Por Laura Fernández Rodríguez
En un mundo cada vez más digitalizado, donde las redes sociales se han convertido en una extensión de nuestra vida cotidiana y nos permiten estar constantemente conectados, nos exponemos a gran cantidad de interacciones que, a menudo, sobrepasan los límites del respeto y la libertad individual. Por tanto, el consentimiento sexual ha adquirido cada vez más terreno y relevancia y es la base para poder relacionarnos, aunque ha derivado en nuevos desafíos sobre cómo entender y respetar los límites personales en el ámbito sexual. Frecuentemente, experimenta nuevas formas en este espacio tan virtual, donde lo que en un primer momento parecía claro y directo, se vuelve cada vez más confuso y problemático. Sin embargo, es esencial para prevenir la violencia sexual.
En este sentido, la Ley Orgánica de Garantía Integral de la Libertad Sexual, o más conocida como “Ley de solo sí es sí”, ha sido un gran avance para entender el consentimiento sexual, ya que establece que cualquier acto sexual debe tener aprobación explícita, clara y afirmativa de todas las partes involucradas, es decir, si una persona no da su consentimiento de forma clara y explícita, o lo retira en algún momento la actividad debe parar inmediatamente.
Las plataformas digitales, sin duda, han transformado la forma en la que nos relacionamos debido al acceso instantáneo y universal a mensajes, imágenes, vídeos y audios. En cambio, este acceso conlleva nuevos desafíos, ya que el permiso no puede darse por supuesto. De hecho, es necesario que todas las partes involucradas estén de acuerdo de forma clara, libre y consciente en las funciones que van a desempeñar para que exista consentimiento sexual. En el contexto digital hace referencia al intercambio de contenido explícito, conversaciones de carácter sexual, videollamadas o cualquier otro tipo de interacción intima que ocurra en cualquier plataforma, aunque si es cierto que las más destacadas son Instagram, WhatsApp y X.
Es clave entender que el consentimiento no se puede dar por hecho. Muchas veces las personas piensan que las acciones a través de las redes sociales son aceptables, pero no se han acordado con anterioridad y esto puede llevar a situaciones incómodas, peligrosas e incluso ilegales, como podrían ser el acoso o la difusión de imágenes privadas sin permiso.
Existe una prioridad en la privacidad, el respeto y la independencia, porque a pesar de hacerlo aparentemente de forma inofensiva, puede tener repercusiones graves. Es fundamental asegurarse que ambas partes están de acuerdo antes de compartir cualquier tipo de contenido íntimo o participar en cualquier conversación sexual, al igual que se deben respetar de inmediato los límites si una de las partes no quiere seguir o se siente incómoda. Las redes sociales son plataformas muy accesibles que permiten difundir contenido de forma muy rápida, pero el consentimiento debe ser respetado.
La intimidad y la privacidad pueden peligrar en un solo clic en este mundo tan digital en el que vivimos. Una de las prácticas más problemáticas y, a su vez, frecuentes que se ha disparado en los últimos años es el “sexting”, común en jóvenes o adolescentes que a través de los dispositivos encuentran una vía para explorar su sexualidad. En este caso, envían contenido sexual como imágenes o vídeos explícitos sin el consentimiento de la otra persona, El “sexting”, por sí solo, no supone un delito cuando la persona que envía el contenido lo hace de forma voluntaria, y es plenamente consciente de lo que supone. Sin embargo, es importante entender que cualquier material que se comparta a través de Internet puede ser distribuido sin permiso.
Vulnerar el consentimiento y aprovecharse de la vulnerabilidad de las personas puede conllevar a conductas delictivas como la “sextorsión”, qué ocurre cuando una persona es presionada, amenazada o engañada para que envíe el material íntimo. En caso de que la víctima acceda la persona que recibe el material íntimo y lo difunde sin su aprobación a través de cualquier plataforma se enfrentaría al delito de revelación de secretos, que podría dejar graves secuelas en la víctima y se conoce como “revenge porn” o pornografía de venganza. En el caso de que la difusión sea por parte de una pareja o expareja y con intención de hacer daño, se consideraría una forma de ciberviolencia de género.
Es importante educar sobre el consentimiento sexual, tanto en el mundo físico como en el digital, donde la intimidad puede ser fácilmente vulnerada y, así crear un entorno en el que todas las personas se sientan segura con sus decisiones y sobre todo, con sus cuerpos. El “sexting” es una práctica de validación de todas las partes y que, además, debe respetar la privacidad, porque solo sí, es sí.