Por Javier Cuenca
Rodrigo Cortés es un cineasta con vocación de ir contra corriente, de exprimir los diferentes géneros y sacarles todo el jugo posible. Echen, si no, un vistazo a su escueta pero interesante filmografía para comprobar que no hablamos de un realizador convencional: me estoy refiriendo al tipo que ideó toda una película alrededor de un hombre enterrado que sólo podía comunicarse con el exterior a través de un teléfono móvil. Pues eso.
“Escape”
Dirección: Rodrigo Cortés
Intérpretes: Mario Casas, Anna Castillo, Guillermo Toledo, José Sacristán, Blanca Portillo, Josep Maria Pou.
Género: Comedia.
Duración: 129 minutos.
Llegados a este punto, a nadie debería extrañar que la nueva obra cinematográfica de Cortés no transite por los cauces habituales. O lo haga de una manera que podríamos calificar como no habitual. Observen, si no, su argumento: un hombre que, tras sufrir la pérdida de su esposa en un accidente de tráfico, se siente tan culpable por ello (él iba al volante) que ya no encuentra acomodo alguno en la sociedad y pretende que lo encierren en la cárcel.
Así que esta especie de inadaptado, depresivo, que acude a un psiquiatra que no para de hablarle de la fábula de la rana y el escorpión, que vive con una hermana que intenta ayudarle, pero que no lo consigue, va a hacer todo lo posible para que le arresten y le condenen a prisión. Tan simple y tan surrealista como esto mismo.
Y lo que en manos poco hábiles podría haberse convertido en un desastre total, en las de Rodrigo Cortés adquiere dimensión de tragicomedia, de teatro del absurdo, de obra insólita y tan marciana por momentos que suscita incluso perplejidad. Y agárrense: un tal Martin Scorsese se ha lanzado a producirla y, según cuenta el cineasta español, ni siquiera quiso leer el guion antes de hacerlo, conocedor de su obra anterior y acaso plenamente convencido de su talento.
“Escape” tiene su origen en una novela escrita por Enrique Rubio, pero en palabras también de Cortés, le señaló al escritor que para llevarla a la pantalla habría que hacer algunos cambios. Ignoro cuáles han sido estos, si mucho de lo que se cuenta aquí estaba ya en el libro, pero sea como fuere, el autor de “Concursante” o “Luces rojas” ha diseñado un artefacto tan desquiciado como notable, tan hilarante como, por momentos, sombrío. Y le ha salido muy bien.