sábado, septiembre 27, 2025

Turismo responsable: cómo viajar sin destruir lo que amas

Por José Agustín Solís

Viajar es una de las experiencias más enriquecedoras que puede tener una persona. Explorar nuevos paisajes, sumergirse en culturas distintas, probar sabores exóticos y conocer realidades diferentes es una forma única de expandir horizontes. Sin embargo, el crecimiento explosivo del turismo a nivel mundial ha traído consigo consecuencias preocupantes que ya no pueden ignorarse. El turismo responsable surge como una respuesta necesaria y urgente frente al impacto que genera la masificación de los viajes.

Durante años, el turismo fue promovido como una actividad positiva en todos los aspectos: motor económico, generador de empleo y vehículo para el entendimiento cultural. Y si bien todo esto sigue siendo cierto, también se ha hecho evidente el lado oscuro de esta industria. El turismo masivo ha provocado problemas como la saturación de destinos, el daño a ecosistemas frágiles, la pérdida de identidad cultural y la gentrificación de zonas históricas. Ciudades como Venecia, Barcelona o Ámsterdam han tenido que enfrentar protestas de sus propios habitantes, cansados de ver cómo su vida cotidiana se ve afectada por la avalancha de visitantes.

El turismo responsable no busca eliminar los viajes, sino replantear la forma en que se realizan. Se basa en principios como el respeto por el entorno, la sostenibilidad medioambiental, la equidad social y la valorización de las culturas locales. Implica tomar decisiones conscientes antes, durante y después del viaje: desde el medio de transporte elegido hasta la interacción con las comunidades locales.

Uno de los pilares del turismo responsable es el respeto por el medio ambiente. Esto implica minimizar la huella ecológica, optar por medios de transporte menos contaminantes como el tren, reducir el uso de plásticos y alojarse en lugares que implementen prácticas sostenibles. También incluye evitar actividades que exploten animales o que alteren el equilibrio de los ecosistemas, como los paseos en elefante, la compra de productos hechos con especies protegidas o el buceo irresponsable en arrecifes de coral.

A nivel global, hay destinos que están marcando la pauta en esta transición hacia un turismo más consciente. Costa Rica, por ejemplo, ha apostado por el ecoturismo como modelo de desarrollo. Más del 25% de su territorio está protegido y sus parques nacionales reciben miles de visitantes interesados en disfrutar de la naturaleza sin dañarla. Eslovenia, por su parte, ha sido reconocida como uno de los países más verdes del mundo, integrando la sostenibilidad en su estrategia turística con políticas que promueven la movilidad eléctrica, el reciclaje y la conservación del patrimonio natural y cultural.

También está el caso de las Islas Faroe, que en 2019 cerraron temporalmente sus puertas al turismo tradicional para realizar labores de mantenimiento ambiental con la ayuda de voluntarios. Este gesto simbólico no solo atrajo la atención mediática, sino que demostró un compromiso real con la preservación del entorno.

Pero el turismo responsable no es solo una tarea de los destinos, también es una responsabilidad del viajero. Para adoptar una actitud consciente, es clave informarse previamente sobre la cultura, las costumbres y las necesidades del lugar que se visita. Elegir alojamientos gestionados por locales, consumir productos de la zona y participar en actividades que beneficien directamente a la comunidad son formas efectivas de aportar positivamente.

Otra dimensión esencial es la del turismo cultural. Muchos viajeros se sienten atraídos por la historia, el arte y las tradiciones de los lugares que visitan. Sin embargo, este interés debe ir acompañado de una actitud respetuosa. No todo lo que es exótico para el turista es un espectáculo para consumir. Ceremonias, rituales o vestimentas tradicionales no deben ser tratadas como atracciones, sino como expresiones vivas de una cultura que merece ser comprendida y respetada.

El turismo responsable también invita a cuestionar la velocidad con la que se viaja. En un mundo hiperconectado y dominado por las redes sociales, muchos se embarcan en maratones turísticas para acumular fotos, likes y check-ins. Frente a eso, el «slow travel» o turismo lento propone un enfoque distinto: viajar menos, pero con mayor profundidad. Pasar más tiempo en un solo lugar, conectar genuinamente con su gente, aprender su idioma y saborear su cocina son formas de viajar que enriquecen tanto al visitante como a la comunidad anfitriona.

La tecnología, bien utilizada, puede ser una aliada del turismo responsable. Existen apps que ayudan a identificar alojamientos ecológicos, calcular la huella de carbono del viaje o descubrir iniciativas comunitarias. Incluso las redes sociales, si se usan con criterio, pueden servir para visibilizar buenas prácticas y dar a conocer proyectos sostenibles.

Por otro lado, también se debe hablar del papel que juegan los influencers y creadores de contenido en la promoción del turismo responsable. Al tener un gran alcance, sus decisiones y recomendaciones impactan directamente en la forma en que sus seguidores viajan. Por eso, es importante que usen su voz con responsabilidad, promoviendo un turismo consciente en lugar de alimentar tendencias nocivas como la sobreexposición de destinos frágiles.

En este contexto, los gobiernos y las agencias de viajes también tienen un rol fundamental. Es urgente que se desarrollen políticas públicas que regulen el flujo turístico, protejan los recursos naturales y promuevan una economía que beneficie a los habitantes locales. A su vez, las agencias pueden contribuir ofreciendo paquetes sostenibles, capacitando a sus empleados en prácticas responsables y sensibilizando a sus clientes sobre el impacto de sus decisiones.

En resumen, el turismo responsable no es una moda pasajera, sino una necesidad frente a los desafíos del siglo XXI. Requiere un cambio de mentalidad tanto en quienes viajan como en quienes reciben a los viajeros. Implica renunciar a ciertas comodidades y asumir un rol activo en la protección del planeta y sus culturas. Viajar con responsabilidad es una forma de devolverle algo al mundo que tanto nos da cuando salimos a descubrirlo.

Es posible disfrutar de los viajes sin contribuir a la degradación del entorno. Solo hace falta voluntad, información y empatía. Si cada viajero toma decisiones conscientes, el impacto colectivo puede ser enorme. Al final, el turismo responsable no solo mejora la experiencia del viaje, sino que asegura que las generaciones futuras también puedan maravillarse con la belleza del mundo tal como la conocemos hoy.

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