Texto: Sandra Cuenca
Angelines Martínez y Uwe Scheffel se trasladaron a vivir a un pequeño pueblo de Cuenca, Casas de Haro. Angelines se formó en un centro de personas con discapacidad en Suiza, después se trasladó a Alemania donde trabajó dos años en un centro, en psiquiatría. Creó junto a su hermano Goyo y su marido Uwe un centro de talleres y residencia para personas con discapacidad, y llevó cinco años la dirección de un taller ocupacional en Madrid. Durante la crisis anterior ambos se encontraron sin trabajo y decidieron buscar diferentes opciones. Uwe se puso a investigar, ya les habían hablado que en Alemania buscaban familias de acogida, él es alemán y podía ser una buena opción. Podían acoger jóvenes con dificultades de comportamiento y problemas familiares. “Es un recurso que fomenta Servicios Sociales de Alemania, ellos buscan organizaciones intermedias, que serán con las que las familias de acogida tratarán a partir del momento en el que se decide acoger a uno de esos jóvenes. Estos chicos y chicas ya han pasado por diferentes centros, se les ha intentado ayudar pero no ha servido de nada. El estado alemán y servicios sociales buscan familias que vivan en el extranjero y que acojan a uno de estos jóvenes, se llama Acogimiento Familiar Profesionalizado”, nos cuenta Angelines. Solo se puede acoger a uno a la vez en casa, y tanto la casa, el lugar y la familia deben reunir una serie de requisitos, “la organización que actúa como intermediaria te visita antes de la acogida, tienes que tener titulación y vivir en un entorno rural. Nosotros ya teníamos esta casa, así que hicimos una reforma y cuando vinieron a vernos cumplía todos los requisitos”.
¿Por qué un entorno rural?
Ellos quieren un entorno rural porque son jóvenes que suelen escaparse mucho, y si hay medios de transporte accesibles, pueden hacerlo. El tema de mandarlos al extranjero es porque estando en un país que no es el suyo, con un idioma que no conocen y donde no tienen amigos ni conocidos, les fuerzas a que su única referencia sea la familia de acogida.
¿Cómo llegan esos chicos y chicas?
Llegan muy enfadados, porque no es algo que ellos quieran, no se les pregunta, por lo que se trasladan obligados. Su situación en Alemania es bastante límite y complicada a nivel legal, muchos son menores por lo que no pueden entrar en la cárcel. Todos han cometido prácticamente algún delito menor, esta acogida es como el último recurso.
¿Existe un seguimiento por parte de su país?
Si, antes de la llegada del menor te visitan, te conocen y hablan con todos los miembros que viven en el hogar, incluidos los hijos. Te explican todo. Esta asociación cada mes o cada dos meses vienen, hablan con el joven, con la familia y hacen un seguimiento bastante exhaustivo. Servicios sociales de Alemania vienen una vez en ese año de acogida, pero con quien ellos tienen relación es con esa asociación intermedia. Nosotros como familia tenemos que escribir informes, al principio casi cada día, sobre cómo van las cosas. Luego semanalmente y después una vez al mes. Si en algún momento se produce una situación límite la organización enseguida se presenta.
¿En algún momento de la acogida tenéis contacto con la familia del menor?
Nosotros con la familia ninguna, pero ellos en Alemania trabajan con Servicios Sociales y con la organización intermedia. La familia del menor tiene derecho a llamar a su hijo o hija, cuando se establece por parte de la organización, después pueden llamarle una vez a la semana. Hablan con ellos por videoconferencia o por teléfono, siempre en presencia nuestra.
¿Cuánto tiempo suele estar el menor con una familia de acogida?
Depende del chico o chica. La primera menor que tuvimos estuvo un año y el segundo ha estado casi seis años. Este recurso que ofrece Alemania funciona hasta que el menor cumple la mayoría de edad, los 18 años. Cuando llega ese momento el Estado le ofrece la posibilidad de seguir ayudándole, pudiendo quedarse con la familia de acogida hasta que cumpla los 21 años. En ese momento él tiene que comprometerse y decidirlo por sí mismo, algunos lo hacen y otros no. Hay que recordar que estos chicos y chicas llegan sin saber muy bien qué ha pasado, en algunos casos es la policía las que va a buscarlos a sus casas y les suben a un avión con alguien de la organización, así de rápido pasa a veces, por lo que no saben a dónde van.
Una vez en casa, ¿cómo trabajáis con ellos?
Lo primero que hacemos es establecer un ritmo y unas rutinas. Ellos llegan acostumbrados a vivir de noche y a dormir de día, que aunque son menores tienen mucha vida hecha. Han hecho lo que han querido y cuando han querido, comen cuando tienen hambre y duermen cuando están cansados, sin ningún tipo de orden o rutina. Lleva meses conseguir que vuelvan a dormir por las noches y que se sienten a comer a la mesa. De los que hemos tenido nosotros ninguno había comido en una mesa con su familia, cada uno comía cuando quería. Eso que para nosotros es algo normal, para ellos es algo muy difícil. Los que trabajamos con estos menores tenemos que tener las cosas muy claras, es decir, que a la hora de comer tienen que bajar y hacerlo en la mesa con nosotros siempre, a no ser que estén enfermos, claro. Tienen que cumplir unos horarios, y aunque cueste conseguirlo al final es algo que se normaliza por parte de ellos. Y si ellos están dispuestos se les busca atención psicológica, todo esto va ayudando a que maduren y que valoren el momento, que se den cuenta que ha sido una segunda oportunidad que la vida les ha dado.
¿Cómo organizáis los estudios del menor?
Pues existen dos opciones, la primera, que es la que utilizamos nosotros con la primera chica que acogimos, tenía 16 años, fue darle clase en casa. Ellos están apuntados a unos estudios a distancia, date cuenta que no tienen ni los estudios básicos, que han abandonado las escuelas, que no tienen nada. A esta menor era Uwe el que la daba clases en alemán, y al finalizar el año fuimos con ella a Alemania a que se examinara, hizo sus exámenes y aprobó. Con el otro joven, llego con 13 años y se quedó aquí más tiempo, lo que se hizo fue que el primer año estudió en casa y cuando aprendió español le escolarizamos en un instituto de aquí, en San Clemente, en la FP Básica de restauración que eran dos años. Aprobó, aprendió una profesión y además recibió la titulación de la ESO. Empezó también el Grado Medio, que no lo terminó aquí. Esas son las dos opciones que hemos utilizado. A parte de los estudios, lo que hacemos es organizar con ellos actividades durante el día, por ejemplo cocinamos pasteles juntos, otros días nos acercamos a limpiar un pinar, a desbrozar ramas o cortar árboles secos. Todo esto a ellos les viene muy bien porque desgastan energía, que es lo que tienen de sobra. Es importante que establezcan relaciones sociales en el lugar donde están, siempre estando muy atentos a con quien se junta y lo que hace. Y es imprescindible estar en contacto con las fuerzas de seguridad, en nuestro caso la Guardia Civil, les hemos informado cuando hemos tenido un menor en casa de acogida, han estado pendientes y siempre se han portado fenomenal.
¿Qué es lo más difícil de este trabajo?
Para nosotros lo más difícil ha sido ver a menores tan abandonados. Ese abandono crea en ellos una gran desconfianza y mucho miedo, que les hace muy difícil la convivencia con una familia. Con algunos, depende mucho de ellos, estableces una buena relación que dura hasta día de hoy. Pero hay que tener claro que cuando el joven sale de casa, nosotros en principio no debemos ser los que demos el paso para seguir manteniendo ese contacto. Ha sido nuestra tarea, y si él quiere nosotros encantados, y si no puede ser lo entendemos, es una situación delicada y a veces es mejor no interferir. Lo que siempre hemos notado es que son chicos y chicas con mucha falta de cariño, pero a la vez les cuesta mucho aceptarlo.
¿Y lo más fácil o bonito?
No sé si hay algo fácil, pero es bonito compartir una parte de tu vida, con una persona que sabes que está en un momento duro y que no tiene con quien compartir la suya. El problema aquí es que al estar ellos obligados lo complica. Pero también ha habido momentos buenos. Estos menores han perdido mucho, han vivido cosas que no debían por la edad que tienen.
¿Seguís trabajando ahora con la organización?
No, ahora mismo no. Cuando se fue el último joven hicimos un parón, porque están en casa los 365 días del año, vacaciones, navidades. Esas fechas para ellos son muy duras, no pueden estar con sus familias y a veces son sus familias las que no quieren estar con ellos. Siempre hemos parado un tiempo cuando se ha ido uno de los chavales, pero esta vez vino la pandemia y no hemos podido acoger a nadie. Es un trabajo que desgasta mucho, convives con un problema a diario y veinticuatro horas, es muy intenso.
1 comentario en “Acogimiento Familiar Profesionalizado”
Enhorabuena por el trabajo que hacéis. Me parece un trabajo muy duro para vosotros. Creo que aunque los niños no lo entiendan ahora cuando maduren podrán apreciar lo importante que habéis sido en sus vidas.
Espero que pronto podáis seguir con esa labor si así lo deseáis.