Texto: Carlota Quilez
En una cautivadora mezcla de novela negra y rigurosa investigación histórica, Guillermo Galván nos presenta su último libro «El Club de las Viudas«, donde retoma al fascinante personaje de Carlos Lombardi. En esta entrevista, descubriremos cómo surgió la idea de continuar la serie con este antihéroe irónico y testarudo, y cómo logra equilibrar la trama de suspense con la relevante contextualización histórica de la posguerra española.
¿Cómo surgió la idea de escribir «El Club de las Viudas» y qué te llevó a retomar al personaje de Carlos Lombardi?
Escribir sobre Lombardi no fue una recuperación, sino una continuidad: no he dejado a este personaje desde hace seis o siete años, cuando empecé “Tiempo de siega”, la primera novela de la serie. Podríamos decir que “El club de las viudas” es la continuación natural de un proceso que empieza en 1941 y culmina, de momento, en 1943.
La novela mezcla elementos de novela negra con elementos históricos documentados. ¿Cómo logras balancear la trama de suspense con la rigurosidad histórica?
Cada novela cuenta una historia, una trama criminal; pero tan importante como mantener la tensión narrativa es documentar sobre el contexto y el escenario, hacerlos protagonista de los hechos. Si escribiera sobre el momento actual no sería necesario explicitarlo, porque la mayoría de las situaciones y los contextos resultarían obvios para quien lee. Pero muy pocos de los lectores de hoy saben en realidad lo que es vivir durante los peores años de una cruel dictadura militar, así que es imprescindible contarlo para contextualizar lo que sucede y cómo pensaba y reaccionaba la gente de aquella época.
Carlos Lombardi es descrito como un antihéroe irónico, testarudo y escéptico, pero que busca una sociedad más justa. ¿Qué aspectos del personaje te atraen más como escritor y cómo logras desarrollar su complejidad?
Cuando decidí escribir género negro sobre los primeros años de la posguerra hube de elegir protagonista. Pude haber escogido un policía franquista con experiencia, o alguno de los mil novatos que la dictadura incorporó por el simple hecho de ser militar, falangista o excombatiente. Sin embargo, elegí la figura de un policía experto y leal a la República que, por ello, ha sufrido depuración y condena a doce años de cárcel. La elección significaba enfrentarme a situaciones mucho más complejas en el día a día, pero muchísimo más ricas desde el punto de vista dialéctico y, por lo tanto, narrativo. La personalidad de Lombardi, y sus ideas, contrastan con un mundo que ya no es el suyo, con un país que ha visto cómo sus ciudadanos se convierten en súbditos, sometidos al silencio, el miedo, la enfermedad y el hambre. Este es uno de los fenómenos a los que, al margen de sus investigaciones, debe enfrentarse a lo largo de la serie.
En el libro, Lombardi investiga la desaparición de cuatro soldados franquistas en la batalla de Belchite. ¿Qué puedes contarnos sobre la relevancia histórica de este evento y cómo lo incorporas en la trama de la novela?
La batalla de Belchite es uno de los hitos más conocidos de la guerra civil, aunque la información que nos ha llegado durante los cuarenta años de dictadura no es del todo exacta. La operación, desde mi punto de vista, fue un gran error del Estado Mayor republicano, que en el verano del 37 había lanzado una gran ofensiva en Aragón para aliviar la presión del ejército faccioso sobre el norte. En su rápido avance, el Ejército Popular se topó con la inesperada resistencia de unos cinco mil hombres muy bien atrincherados en Belchite y, en lugar de fijar una línea de asedio y seguir avanzando hacia Zaragoza, que era el plan original, se empeñó en tomar la población. Lo consiguió, aunque le costó dos semanas, un tiempo precioso que permitió la llegada de refuerzos franquistas. Franco prohibió reconstruir la población para dejar a las generaciones posteriores un ejemplo de lo que él llamó barbarie roja. Y es cierto que la toma de Belchite causó un profundo deterioro urbano, pero la propagada franquista nunca contó que la recuperación de la plaza por sus tropas que meses después se produjo tras bombardeos masivos de la Legión Cóndor nazi, que convirtieron el lugar en la ruina que hoy podemos ver. Me pareció que ese paisaje desolado y el drama que allí se vivió eran un escenario propicio para el origen de la novela.
¿Qué papel juegan las viudas de los soldados en la investigación de Lombardi y cómo influyen en el desarrollo de la trama?
Los soldados franquistas desaparecidos durante la guerra podían ser oficialmente considerados como fallecidos cinco años después de los hechos y sus esposas consideradas legalmente viudas. Así que, para investigar el rastro de esos cuatro hombres se hace imprescindible el testimonio de sus parejas, que han intentado rehacer sus vidas.
La novela también explora las relaciones complicadas de Lombardi en la Puerta del Sol, específicamente con la Brigada de Investigación Social. ¿Podrías adelantarnos cómo estos conflictos afectan a la historia?
Lombardi reingresa en la Brigada de Investigación Criminal gracias a los avales de gente importante. No es un artificio literario: durante esos años y los posteriores, algunos funcionarios depurados fueron repuestos, entre ellos, por policías. Es destinado a un departamento marginal, casi un archivo, pero siempre bajo la más o menos discreta vigilancia de la Brigada de Investigación Social, la llamada Político-Social, que no se fía precisamente de alguien con su historial. En realidad, no invento nada, porque esas situaciones no fueron extraordinarias en el Cuerpo de Policía de Franco.
Lombardi ha sido el protagonista de tus últimas cuatro novelas. ¿Cómo ha evolucionado el personaje a lo largo de la serie y qué retos enfrenta en «El Club de las Viudas»?
Del hombre desconcertado y rabioso que sale de Cuelgamuros en “Tiempo de siega” hemos pasado a otro que intenta sobrevivir en un medio muy hostil para él. No ha renunciado a sus ideas, ni mucho menos, pero ha aprendido a capear temporales y a calibrar hasta qué punto merece la pena jugársela por expresar sus opiniones. En “El club de las viudas” se enfrenta a su reto más importante: comprobar hasta qué punto puede ser criminalista independiente en un Cuerpo de Policía que, junto con el Ejército, la Falange y la bendición de la Iglesia, constituye el sostén de la represión fascista.
¿Qué aporta el escenario de la posguerra española al desarrollo de la trama y cómo abordas el tema de la corrupción en una dictadura a través de la historia?
Una dictadura es corrupta por principio, porque no hay mayor corrupción que el robo por decreto de la libertad humana; lo que suceda a partir de ahí parece casi secundario. Y la dictadura franquista fue ejemplo de corrupción, desde el propio Franco a quien lo rodeaban: militares, políticos, empresarios… Y policías, claro. Los primeros años de la posguerra son un escenario ideal para el género negro. Porque no necesitas inventar tramas, ni personajes, basta con documentarte para descubrirlos.
¿Cuál fue tu principal fuente de documentación para la saga Lombardi y cómo logras transportar al lector a esa época histórica de manera tan realista?
La principal fuente es la historia, la historia académica, porque en los últimos treinta o cuarenta años se están publicando investigaciones sobre el franquismo que te dejan con la boca abierta. Muchos de estos ensayos son en sí mismos novelas negras. Es importante también la documentación periodística, y la foto-cinematográfica, porque nos ofrecen los escenarios tal y como eran entonces. El género negro debe ser realista, y todos estos elementos nos acercan al realismo sin apartarnos un ápice de una trama de ficción.
Finalmente, ¿qué mensaje o reflexión esperas que los lectores encuentren en «El Club de las Viudas» después de acompañar a Carlos Lombardi en esta nueva investigación?
La misma que en las tres novelas precedentes. Desde el punto de vista literario, espero haber aportado mi granito de arena al género, y desde el histórico, haber ofrecido a las nuevas generaciones un mensaje sobre los riesgos de jugar a aprendices de brujo con ideologías que hace ahora un siglo, sumieron a la humanidad en una carnicería. Ayudar a recuperar un relato que algunos han olvidado y otros pretenden modificar: que el fascismo siempre será fascismo por muchos trajes de civil o militar que quiera ponerse y que la mentira siempre será mentira por muchos cantos de sirena con que se envuelva.