Por Duaa Naciri Chraih
Llega el verano, el calor, las cenas al aire libre, los paseos al atardecer… y también los mosquitos. Esos pequeños enemigos invisibles que aparecen cuando menos lo esperas. No hacen ruido, no los ves venir, pero ahí están: dejando su firma en forma de ronchas molestas. Y siempre hay una persona del grupo que se lleva la peor parte. Mientras unos terminan la noche tranquilos, otros acaban contando las picaduras como si fuera una competición involuntaria. ¿Por qué pasa esto? ¿Es cosa de la piel, del olor, del karma? Lo cierto es que la ciencia tiene algunas respuestas, y lo curioso es que muchas veces no tienen nada que ver con lo que solemos imaginar.
Para empezar, hay que aclarar algo básico pero importante: no todos los mosquitos pican. Solo lo hacen las hembras, y no por fastidiar, sino porque necesitan ciertas proteínas presentes en la sangre para poder desarrollar sus huevos. Es decir, nos pican porque somos una especie de “recarga” nutritiva para ellas. Pero no eligen a cualquiera al azar: algunas personas les resultan mucho más atractivas que otras. Y no, no es por tener la sangre más dulce. Ese es un mito muy extendido, pero no hay ninguna base científica detrás.
Lo que sí influye es el olor corporal, que puede parecer una tontería, pero en realidad es como un perfume invisible que cada uno lleva puesto sin darse cuenta. Los mosquitos tienen un olfato finísimo y son capaces de detectar a las personas desde varios metros de distancia. Les atraen ciertas sustancias que liberamos a través del sudor o la piel, como el ácido láctico o el dióxido de carbono que exhalamos al respirar. Cuanto más emitimos, más llamamos su atención. Y esto varía mucho de una persona a otra. Hay quien, simplemente, tiene un «olor natural» que los mosquitos encuentran irresistible. Pero aquí entra algo aún más interesante: la genética. Sí, nuestros genes influyen en cómo huele nuestro cuerpo. También en cómo funciona nuestra piel, en qué bacterias viven sobre ella y hasta en cosas tan sorprendentes como el grupo sanguíneo. De hecho, hay estudios que indican que las personas con grupo 0 son picadas con más frecuencia que las del grupo A o B. No se sabe exactamente por qué, pero parece estar relacionado con señales químicas que el cuerpo emite, y que los mosquitos saben interpretar mejor de lo que nos gustaría.
Tampoco podemos olvidar el factor temperatura corporal. Los cuerpos más cálidos ya sea porque sudan más, porque acaban de hacer ejercicio o simplemente porque son así resultan más atractivos. También la piel húmeda les llama más la atención. Y si a eso le sumas ropa oscura que les gusta más que la clara, perfumes dulces o zonas con poca ventilación, tienes el cóctel perfecto para ser su objetivo favorito.
Y luego están los hábitos. Hay personas que atraen más a los mosquitos sin saberlo porque, por ejemplo, pasan mucho tiempo al aire libre en horas clave al amanecer o al atardecer, viven cerca de zonas con agua estancada o usan cremas muy perfumadas. Pequeños detalles que, sumados, pueden marcar la diferencia entre pasar la noche sin picaduras o terminar como un colador. Eso sí, no todo es tan claro. Hay quien sigue todas las recomendaciones y aun así los mosquitos lo eligen, una y otra vez. En esos casos, probablemente la explicación esté en una combinación de factores genéticos, hormonales y ambientales difíciles de controlar. Y lo más frustrante es que no hay forma de “dejar de gustarles”. Solo queda protegerse.
¿Cómo? Hay varias opciones. Los repelentes siguen siendo la primera barrera útil, sobre todo los que contienen DEET, icaridina o citronela. También ayuda dormir con mosquiteras, evitar los perfumes muy intensos, usar ropa ligera pero que cubra la piel, y mantener ventanas cerradas al anochecer si no tienes protección. Y si ya te han picado, lo mejor es no rascarse, aunque cueste. Rascar solo empeora la inflamación y puede dejar marcas.
Como ves, no es un tema de superstición ni de tener mala suerte. Si a ti siempre te pican y a tu pareja no, no es que estés haciendo algo mal. Probablemente tu cuerpo tiene algo olor, calor, química que simplemente los atrae más. No es algo que puedas cambiar del todo, pero sí puedes entender por qué ocurre… y tomar algunas medidas para no ser su blanco favorito.