sábado, septiembre 27, 2025

Recuperar tu estilo sin pensar en el qué dirán

Por Duaa Naciri Chraih

Durante mucho tiempo, la moda se ha vivido como una especie de exigencia silenciosa. Qué se lleva, qué queda bien, qué toca ponerse en cada ocasión. Y, sobre todo, qué van a pensar los demás. Esa presión, a veces sutil, otras evidente, ha acompañado a muchas mujeres desde siempre. Pero llega un momento a veces a los treinta, a veces mucho antes o mucho después en que una se pregunta: ¿y si empiezo a vestirme solo para mí?

Parece una idea simple, pero en la práctica no siempre lo es. Porque el estilo personal no nace de la noche a la mañana, y menos si llevamos años poniéndonos lo que “toca” en lugar de lo que realmente nos gusta. Recuperar tu forma de vestir como un acto de expresión y no como una respuesta al juicio ajeno requiere desaprender muchas cosas. Requiere, en realidad, volver a escucharte. Saber qué te hace sentir cómoda, qué prendas te representan, qué colores te alegran el día o qué cortes te abrazan bien. Y eso no tiene nada que ver con las modas.

La moda puede ser una herramienta fantástica si la usas a tu favor. Pero también puede convertirse en una carga si se convierte en una carrera por encajar. Vestirse solo en función de lo que dictan las tendencias deja fuera algo fundamental: la identidad. Porque al final, cada cuerpo, cada rutina, cada historia necesita su propio armario. No tiene sentido que todas vistamos igual si todas vivimos distinto. Vestirse para una misma no significa desentenderse del exterior, ni negar lo bonito de sentirse bien por fuera. Todo lo contrario. Significa tomar el control de ese “afuera” para que sume, no para que condicione. Hay días en los que una se siente fuerte con un vaquero y camiseta básica. Otros en los que apetece un vestido largo, con estampado llamativo. Y otros en los que, simplemente, lo importante es la comodidad. Todas esas formas de vestir son válidas si nacen desde dentro, no desde la obligación.

A veces, redescubrir el estilo propio pasa por un ejercicio muy práctico: abrir el armario y revisar qué te estás poniendo realmente. Cuántas prendas usas por costumbre, cuántas por no salir de la norma, cuántas porque “tapan” más que porque expresan algo. Y cuántas, de verdad, te representan. No se trata de hacer una limpieza radical ni de tirarlo todo, sino de observarte sin juicio. Preguntarte qué te apetece llevar, sin pensar en la mirada ajena. Y poco a poco, ir tomando decisiones más conscientes.

La presión del “qué dirán” no siempre es externa. Muchas veces está tan interiorizada que ni siquiera hace falta que nadie opine. Aparece sola, en forma de autocensura: esto me queda mal, esto es demasiado, esto no es para mi edad, esto no es serio. Son frases que se repiten como un eco, y que terminan apagando la posibilidad de juego, de expresión, de alegría. Porque la ropa también es eso: una forma cotidiana de mostrar cómo te sientes o cómo te quieres sentir.

Vestirte para ti es también permitirte cambiar. No estar siempre igual. Poder pasar de un estilo a otro sin necesidad de justificarlo. Porque una mujer no es una etiqueta ni una categoría cerrada. Puede ser clásica y rebelde, neutra y colorida, minimalista un lunes y maximalista un sábado. Y todo está bien si tiene sentido contigo. Lo interesante es que, cuando empiezas a vestirte desde ese lugar más libre, también cambia cómo te sientes contigo. No porque te veas “mejor”, sino porque dejas de exigirte encajar. Se abre un espacio nuevo, menos rígido, más tuyo. Y lo que antes era un quebradero de cabeza qué ponerme, cómo combinar, qué dirán si me ven así se convierte en un juego más amable. Porque dejas de mirar hacia fuera todo el rato, y empiezas a mirarte a ti.

Eso no significa que el estilo propio sea algo cerrado o inamovible. Todo lo contrario. Es un proceso que cambia con el tiempo, con los momentos vitales, con la forma en que te entiendes a ti misma. Por eso es importante permitirte explorar. Probar prendas nuevas, combinar cosas que nunca antes te habías atrevido, o rescatar piezas antiguas que aún tienen algo que decir.

Vestirte para ti no es una tendencia. Es una forma de estar en el mundo. De habitar tu cuerpo con respeto y decisión. De decir sin palabras cómo te sientes hoy. No siempre es fácil. Pero cuando lo consigues, aunque sea solo algunos días, algo cambia. Y, en realidad, no hace falta que nadie lo entienda… porque ya lo entiendes tú.

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