos, minoicos, griegos, romanos o bizantinos, se reparten entre islas e islotes con hermosas playas, y calas encantadoras a las que solo el mar Egeo permite acceder. El aire cálido se disuelve por las callejuelas estrechas bordeadas de casitas blancas, con puertas y ventanas azules.
Santorini, la isla de la media luna.
Hace más de tres mil quinientos años, una erupción volcánica dio forma de media luna a los acantilados de la preciosa isla del Egeo. Las construcciones se asoman a la caldera inundada del volcán, dotando a la isla de una imagen espectacular y única.
En un extremo de la isla, colgado en la ladera del acantilado, se encuentra el pueblo de Oia. Dicen que son las mejores vistas sobre el cráter sumergido. Las cúpulas azules de su iglesia destacan sobre el blanco de las construcciones y centran el objetivo de todos los fotógrafos. Restaurantes y pequeñas y coloridas tiendas ocupan las estrechas callejuelas empedradas compartiendo espacio con casas excavadas en la roca, muchas convertidas en alojamientos de lujo. La arquitectura típica se recrea en el estilo bizantino del Castillo de Oia, un enclave inigualable para ver ocultarse el sol.
En Phira, la capital de la isla, las empinadas calles dirigen a los visitantes hasta el Palacio de Gyzis y el Antiguo Museo Arqueológico que alberga restos de la antigua ciudad. Vasijas, orfebrería o esculturas, datados en el siglo XI antes de Cristo, narran viejos relatos en los que se funden historia y mitología. Arriba, los molinos tradicionales presiden el paisaje desde la cima. Abajo, en el Puerto Viejo de Santorini, se alojan encantadoras tabernas con vistas al mar. Bajada o subida se hacen posible gracias a más de seiscientos escalones, que muchos locales continúan realizando sobre una montura. El funicular facilita el trayecto.
El color negro de las dunas, la arena volcánica de las playas y el azul intenso del mar, componen una singular postal de Santorini. Khataros, Perissa o Kamari compiten con la Playa Roja, la más curiosa y también la más visitada. El nombre proviene de las rocas volcánicas rojas y negras que la circundan y se deshacen tiñendo la arena de tonos rojizos. Un espectáculo que continúa bajo el mar convirtiéndose en un gran atractivo para los buceadores. La Playa Roja se encuentra cerca de Akrotiri, una antigua aldea especialmente concurrida para contemplar el atardecer desde el faro.
Mykonos, fiesta a pie de playa.
Discotecas, música y largas noches de veraneo unido al mar. Playas como Agios, Paranga, Gialos o Panormos concentran horas diurnas de baño en aguas cristalinas, buceo o snorkel, y noches de “afterhour”. Pero, las laberínticas calles de Mykonos esconden muchos encantos.
En el barrio de Alefkandra, puertas y balcones de colores decoran el encalado blanco de preciosas casitas que parecen flotar sobre el mar. Son construcciones del siglo XVIII que nacieron pegadas a este brazo del Mediterráneo, lo que le ha valido el apodo de “la pequeña Venecia”. Pero su cercanía al agua no es decorativa. Las casas fueron utilizadas para el tráfico de los botines piratas y disponían de una pequeña puerta que unía el mar con almacenes construidos bajo el suelo. Actualmente, la mayoría de las viviendas alojan tabernas y bares, y sus balcones son un espléndido mirador para disfrutar de una copa frente al Egeo, durante la magnífica puesta de sol.
Muy cerca de “la pequeña Venecia” se encuentra la iglesia de Panagia Paraportiani. En realidad, son cinco. La iglesia de Santa Estafiosa, en el centro, se construyó en el siglo XV y posteriormente se erigieron alrededor tres templos más. En el siglo XVII, los cuatro edificios se convirtieron en la base de la quinta iglesia, dedicada a Santa María. El sencillo color blanco de la original Paraportiani se ilumina con la espléndida luz mediterránea. Es la iglesia más conocida de las casi 800 que se dispersan por toda la isla.
La arquitectura típica de las Cícladas se aprecia en los monasterios de Kastro y Panagia Tourlani, que dispone de preciosos iconos barrocos. Mykonos presume de museos como el Etnográfico, el Naval y el Arqueológico, en el que destacan las más bellas ánforas y jarrones del Periodo Helenístico como el del famoso Caballo de Troya.
Otras joyas de las Cícladas.
Desde Mykonos resulta muy sencillo acercarse a Delos. La isla milenaria en la que, según la leyenda, nacieron los hijos de Zeus, Apolo y Artemisa. Fue una gran ciudad y centro sagrado de la antigua Grecia. Por esa razón, desde el siglo V antes de Cristo los atenienses prohibieron nacer y morir en la isla.
Pequeña y deshabitada, posee el título de Patrimonio de la Humanidad. Entre sus ruinas destacan tres templos dedicados a Apolo frente a un altar, que según la leyenda erigió él mismo. Tampoco faltan vestigios del templo en honor a Artemisa y otras deidades. Más grandes y habitadas, son las islas de Paros, objetivo de los surfistas, y Naxos, la más grande y fértil de las Cícladas.