Por Sandra Cuenca
Susana Hornos es actriz, dramaturga y ahora novelista, con una carrera artística de más de veinticinco años entre España y Argentina, hoy nos presenta su primera novela «Mañana seremos otro día»
«Mañana seremos otro día» habla de temas como la violencia de género, la homofobia y la capacidad humana de reconstruirse tras un trauma. Escrita antes de que el caso Gisèle Pellicot sacudiera Francia o de que el documental «Black Box Diaries» de Shiori Itô expusiera las heridas del silencio, su novela anticipa dolorosamente realidades que luego encontraríamos en las noticias.
Carmen Hornos recuerda que la idea de escribir esta novela surge cuando estaba escribiendo sobre Carmen y Tomás, los personajes de «Mañana seremos otro día«, por separado, ella sabe que en el mundo de los actores y actrices siempre se están escribiendo monólogos y escenas para compañeros. «Estaba en un festival de teatro y vi una escena muy bella al borde de la playa, una mujer con un hombre, ella enferma, pero contemplando el atardecer desde la parte de atrás de una camioneta» recuerda Hornos. A ella le viene esa imagen que luego recrea en la novela, y piensa que ambos protagonistas, Carmen y Tomás, se conocen. Ahí es cuando decide, casi por instinto, que necesita espacio, porque hasta ese momento había escrito muchos cuentos, pero novela no y necesitaba darle tiempo a la historia sin saber a donde le iba a llevar ni por donde.
Hablas que «Mañana seremos otro día» es un drama social o un thriller rural, ¿No existe una historia de amor?
No existe una historia de amor romántica, que es lo suele pensar la gente cuando se habla de amor. Tomás es homosexual y Carmen es heterosexual, por lo que es imposible que surja ese tipo de amor entre ellos. Pero lo que sí existe es otro tipo de amor en el que yo creo mucho, el de la amistad, el que aparece y desaparece para volver de nuevo, como pasa en la vida misma. En los momentos duros que yo he vivido, aunque haya estado ahí mi pareja o compañero, también estuvo esa otra gente y me interesaban mucho esas amistades que no vienen de la infancia, que llegan cuando uno no sabe que van a venir, cuando uno no lo espera y de la persona que jamás hubiera pensado. Creo mucho en los salvadores, porque tanto Carmen como Tomás no dejan de ser, el uno para el otro, ese sostén tan grande y necesario.
¿Qué rasgos destacarías de cada uno de ellos?
Pues te diría uno que comparten ambos, son cuidadores, es algo que casi hace referencia al mundo de la mujer, pero en este caso es algo que comparten los dos, no solo desde lo que están haciendo, sino de como se sienten.
Te diría que también son ermitaños, y la verdad es que yo me reconozco mucho en ellos, aunque la novela no es nada biográfica. Es eso de buscar continuamente la soledad, y eso que ella está con un compañero de vida maravilloso, pero, aún así, tiene ese mundo solitario y personal. Carmen es como que no quiere contar las cosas, aunque a Tomás también le pasa, por eso creo que es un resurgir entre ellos.
Te diría que son muy buenas personas, sin quitar que tengan sus fallos, sus problemas y sus inseguridades, las buenas personas tienen sus grises.
¿Por qué crear ficción con dos temas tan reales como pueden ser la violencia de género o la homofobia?
Pues fíjate, creo que porque no quería hacerlo de otra manera. No era mi idea hablar sobre esos temas directamente, pero cuando empecé a crear los personajes salió de una manera muy natural. Cuando escribí de Tomás, tuve charlas con amigos y compañeros homosexuales y de pronto, varios de ellos echaron la vista atrás, hasta su infancia, a cómo habían sobrevivido. Habían vivido cosas muy feas de su entorno más cercano de familiares, en los colegios…entonces, Tomás se me empezó a configurar por ahí, y con Carmen, la primera imagen que tuve de ella fue en una rueda de prensa, que es como arranca la novela. Un año más tarde pasó lo de Gisèle Pellicot y ella le decía a esa gente que los que tenían que tener vergüenza eran ellos no ella y me venía toda esa agresión que ya había vivido. Pero yo quería que fuera en el pasado, no me interesaba la parte violenta del hecho de una violación, de hecho, en la novela aparece muy poca violencia o prácticamente nada, pero sí el tema del trauma y cómo se convive con algo así. Cuando digo esto no me refiero solo a la victima o al momento en el que la victima deja de ser victima, me refiero a nivel personal, a nivel de conflicto o al nivel de «dejen de llamarme victima» porque por encima de todo soy yo. Me interesaba todo su entorno: el marido, el policía, la gente con la que trabaja, su jefa… Y por eso la situé un año más tarde.
El título de tu novela, «Mañana seremos otro día», la sensación que he tenido ha sido, vale, hoy estoy súper jodida porque me están pasando mil cosas, pero mañana será otro día y todo pasará. ¿Por qué ese título, Susana?
Pues una vez más, quizás fue otra extraña casualidad. Yo tenía otro título y cuando la editorial lo estaba llevando a imprenta, me avisaron que ese título ya existía. Entonces tuve que buscar otro y me puse a pensar, cuando de pronto me surgió «mañana», y pensé «mañana será», «mañana seremos» porque vuelvo al plural y ya no pensé más. En ese título había esperanza y mucha gente que ha leído la novela me habla de la esperanza que les ha dejado. Cuando se lo propuse a la editorial tardaron dos minutos en contestarme que ese era el título.
Dos temas duros los que tratas en tu novela ¿crees que has conseguido dar algo de esperanza a la personas que han pasado por algo así?
Eso creo que es algo muy personal. Si me voy a mi mundo anterior, el que no tiene nada que ver con la novela, yo trabajé mucho en Memoria Histórica y una de las obras de teatro que hacía en Argentina con compañeras de allí, hablaba sobre fosas comunes. Cuando terminábamos la función, venía gente a contarme que tenía a su padre o a su madre desaparecidos y nos han dado un abrazo, porque como ellos mismos reconocen, aunque sabían que su padre estaba desaparecido, hasta que no les entregaron los restos no pudieron hacer el duelo, aunque habían pasado 25 años de su muerte. Eso era increíble, porque es como que abres un canal para que de pronto esa persona te cuente y diga esas cosas tan personales. En la homofobia, por ejemplo, tenemos que estar todos porque tiene que ver con la igualdad. Seguimos viendo las estadísticas que son terribles, se están volviendo a producir palizas, escuchamos gritos de «maricón»… lo que le pasó a Samuel. Estas cosas no pueden seguir pasando y creo que tiene que ver con la humanidad de las personas o con la sensibilidad. Tiene que ver con los psicólogos, psiquiatras, amigos, familia, entorno e instituciones. A mi me ha escrito gente que no conozco por Instagram y una chica me dijo que ella quería volver a esa acacia donde transcurre gran parte de la novela, a la sombra de una acacia, entonces pienso que ese es un lugar de calma y de mirar hacia delante, que es el que tiene la novela y es donde la gente se identifica.
¿Con qué sensación te gustaría que los lectores acabaran tu novela? Has hablado antes de esperanza…
Paz, me lo han dicho bastantes personas, que puede ser parecido, pero a mi me gusta todavía más la esperanza que la paz. También me escriben y me dicen que ellos quieren estar con Carmen y Tomás, eso es reconocer el vinculo y creo que estamos muy necesitados de volver a ellos, de volver a creer que los vínculos se construyen cara a cara. No hace falta hablar, es tocarse, es darse la mano y mirar al amigo. Ellos están alejados de redes sociales y de pantallas, de todo ese ruido. Ellos van haciendo esa comunicación a fuego lento, como se hacía antes, y eso está gustando. Esa serenidad, pese a todo lo áspero que hay, porque no quito que se tratan temas delicados, no he querido edulcorar nada, también existe.
¿Crees que has conseguido contar la historia que querías?
Creo que sí, después está el que lo haya hecho mejor o peor, pero aún no lo sé. Hoy en día ya no se publican críticas literarias, por eso no lo sé. Pero la historia que quería, sí. Es verdad que no la tenía armada desde el principio, ni mucho menos, se fue haciendo poco a poco. El otro día fui a una charla del autor Arriaga y hay algo importante, dejar que la novela mande más que yo, sobre todo los personajes y es algo real. Yo no había estructurado nada de lo que iba a escribir, pero sí quería contar la historia de ellos dos y sí que quería rendir un homenaje a la amistad y eso está, eso sí que está.
Cuando acabaste de escribir la última página ¿sonreíste como diciendo, uff, lo he hecho?
Lloré, pero es que yo soy muy llorona. Me dejo llorar mucho por mi actriz, pero no lloré de tristeza, la última escena me da mucha paz. Es verdad que esa sonrisa de la que me preguntas está, pero a la vez los imagino y lloro. He llorado mucho escribiendo la novela, pero la mayoría de las veces ha sido un llanto bonito. Pero esa media sonrisa existe, porque hay un momento en el que ya sabes que estás ahí. Hay un capitulo, casi al final, con el que no contaba y que de pronto apareció, ahí me imaginaba a los protagonistas y me dieron mucha ternura y mucho amor. En las dedicatorias muchas veces pongo: «Ojalá que Carmen y Tomás te dejen tanto amor como me han dejado a mi«.
Eres actriz y dramaturga, y ahora novelista. Has creado unos personajes que de repente han cobrado vida en tu novela. ¿Has pensado llevar esta historia al teatro, a la televisión o al cine?
Pues fíjate, en Esfera, la editorial, han sido muy amables y generosos, tengo los derechos audiovisuales. No la escribí pensando en eso, pero empezaron a surgir comentarios de algunos amigos, de los primeros lectores. El otro día en una entrevista, me decían que se habían imaginado a un actor o a otro haciendo el papel de Tomás y en la presentación del libro, que la hicimos en «Ocho y Medio«, la librería de cine que es casa, como yo digo, uno de los actores que me acompañaba me decía que él querría ser este personaje. Entonces, ha habido ahí algo que no sé a donde llegará porque no tengo la estructura para llevar esta novela al cine, por ejemplo. Igual si tengo los conocimientos para llegar a según que gente. La verdad es que sería muy bonito pensar en una película, porque es una historia que sería perfecta para verla en pantalla. En nuestro país ahora mismo hay una gran cantidad de actores con mucho talento y sensibilidad, perdón que insista con esta palabra, pero me parece importante.
¿Tienes algún proyecto nuevo que nos puedas contar?
Pues te puedo contar a medias… Entregué ya la segunda novela y estoy a la espera de que me contesten, lo hice en abril. Era una idea que tenía macerando desde hace años y es verdad que después de haber escrito la primera me dio fuerza para meterme en la segunda. Ahora retomo y arranco, porque esas obras de Memoria Histórica de las que hablábamos antes y que coescribí con Zaida Rico, estaban basadas en cuentos míos. De pronto me di cuenta que tenía como ocho escritos y quiero volver a eso. Hay una periodista catalana, Montse Armengol, que en un coloquio dijo que no hay más presente que la memoria, y yo creo mucho en eso, pienso que ahora están pasando muchas cosas que tienen que ver con la pérdida de memoria. Pienso en lo que pasó hace poco en las elecciones de Alemania, con toda esa gente mano en alto manifestándose, por eso creo que volver a la memoria es importante. Yo milité mucho en cultura y memoria en Argentina, por eso pienso que hoy en día es más necesaria que nunca. Voy a volver, porque recuerdo aquellos días en los que escribí esos cuentos como que me hacían muy feliz, ahora quiero revisarlos y tengo varias ideas, así que me gustaría hacer un compilatorio de cuentos sobre memoria.