Romper silencios y ganar complicidad en la pareja

Por Duaa Naciri Chaih

En una relación de pareja se habla de muchas cosas: de los planes del fin de semana, de las preocupaciones del trabajo, de la familia, incluso de los pequeños detalles de la vida diaria. Pero cuando toca hablar de sexo, de deseos o de lo que no nos convence en la intimidad, a menudo aparecen los silencios, la vergüenza o los nervios. La sexualidad sigue siendo un tema delicado para muchas personas y, sin embargo, es una de las bases de la conexión y la complicidad en pareja. Aprender a hablar de ello sin tabúes no solo ayuda a mejorar la vida sexual, también fortalece la relación en general y crea un vínculo más auténtico.

La falta de comunicación en este terreno suele venir acompañada de miedos: el miedo a incomodar, a herir al otro, a que nos juzguen o a que se piense que ya no estamos satisfechos. Mantener estas inquietudes en silencio provoca justo lo contrario de lo que se busca: crea distancia, incomprensión y frustración. Una pareja no puede adivinar lo que el otro desea o necesita; por eso la única manera de avanzar es a través de la palabra, con naturalidad y respeto. Al igual que pedimos ayuda cuando algo no va bien en el día a día, también es sano pedirla en la intimidad. Un primer paso sencillo es cambiar la forma en que pensamos sobre el sexo. No es un tema prohibido ni mucho menos vergonzoso, sino un aspecto normal de la vida en pareja. Igual que se habla de cómo repartir las tareas de casa o de qué destino elegir para las vacaciones también se puede hablar de lo que nos gusta en la cama, de lo que nos incomoda o de las fantasías que queremos compartir. Al fin y al cabo, el sexo forma parte del bienestar físico y emocional, y vivirlo desde el silencio es como renunciar a una parte importante de la relación. Es cierto que iniciar la conversación puede dar reparo. Por eso conviene elegir bien el momento. No hace falta abordarlo justo después de una discusión o en medio de la intimidad; a veces un paseo, una sobremesa tranquila o un rato en el que ambos estén relajados puede ser el mejor escenario. La clave está en plantearlo como un diálogo, no como una crítica. Decir “me gustaría probar…” o “me encanta cuando hacemos…” suena muy distinto a “nunca haces esto” o “no me gusta lo otro”. El lenguaje positivo abre puertas; el negativo, en cambio, las cierra y levanta muros difíciles de derribar.

También es importante escuchar. La sexualidad no consiste solo en decir lo que uno quiere, sino en prestar atención a lo que la otra persona necesita.  Escuchar con calma, sin interrumpir ni juzgar, y mostrar interés sincero son gestos que realmente importan. Muchas veces no hace falta buscar soluciones inmediatas; lo que de verdad ayuda es crear un ambiente de confianza donde ambos se sientan cómodos para expresarse sin miedo. En esos momentos, la empatía vale tanto como las palabras.

Además, la conversación sobre sexualidad no se limita a lo que pasa en la cama. También es una oportunidad para compartir inseguridades, miedos o complejos y descubrir que la otra persona nos acepta tal como somos. Abrirse así puede dar un poco de vértigo al principio, pero casi siempre es un paso enorme hacia la complicidad. Cuando una pareja consigue hablar de lo que le incomoda sin miedo al rechazo, la confianza crece y la relación se fortalece.

En todo esto, también hay que tener en cuenta la influencia de las redes sociales, las películas o la pornografía, que muchas veces generan expectativas poco realistas sobre cómo debería ser la intimidad. Ver cuerpos perfectos o escenas donde todo parece fácil y perfecto puede hacer que creamos que nuestra vida íntima debería ser igual, aunque la realidad sea muy distinta. Pero la realidad es distinta, y hablarlo en pareja ayuda a separar lo que es ficción de lo que de verdad funciona para los dos. La intimidad no tiene que parecerse a lo que otros muestran; lo importante es lo que ambos disfrutan y construyen juntos. Reírse también puede ser un buen aliado. El humor en la intimidad no resta seriedad, al contrario: quita tensión, acerca a la pareja y ayuda a que el sexo se viva de forma más natural. Poder bromear sobre lo que no sale como se esperaba o sobre un momento torpe es otra forma de complicidad. No todo tiene que ser perfecto, pero sí puede ser divertido y auténtico.

No todo se soluciona de inmediato al tratar temas de sexualidad, pero dedicar tiempo a hablar de ello puede transformar mucho la relación, porque ayuda a generar confianza, fortalece el vínculo y hace que ambos se sientan más conectados, como si se abriera una puerta que siempre estuvo cerrada y detrás de la cual no hubiera miedo, sino nuevas formas de acercarse. Incluso los pequeños gestos como preguntar “¿te gusta?” o decir “me encantó lo de ayer”, pueden marcar una gran diferencia y acercar a la pareja más de lo que parece.

Mantener la comunicación abierta en pareja sin tabúes no solo mejora la vida íntima, sino que también crea un espacio de confianza donde hablar de cualquier cosa se vuelve más fácil y natural, un lugar en el que ambos pueden mostrarse tal como son. La verdadera intimidad no se mide únicamente por el contacto físico, sino por la capacidad de mirarse a los ojos, de hablar con sinceridad y de sentirse escuchados. Construyendo así una conexión que va más allá de lo que ocurre en la cama. Y, como ocurre en casi todos los aspectos de la vida, todo empieza con una buena conversación.

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