Por Sandra Cuenca/ Fotos cedidas por Roberto Manrique
Roberto Manrique es un reconocido y versátil actor ecuatoriano con una trayectoria que abarca la televisión, el cine y el teatro, tanto en su país natal como a nivel internacional. Inicialmente enfocado en el mundo de la comunicación y la publicidad, dio un giro inesperado a su carrera para dedicarse a la interpretación, descubriendo una profunda pasión por las artes escénicas.
A lo largo de su carrera, Manrique ha participado en numerosas producciones televisivas de gran éxito, consolidándose como un rostro conocido en Latinoamérica. Su talento y carisma lo han llevado a explorar también el cine y el teatro, donde ha demostrado su capacidad para abordar una amplia gama de personajes y formatos.
Más allá de su faceta actoral, Roberto Manrique es también un activista comprometido con causas ambientales y sociales. Su iniciativa «Juntos por la Tierra» es un claro ejemplo de su dedicación a la protección del planeta.
Actualmente, se encuentra de gira con su obra teatral unipersonal «El Juego de Ser Perfecto«, un valiente ejercicio de transparencia donde comparte experiencias personales. Además, tiene proyectos en España, donde se encuentra ahora ensayando «El Ansia«, escrita y dirigida por Ignasi Vidal, incluyendo la película «Al final todo va a estar bien«, lo que marca un nuevo capítulo en su carrera con la mirada puesta en el mercado europeo. Su historia es un testimonio de la búsqueda personal, el talento y el compromiso con el arte y el mundo que lo rodea.
Estudiaste Comunicación, incluso tuviste una Agencia de Publicidad. ¿Cómo comienzas en el mundo de la interpretación?
Así es, y no tenía en mente dedicarme a la actuación, estaba totalmente convencido de que lo mío iba a ser la publicidad. Me especialicé en Diseño Gráfico y, una vez que me gradué, estuve un año trabajando en mi propia agencia. En algún momento y de manera inesperada, me di cuenta de que no estaba contento con lo que hacía y cerré la agencia, necesitaba explorar otras opciones. En ese proceso de exploración, terminé viajando a Perú y allí junto a un amigo al que empecé a ver más a menudo, terminé tomando un taller de actuación. Fue una sorpresa inesperada que la vida me pusiera en ese camino y con ese taller supe que me quería dedicar a eso, encontré una sensación maravillosa en los ejercicios actorales iniciales y dije: «Sí, sí…Esto de crear con mi propio cuerpo es lo que más me gusta». Ahí entendí que ese Roberto publicista, por mucho que estuviera siendo creativo, estar en una oficina no era el espacio que yo necesitaba.
Regreso a Ecuador y pretendo estudiar la carrera, pero me sale trabajo de manera inesperada y con cierta rapidez, así que empiezo a trabajar. No comencé la carrera, pero si empecé a formarme mientras trabajaba. Yo siempre bromeo con el agradecimiento que tengo al publico de Ecuador, ya que han tenido la paciencia de ver en la televisión nacional, lo que tenía que haber sucedido dentro de un salón de clase.
¿Cómo recuerdas aquellos primeros trabajos como actor?
Pues los recuerdo muy intensos y con muchos nervios. Si dicen que la tensión es la muerte del actor, yo no sé como sobreviví. Porque claro, insisto, estaba empezando a descubrir lo que era esta carrera. Pero reconozco que también fue muy emocionante y viví con mucha ilusión y sorpresa la rapidez con la que conseguí trabajo. La conexión con ese canal de televisión vino un poco porque eran clientes míos cuando tenía la agencia de publicidad. También tuve la fortuna de que unos compañeros de la novela, que llevaban toda una vida haciendo teatro, me llevaron allí. Salté de la tele al teatro y fui intercalando proyectos durante dos o tres años, hasta que me di cuenta de que si quería hacer algo diferente en mi carrera, tenía que salir a buscarlo y así es como decido mudarme a Colombia en busca de una proyección internacional.
Si bien en Ecuador las cosas se dieron con facilidad y rápidamente empecé a trabajar, cuando me mudé a Colombia no fue así. Ahí viví una etapa desafiante y maravillosa de un par de años peleándola, hasta que finalmente mi carrera arrancó allí. Viví ese proceso interesante de tener que encontrar la magia de sobrevivir a los nuevos retos actorales.
Has hecho cine. De hecho, he visto que hay una película, «Translúcido», que estuvo nominada a los Goya aquí en España en el 2018, ¿no?
En realidad, no. No estuvimos nominados al Goya, fuimos seleccionados por Ecuador para intentar la nominación en la categoría de mejor película iberoamericana.
Entiendo. Entonces, de estos tres medios, ¿Dónde te gusta más actuar y por qué?
Sin duda en el teatro, por que hay algo de magia en todo el proceso, en el tiempo que requiere y en la etapa inicial de ensayos, desde ahí ya tiene una magia especial, ¿no?
En la tele, que es lo que más he hecho, definitivamente no hay eso, y más todavía en el tipo de tele que yo he hecho, porque también es cierto que he hecho series, sí, pero he hecho más novelas. Las novelas tienen una carga enorme de escenas y capítulos con un tiempo de producción muy reducido. No es un ritmo que permita desarrollar ese misticismo del teatro. La competencia con el cine es un poco injusta porque he hecho mucho más teatro. Quizás con más experiencia en cine mi opinión podría variar, pero por ahora, me quedo con el teatro.
Si te pregunto qué es lo más importante que te ha enseñado esta profesión, ¿Qué me dirías?
Lo más importante es que es una profesión que sucede absolutamente en el presente y en conexión con el otro. Creo que esas son dos cosas muy relevantes que podemos aprender, en general en la vida, como seres humanos.
Roberto, al buscar tu nombre en Google, lo primero que sale es «actor y activista ecuatoriano». Ya he investigado y veo que tu compromiso es total. Cuéntanos un poco cómo nace la campaña «Juntos por la Tierra», que me parece súper interesante.
¡Cómo no! Después de muchos años involucrado en temas ambientales y sociales, llegó 2019. Estaba entre temporadas de una serie en Colombia y, estando en Ecuador, nos informaron que no habría más temporadas. Me sorprendió, pero al tener ese tiempo libre inesperado, sentí que era el momento de hacer algo que tenía guardado hace años.
En 2015 hice un viaje solo por Ecuador, sin dinero ni teléfono, grabando con una GoPro. Se convirtió en una serie web maravillosa. Desde entonces quise repetir la experiencia, de forma más ambiciosa. En 2019, estando en un evento ambiental rodeado de activistas, con la COP25 en Santiago de Chile, decidí que mi nueva versión del viaje sería por Ecuador, Perú y Chile, solo y sin dinero, pero con la promesa de sembrar árboles como moneda de pago.
Aunque cancelaron la COP, mantuve mi objetivo gracias a una alianza con una gran reforestación en Chile. Así emprendí mi travesía. Las manifestaciones continuaron, la reforestación se canceló, y llegué a Chile con la promesa de plantar más de 33.000 árboles sin una forma cómoda de hacerlo. Esto terminó jugando a mi favor, obligándome a encontrar algo de mayor impacto. Despues, en 2020, lancé una serie web sobre mi recorrido, invitando a la gente a registrarse para que se plantara un árbol en su nombre, y participaban en un sorteo por un crucero a Galápagos carbono-neutro. Terminamos plantando más de 261.000 árboles, digamos que se saldó la deuda con creces. Algo interesante del viaje es que fui literalmente solo y sin dinero. Entregué mi billetera al inicio en una ceremonia chamánica y la recuperé en Santiago de Chile, viajando absolutamente sin nada.
También has creado una fundación, Desafío Ecuador.
Sí, eso fue un poco antes, en 2016, a raíz del terremoto en Ecuador. Yo vivía fuera, pero estaba de visita y al día siguiente logré ir al epicentro. Estuvimos allí un mes completo, dando respuesta a la emergencia inmediata y comprometiéndonos a largo plazo, construyendo una escuela. De hecho, este año estamos retomando proyectos.
Roberto, estás de gira con «El Juego de Ser Perfecto», una obra que describes como una especie de monólogo donde compartes historias muy personales. ¿Qué te impulsó a crear esta pieza tan íntima?
Vengo de un proceso profundo en los últimos 20 años, que se ha intensificado recientemente. He sentido cada vez más la necesidad de conectar conmigo mismo, de ir soltando capas, a veces muy sutiles, de cómo la vida, la sociedad, la familia y las expectativas me han moldeado. Esto ha permitido que mi esencia surja de una manera más libre. Hablar de mi sexualidad en 2021 fue un paso importante en ese camino, entre otros sucesos.
Mi relación con la industria hoy es muy diferente, mucho más genuina. Y en 2023, estando en México buscando nuevos horizontes, me pregunté: ¿Qué traigo al mundo? ¿Cuál es mi propuesta? Y de repente, un día, meditando en una iglesia, lo vi claro: iba a hacer un unipersonal sobre mi vida. Llamé al director con el que ya había trabajado en otro monólogo y le dije: «Voy a hacer esto». Y la respuesta fue inmediata. Sentí una necesidad muy fuerte de compartir este proceso que ha cobrado tanta fuerza en mí. Así nació «El Juego de Ser Perfecto«.
Ya has estrenado la obra en Quito y Bogotá. ¿Cómo ha sido la acogida del público ante esta propuesta tan personal?
Estoy encantado. Ha sido increíble. Bogotá es mi segundo hogar, como sabes por el tiempo que viví allí. Y fue… bueno, primero que nada, ¡qué vértigo! Hacer una obra donde me desnudo de una manera tan profunda, con la mayor transparencia posible. Me lanzo a desnudar mi alma. Bromeo diciendo que en la promoción desnudo un poco más del alma, porque en la obra la desnudez relevante es la interior. Ha sido hermoso confirmar que la gente recibe ese nivel de entrega, apertura y transparencia de una manera muy especial. Me siento muy agradecido y conectado con el público. Nos ha ido muy bien, con «sold out» casi siempre tanto en Quito como en Bogotá. Y tener esa conexión con el público es lo más especial.
¿No te ha dado miedo mostrarte tal cual? Decir: «Aquí estoy, este soy yo».
¡Sí, claro, claro! Por supuesto. Pero he sentido muy claramente que estoy en el momento adecuado para atravesarlo sin que ese miedo me paralice. Da vértigo, da susto. No es fácil contar tus mayores traumas y vicios, cosas que quizás nadie más ha sabido, etapas de excesos. Sin duda, hay un ejercicio de decir: «Ok, no tienes idea, pero este he sido yo. Y no te preocupes si tú también has estado así o perdido en algún momento o estás así ahora, porque somos humanos. Lo que no debe suceder es que vivamos en función de los otros, sino en función de ti». Así que sí, es un ejercicio desafiante. Incluso sé que la gente se incomoda porque se sorprende de esta profundidad en escena, pero para mí ha llegado el momento de hacerlo.
También recuerdo cuando leí la obra a mi madre y a mi hermano, que son los dos personajes vivos más presentes en la obra. Mi madre, después de decirme que me apoyaba totalmente, por la noche me dijo: «Mi hijito, ya me entraron dudas… ¿y si la gente reacciona mal, se decepciona o se entristece?«. Y yo le dije: «Mamá, estoy listo. Pues no me importa. Que me dejen de seguir«. Un poco altanero, casi.
Luego la vida me dio una pequeña lección sobre no dar por sentado que estás preparado para todo. Publiqué el primer avance de la obra con una frase sobre mis primeras experiencias sexuales con chicas y luego con un chico, y recibí muchos comentarios de decepción de la comunidad LGBTI, cuestionando mi autenticidad. Eso me puso un poco en mi lugar y abordé la temporada con más humildad.
¿Esta obra te ha servido un poco como terapia, Roberto? En lugar de ir a un psiquiatra o psicólogo… ¿Sientes que al revivir estos momentos te enfrentas a ti mismo y a tus miedos?
Absolutamente. Es una sanación constante. Es muy evidente cómo el rol que ha llegado a cumplir en mi vida tiene que ver con eso de distintas maneras, en distintos aspectos y etapas. Por ejemplo, incluso el final de la obra en Quito cambió para Bogotá por un sueño que tuve sobre la muerte de mi padre. Me recordó algo trascendental sobre mi relación con su partida, al punto de modificar el final. En la obra hay fotos que representan cajas, mis recuerdos y experiencias. Voy abriendo cajas y recordando. En este sueño, una caja que había olvidado se abrió, y mi inconsciente me dijo: «¡Ah, ah, acuérdate de esto!». Así que sí, es un proceso muy interesante.
¿Dónde vas a estar presentando «El Juego de Ser Perfecto» próximamente?
Ahora estamos en Miami. Tenemos Guayaquil el 16 de julio. Curiosamente, Guayaquil, mi ciudad natal, aún no se ha dado por cosas de la vida, cosas que siento que me dicen: «¡No tienes que afrontar ese público tan desafiante todavía! Puedes ir un poco más preparado después de otros escenarios». Es raro que aún no se haya dado. Luego tenemos Panamá el 22 de julio. Y teníamos Barcelona para el 26 de abril, pero hemos decidido posponerlo. Espero volver a varias ciudades de España e Italia antes de que acabe el año.
Ahora hablemos de tus proyectos teatrales aquí en España. Sé que estás ensayando «El Ansia», escrita y dirigida por Ignasi Vidal. ¿Cómo es tu personaje?
Bueno, son dos personajes. «El Ansia» cuenta dos historias de amor que suceden en paralelo. Una en el presente, donde dos personas, Andrés y Hanna, se conocen cuando descubren que sus padres octogenarios están teniendo un romance tras enviudar. Al intentar entender esta situación, ellos también desarrollan su propia historia y descubren a sus padres como seres humanos complejos, más allá de la idealización. En paralelo, viajamos al pasado para ver el romance de sus padres treinta años atrás, cuando se conocieron y se enamoraron estando casados con otras personas, lo que les impidió vivir su amor hasta ahora. Yo interpreto a Andrés y a Daniel del pasado, y mi compañera Giovanna Andrade interpreta a las dos mujeres.
¿Cuándo y dónde estrenáis «El Ansia», Roberto?
Estrenamos en Quito, en El Teatro CSI el 22 de mayo. Luego estaremos a finales de junio en Guayaquil, en el Teatro Sánchez Aguilar.
¿Habías trabajado antes aquí en España?
Sí, hice una obra de teatro muy pequeña e independiente en Madrid durante un fin de semana en 2012 o 2013. Fue algo inesperado y maravilloso. También filmé una película en Almería, «Santiago Apóstol«.
¿Y te gustaría trabajar aquí en algo más grande, como una serie o una película?
¡Me encantaría! Y bueno, lo digo abiertamente, estoy con toda la intención de empezar seriamente a pensar en mudarme aquí. No es una decisión tomada, pero hace poco me di cuenta de las ganas que tengo de vivir en España. Así que pronto me tendrán por aquí.
Tengo un proyecto más aquí en España, voy a filmar una película en Cuenca. Estaremos filmando con Mono con Pistolas, la productora. La película se llama «Al final todo va a estar bien«, y la protagonista es Esther Acebo, con quien ya filmé un cortometraje en Madrid en 2020. Así que es nuestro segundo encuentro con la productora y con Esther como actriz.