Patricia González: “La igualdad no está conseguida; necesitamos referentes, compromiso y coeducación desde la base”

Por Duaa Naciri Chraih

Hace diez años, Canarias carecía de una organización que velara por los intereses de las mujeres en el deporte. La invisibilidad era tan marcada que los logros de las deportistas quedaban relegados a una nota a pie de página, mientras los éxitos masculinos ocupaban portadas. Fue en ese contexto cuando Patricia González decidió fundar la Asociación de Mujeres Deportistas Canarias. El objetivo inicial era simple, pero ambicioso: abrir un espacio de visibilidad y reivindicación. “La idea inicial era que no había ningún grupo que defendiera los intereses de las mujeres en el ámbito deportivo en nuestra región. Nuestro objetivo era seguir promoviendo la igualdad”.

Deportista en disciplinas como el tenis, el judo, la natación y el fútbol, Patricia trasladó a su papel de activista la constancia y la disciplina que aprendió en las canchas. Su trayectoria le permitió observar cómo, durante décadas, los triunfos femeninos quedaban minimizados. “Da igual los campeonatos que se ganara, las medallas que se consiguieran… si lo hacía un hombre tenía más valor”. Hoy reconoce avances. En algunas disciplinas se ha logrado que hombres y mujeres compartan podio y reconocimiento en la entrega de premios, algo impensable hace apenas unos años. Sin embargo, advierte: “Todavía persisten obstáculos y retos que, como asociación, nos toca enfrentar cada día”.

El impacto de su trabajo se refleja en iniciativas como el torneo “Nosotras Jugamos”, que se celebró durante seis ediciones en distintas disciplinas y se convirtió en un espacio de sororidad. Allí coincidieron deportistas en activo, mujeres retiradas e incluso participantes que jugaban por primera vez al voleibol o al fútbol. “Más que el resultado, lo importante era el encuentro, la red de mujeres empoderándose y conquistando espacios”, recuerda Patricia. Otro hito fue la organización de la Fiesta del Fútbol Femenino en Gran Canaria, donde se rindió homenaje a pioneras que jugaron en los años 70 y 80, cuando el deporte femenino estaba prácticamente vetado. “Nunca se había hecho y fue muy emocionante ver cómo al año siguiente otras federaciones replicaron la iniciativa”.

Pero si hay una cuestión que preocupa especialmente a Patricia, es la falta de igualdad real en la estructura deportiva. En su opinión, la desigualdad no está solo en los focos o en los premios, sino en las estructuras de poder. “Hemos ganado en visibilidad, en impacto mediático, incluso en la profesionalización del fútbol, pero sigue siendo un reto romper el techo de cristal”. La diferencia se observa en las licencias federativas, todavía muy por debajo en el caso de las mujeres, y sobre todo en la escasa presencia femenina en puestos de decisión. “Necesitamos que haya representatividad paritaria en juntas directivas y federaciones. No sirve que haya mujeres solo en los últimos puestos; deben estar en los primeros cargos”. Además, denuncia una doble vara de medir: “A un hombre presidente se le permite ser mediocre, pero a una mujer se le exige la excelencia, la impoluta. Ese es un techo social, no escrito, pero real”. La solución, asegura, pasa por fomentar liderazgos femeninos y establecer normativas que garanticen la paridad en el deporte, igual que ocurre en la política.

Otro de los temas centrales en la visión de Patricia es la coeducación en el deporte, a la que considera fundamental para lograr una sociedad más igualitaria. “El deporte es el mejor escenario para crecer en valores de respeto, compañerismo y tolerancia, pero siempre en condiciones igualitarias”. Para ella, la coeducación implica que entrenadores y entrenadoras entiendan que están formando “personitas”, no solo atletas. Eso significa abrir las puertas a todas las disciplinas, sin estereotipos ni vetos. “No podemos permitir que a un niño se le niegue la gimnasia rítmica o el patinaje artístico, ni que a una niña se le diga que no puede jugar rugby o boxeo”.

La sensibilización social, añade, es igual de crucial. “A veces no es el club quien pone las trabas, sino la propia sociedad. Hay prejuicios arraigados que debemos derribar. Si una niña quiere probar un deporte considerado masculino, nunca debería escuchar un no”. Reconoce que este cambio cultural es lento, pero insiste en que debe empezar desde la base, en las escuelas y en el deporte formativo. Solo así, dice, será posible construir una sociedad deportiva libre de prejuicios y más igualitaria.

En el camino hacia la igualdad, la inclusión de mujeres con diversidad funcional es otro reto pendiente. “En el deporte adaptado, la mayoría de practicantes son hombres. Ser mujer y tener diversidad funcional supone una doble barrera”. Aunque destaca el trabajo de clubes como Natación Las Palmas, insiste en que queda mucho por hacer. A esto se suma la necesidad urgente de protocolos contra el acoso y el abuso sexual en los clubes. “Hablamos de los seres más vulnerables: niños y niñas que compiten cada semana. Los clubes deben tener delegados de protección al menor y códigos de buenas conductas claros. No podemos permitir que estas situaciones sigan ocurriendo”.

De cara a los próximos años, la asociación busca recuperar el torneo “Nosotras Jugamos” y seguir impulsando jornadas formativas con perspectiva de género. “La igualdad no está conseguida. Creemos que ya no hace falta, pero sí hace falta. Hay que seguir lanzando mensajes igualitarios y construyendo redes”.

El mensaje final lo dedica a las jóvenes deportistas canarias que sueñan con una carrera profesional: “Con actitud, disciplina y esfuerzo se puede llegar muy lejos. Pero necesitamos que las instituciones hagan su parte, porque no siempre cuentan con apoyo para competir fuera. Aquí el reto es doble: geográfico y social”.

Para Patricia, el camino es claro: más referentes visibles, más mujeres en puestos de poder y una educación deportiva que derribe estereotipos desde la infancia. “La igualdad no es un destino alcanzado; es una carrera de fondo que seguimos corriendo cada día”.

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