Texto: Sandra Cuenca/ Fotos: Joan Gastó y E.d.P.
Tenía muchas ganas de hablar con Enrique del Pozo largo y tendido, y aprovechar para hacerle una entrevista. Ha vuelto a España, y aunque he seguido sus éxitos en Italia, quería que me contara cómo han sido esos nueve años. Sigue siendo el mismo, con más canas, pero el mismo que conocí hace ya unos cuantos años. Amigo de sus amigos y buena persona, pero sobre todo alguien que no olvida de dónde viene, ni quienes fueron los que le ayudaron en algunos momentos. Empezamos recordando viejos tiempos, y me sorprende oírle hablar de periodistas de toda la vida a los que sigue agradeciendo todo lo que en algún momento hicieron por él, Enrique siempre ha sido una persona muy agradecida, y no porque me lo hayan contado, sino porque le conozco. La prensa siempre le ha respetado, porque él ha respetado a la prensa, y eso es algo de lo que debería sentirse muy orgulloso. Me atrevería a decir que a sus 64 años sigue siendo aquel chico que luchaba por un sueño, su voz suena de otra manera, con más experiencia, pero con ese mismo tono alegre que tanto le caracteriza. Aunque ha perdido a su madre artística, Raffaella Carrá, y le noto muy tocado, pero le saco una sonrisa cuando le nombro a Rubén, está enamorado.
Enrique del Pozo no empezó a trabajar ayer, lleva haciéndolo desde los trece años. Con esa edad hizo su primera obra de teatro a las órdenes de Antonio Guirau, desde entonces no ha parado. Se marchó a Londres a estudiar Arte Dramático, allí se puso a fregar platos porque en su casa no había dinero para pagarle los estudios. De allí se fue a Italia, donde entró en contacto con gente importante de la industria, y donde conoció, entre otros, a Federico Fellini. Vuelve a España y trabaja con José Luis López Vázquez, pero el día más importante es cuando Raffaella Carrá aparece en su vida, ese fue el principio.
¿Qué ha significado Raffaella en tu vida?
Raffaella es mi madre artística musical desde siempre. La conocí siendo muy jovencito, yo tenía 17 años la primera vez que la vi, fue en una comida en Roma donde ella estaba de paso. Y con 19 años, a través de la compañía de discos, entró en mi vida para quedarse. Ella me ayudó en todo mi proyecto musical, me aconsejó, e incluso me puso a disposición su productor musical, Gino Landi. La primera actuación la hice con ella cantando en el hotel Palace. A partir de ahí surge una amistad que ha durado toda la vida. Cuando me enteré el otro día, (se emociona) se me rompió el corazón muerto de dolor, porque yo sabía algo de lo que estaba pasando, pero había que guardar discreción. Era una mujer muy generosa, yo no sabía lo que era el ego en ella, trabajaba desde por la mañana hasta por la noche y era una mujer muy perfeccionista, sin faltar al respeto a nadie y sin ser arrogante, solo quería que todo saliera muy bien. Tengo que decir que tenía una gran virtud que yo admiraba, jamás olvidó de donde venía, y por eso siempre ayudaba a los bailarines y a los artistas más importantes, daba igual quienes fueran. Nunca supo lo que era la envidia, ni los celos, de hecho siempre se rodeó de gente con muchísimo talento, ella decía que eso le hacía crecer. Siempre será uno de los grandes mitos a nivel mundial. Nunca se quejó, pero siempre tuvo un gran vacío por no haber tenido un hijo, se sacrificó mucho por su carrera y cuando se quiso dar cuenta era demasiado tarde. Mi pena es no haber podido coger un avión para ir a despedirla, pero por la situación ha sido imposible.
Si echas la vista atrás a nivel profesional, ¿cambiarías algo de lo que has hecho?
No, no cambiaría nada. Creo que soy lo que soy gracias a mi fuerza, a mis ganas y a mi constancia. Aparte de la gente que me ha ayudado, y por eso me considero una persona afortunada, he estudiado, me lo he currado y me he sacrificado. He sabido escuchar a la gente que me ha rodeado y de la que he aprendido, soy quien soy gracias a la constancia y al sacrificio. Le debo mucho a la prensa, a la gente de las compañías discográficas y a gente de la profesión. Digo todo esto porque a veces me he encontrado con algunos artistas, que no todos, que parecen haber perdido la memoria. Si llegas a tener cierto éxito te olvidas de quien ha estado ahí en los malos momentos, y yo es algo que nunca he hecho. Ahora que he vuelto a la televisión me estoy encontrando con gente, con cámaras, con locutores de radio, con gente de prensa y no me olvido de que si estoy aquí también es gracias a vosotros. El artista es muy desagradecido a veces en este tema.
¿Cómo es Enrique del Pozo ahora a sus 64 años?
Un señor canoso-ríe-que no ha perdido la curiosidad. Siempre he dicho que soy como los cuatro caballos de Ben-Hur, me gusta mirar y trabajar. Me siento un privilegiado por venir de una familia humilde, que tenía el sueño de ser artista y que lo ha conseguido a base de constancia. Nunca me ha gustado esa filosofía errónea que hay en España, y que yo he vivido profesionalmente fuera de ella, si estas en el mundo artístico tienes que ser cantante, actor o presentador, perdonarme pero no es así. Yo he tocado muchos palos, unos mejores y otros peores, he sido actor, presentador y cantante, incluso he tenido la osadía de entrevistar, sin ser periodista, a grandes estrellas de Hollywood. La curiosidad no se debe perder nunca. Sigo sintiéndome muy orgulloso de momentos vividos, en uno de ellos descubrí a una persona que produjo uno de mis discos, se llama Rosana. Yo no espero a que vengan a llamarme a la puerta, yo salgo a buscar el trabajo y a ver a la gente, tengas más o menos fama. Nunca he creído que hay que estar en el sofá esperando a que alguien venga a solucionarte la vida.
Dejas España y te vas a Italia, ¿fue una decisión difícil?
Yo Italia la conozco desde hace tiempo, he trabajado mucho allí, pero si, fue difícil porque estaba muy saturado. Yo siempre he dicho que soy una persona débil como el acero, muy fuerte pero muy sensible. Ha habido momentos en los que mi dignidad y sensibilidad, tanto profesional como personal, se han visto afectadas. Soy fuerte, pero a veces no lo suficiente. Todo vino por aquella campaña, demasiado desagradable, por parte de la revista de Rodríguez Menéndez, donde Antonio David Flores, que era el subdirector, conocía los contenidos. Esas noticias difamatorias tan fuertes me afectaron, pero supe enfrentarme a ellas, el problema fue lo que le supuso a mi madre. Para una madre ver a su hijo en una revista donde decían que era un drogadicto y un corruptor de menores… un montón de barbaridades, le supuso un verdadero disgusto. Fue una especie de dolor en silencio que pensé se podría solucionar, pero no. Cuando fallece mi madre es cuando decido irme. Lo peor, y lo que más me duele, es que se fue con ese dolor. Me fui a Italia, me hice otro tipo de planteamiento y empecé a hacer documentales.
Nueve años en Italia triunfando como director, guionista, y actor… ¿ha sido una de tus mejores etapas?
No es cosa de mejor o peor, tiene más que ver con cambios y con abrir otros caminos. Yo me fui a Italia para un año, pero empecé el primer documental, “El Muro Rosa”, y comenzaron los premios y los reconocimientos, de la Universidad de Michigan, de la de Roma, y un Premio Passollini. Después vendría el segundo documental, “The Man Behind the Woman”. En Italia la situación profesional es mucho más amplia que en España, y lo digo desde el cariño, hay programas de cine y música, y tuve la oportunidad de grabar otro disco. Llegas a España y lo que te encuentras es mucho programa de corazón, no hay programas diferentes, ¿para qué iba a volver?, solo interesaban los mismos de siempre.
Háblanos de tus dos documentales hechos en Italia
“El Muro Rosa” es el primer documental que se hace sobre la memoria histórica gay durante la dictadura en España, en la transición, y llego hasta lo que pasa en el resto del mundo, que hay sesenta y siete países donde todavía los homosexuales somos condenados a pena de muerte. Ha sido una satisfacción, sobre todo porque dentro del tema gay para mí había vacíos. Por ejemplo, y sin ofender a nadie, notaba que dentro del propio mundo gay había una especie de racismo o clasismo con las lesbianas, con las mujeres, nos hemos encontrado que la visibilidad en el mundo gay era todo para los hombres, y ellas estaban como apartadas, nadie quería tocar ese tema. Sin olvidarme de los abusos sexuales dentro de la iglesia o el bullying. El segundo, “El hombre detrás de la mujer”, con Manel Dalgo. Él vivía en España, pero se fue a Montecarlo, a Alemania, Italia… es una súper estrella. A través de su vida, que es brutal, me abrió las puertas de Estefanía de Mónaco y su asociación “Fight Aids Mónaco”. He podido hacer cosas que no había hecho antes, los dos documentales lo demuestran.
¿Cómo empiezas en la televisión?
Una vez, alguien me dijo que podía ser un problema estar en televisión a la vez que en la música, sin embargo di ese paso en contra de lo que mucha gente decía. Tenía que intentarlo, y me lancé a trabajar en televisión, lo primero que hice fue con García Tola. Me vi como Enrique del Pozo trabajando en debates con Santiago Carrillo, Umbral o Alfredo Kraus, un cambio brutal. Después vino Pepe Navarro, Jesús Hermida, Sardá, Las Campos… me siento muy orgulloso de la carrera que he hecho en televisión, y ahora estoy con Emma García en “Viva la Vida”. La televisión a mí me ha dado mucho, en aquel momento la gente tenía pánico a cambiar esa estructura profesional por ir a debates, o a reírte con Pepe Navarro. He aprendido mucho en la televisión y he trabajado con los mejores.
Cantante, actor, productor, director, presentador… ¿En qué faceta te has encontrado más a gusto?
Si me preguntas cual es mi pasión “no realizada”, es la de actor. Yo desde niño he hecho teatro, que mejor o peor hecho, sé que le he puesto mucha pasión. Cuando he estado cantando y he vivido conciertos en México, en Venezuela o Argentina, incluso aquí en España, con veinte mil o treinta mil personas, han sido experiencias que no todo el mundo puede vivir y han sido maravillosas, aunque lo peor viene después, que te vas a la habitación del hotel y estás solo. He hecho cosas que no han sido fáciles, pasar de una cosa a otra o enfrentarme a un “Crónicas Marcianas”, programa que todo el mundo ponía a parir, pero que todos veían.
Los que te conocemos sabemos cómo es Enrique del Pozo, pero, ¿te moleste que la gente te juzgue solo por lo que han visto en televisión?
Tengo claro que hay gente que no me puede ni ver, y no me conocen. He tenido que asumir papeles que han producido más odio que otra cosa, y luego hay gente que me quiere, es lógico. Yo creo en la crítica constructiva, siempre sin faltar al respeto, por supuesto. No, ni me preocupa ni me molesta lo que puedan pensar. Tengo profundo respeto por las personas a las que no les gusto, siempre y cuando las formas sean las correctas, si me tuviera que preocupar por lo que la gente que no conozco piense de mí, no viviría. No sé si será un defecto o una virtud, pero yo nunca olvido, ni para bien ni para mal, el otro día me encontré con un cámara de televisión al que llevaba muchos años sin ver y fue una gran alegría. Siempre digo que la gente importante estáis detrás. Vengo de una familia humilde y no quiero olvidarme de ello. Hay periodistas que me han ayudado mucho, con una página en una revista o con media, y a lo mejor no soy un grandísimo cantante o un grandísimo actor.
Luego están las Redes Sociales, creo que estamos viviendo una época muy aprensiva, hay mucha difamación y muchos insultos para todos, no solo para los famosos. Yo le llamo “La cueva de los cobardes”. No tengo las redes sociales para presumir de seguidores, yo quiero calidad, no cantidad. “Viva la vida” ahora mismo me está dando otra vez popularidad, y que conste que si acepté volver a televisión, a un programa de corazón, fue por la presentadora, por el director y por los compañeros, hay muy buen rollo.
¿Has notado mucho cambio en tu nueva andadura televisiva?
La sensación que tengo, y eso que he ido siguiendo la televisión desde Italia, es como si no hubiera estado fuera nueve años, he vuelto y es lo mismo. No es una crítica, es una forma de televisión que gusta a una mayoría y es válido. Pero me siguen faltando otro tipo de programas. He aprendido a decir no, gracias a Sofía Loren, aunque ese “no” suponga no trabajar con alguien importante, creo que es mejor ganar menos y hacer lo que uno sienta.
Creo que estás en un buen momento profesional, y a nivel personal ha llegado a tu vida Rubén, ¿cómo vuelve a enamorarse Enrique?
Cuando Rubén apareció en mi vida yo venía de una situación muy dolorosa, me sentía estafado sentimentalmente y, me habían hecho mucho daño. Me había centrado en mi trabajo, tenía que cerrar heridas, pero el destino quiso que nos encontráramos después de unos cuantos años. Nos habíamos conocido en “Crónicas Marcianas”, pero por edad no pasó nada. A través de un amigo mío me encontró por las redes, y le parecí un madurito interesante, así que se puso en contacto conmigo. Yo al principio tuve muchas dudas, además no soy mucho de redes, pero empezamos a hablar, nos vimos y nos enamoramos como bestias. Cuando surgen así las cosas ¿por qué dejarlo pasar?, además, aquello fue muy importante para mí a muchos niveles, me dijo que él lo que quería era ir de la mano conmigo por la calle, poder darme un beso. No quería tener que ocultarse. Rubén Sánchez es un culturista y atleta internacional importante, y estaba dispuesto, por nuestro amor, a hacerlo público. Sé lo que ha arriesgado por esto, porque en su profesión existe mucha homofobia, y yo, con sesenta y cuatro años, ya estaba cansado de no tener esa libertad. Al que le guste bien, y al que no también.
¿Qué proyectos tienes ahora?
Voy a rodar ahora una serie en Berlín y Zúrich, en la televisión alemana, aunque creo que se verá en Netflix, con un productor muy importante que ha hecho la serie “El Submarino”. Para enero o febrero empezaré un rodaje en Roma, con la protagonista de la película “Blade Runer”, y casi seguro con Jeremy Irons. Y aquí, me gustaría mucho trabajar con los Javis, ellos pertenecen a esos jóvenes que entran en un juego tipo Almodóvar, modificando mucho a los artistas, cogiendo a personas que no son actores y convirtiéndolos en ello.