sábado, mayo 4, 2024

LO QUE NOS HAN ENSEÑADO…

Texto: Carmen Farto López. Especialista en Pedagogía Terapéutica

Empezamos un nuevo curso escolar y pienso que es un buen momento para echar la vista atrás y analizar qué hemos aprendido en la escuela de este tiempo de pandemia.

Nadie tiene duda que los grandes protagonistas han sido los sanitarios, a ellos les ha tocado esta vez ayudarnos con su buen saber hacer, con su esfuerzo sin límite y su gran generosidad. Teniendo esto claro, quiero dedicar este artículo a los que yo considero que han sido los otros grandes protagonistas, que no son otros que los niños/as y adolescentes y en especial a los más pequeños  los niños y niñas de 2 a 12 años.

En educación tenemos muy presente la idea de que los niños y niñas no son una “tabla rasa”, nunca partimos de cero con ninguna persona, cada una de ellas aporta su propio equipaje. Esta idea creo, que ahora más que nunca la tenemos que tener en cuenta al iniciar un nuevo curso. No podemos ni debemos empezar de cero, menos aún en este tiempo de pandemia en el que seguimos. Tenemos que ver entre toda la Comunidad Educativa qué hemos aprendido, qué cosas tenemos que mejorar, qué hay que cambiar, y aunque esto nos cueste más, qué cosas tenemos que dejar ya atrás porque no nos sirven para avanzar.  Pienso en los momentos de confinamiento y recuerdo las caritas de nuestros alumnos/as a través de la pantalla, una gran ventana que nos acercó un poquito más a las realidades de cada uno de ellos. Al gran esfuerzo que han hecho para seguir nuestras propuestas, de una forma a la que no estaban acostumbrados, pero siempre con una actitud positiva y con esas ganas de seguir aprendiendo y aportando. Es verdad que gracias a esa ventana nos dimos cuenta de las diferencias de cada uno de ellos, muchas de ellas por los diferentes contextos en los que se mueven y aquí es donde el profesorado volvió a constatar que la escuela tiene que ser el lugar donde se compensen todas estas desigualdades que dan mayor o menor oportunidad a nuestro alumnado.

Después del confinamiento llegó la vuelta a las aulas. Creo que muchos maestros y maestras estarán de acuerdo conmigo en el vértigo que sentimos. No saber qué iba a pasar, cómo íbamos a poder relacionarnos con nuestro alumnado, el miedo al contagio…pero el día que me encontré con ellos en el aula todos esos miedos desaparecieron. Ver en sus ojos toda la alegría que no podían expresar con sus bocas, fue un subidón de optimismo. Por supuesto también fue fundamental sentir la confianza que me dio el gran trabajo que durante este tiempo han hecho los equipos directivos de los centros, organizando protocolos, espacios, horarios etc. y  lo más importante, el gran apoyo emocional que nos han dado a pesar de la gran responsabilidad que estaban asumiendo en algo que era nuevo también para ellos.

Y comenzamos a dar clase, al principio como siempre lo habíamos hecho, pero fue entonces cuando nuestros niños y niñas empezaron a expresar lo que sentían, a expresar sus miedos, lo que había pasado en sus familias en ese tiempo encerrados, y entonces nos dimos cuenta que ya no podíamos enseñar igual. Había que dedicar espacios para que las emociones se pudieran expresar, unas veces de forma individual y otras en grupo. Nos dimos cuenta que si no hacíamos esto, las matemáticas, la lengua, el inglés…no iban a cobrar sentido para nuestro alumnado. Vimos que sus ganas de abrazar, de consolar a sus compañeros, de preocuparse por los que lo habían pasado peor, era tan importante para ellos que no había duda de que la educación emocional tenía que estar presente en la escuela de forma transversal sin excusas, sin peros.

Sin embargo, aún enseñándonos y demandándonos todo esto de forma clara, en este tiempo hemos visto como los adultos seguíamos discutiendo, en el mejor de los casos, si la escuela tiene o no que enseñar a nuestros niños y niñas, que hay personas diferentes con las que tenemos que empatizar, que las realidades de cada persona hacen que los caminos que se toman sean distintos a los nuestros, pero que esto no les hace peor o mejor persona, que al final todos necesitamos ser parte de un grupo que nos valora, nos acepta y nos hace sentirnos queridos.

Ojalá que este nuevo curso que empieza no lo haga con una tabla rasa, si no que aprovechemos todo el gran equipaje que hemos construido en un tiempo tan complicado.

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