Acerca del desarrollo urbano ¿Sostenible?

Texto: Marta Montoya Barroso

Mauricio Bouskela, Especialista Senior en la División de Vivienda y Desarrollo Urbano del Banco Interamericano de Desarrollo, hace años mencionaba que para que una ciudad sea considerada inteligente debe incorporar aspectos vinculados con la mejora de su gobernanza, planificación e infraestructura, de forma tal que esto se vea reflejado en sus ciudadanos. Una ciudad es inteligente cuando coloca a las personas en el centro del desarrollo, suma las tecnologías de la información y la comunicación en la administración urbana e instrumenta mecanismos de planificación colaborativa y participación ciudadana (Bouskela,2016).

Según un informe sobre cambio climático y temas ambientales publicado por ONUHábitat el 18 de septiembre de 2019, las ciudades son responsables del 70% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (Vollmann, 2019).

Pero, qué es una ciudad inteligente, ¿la que apuesta por un nuevo modelo de gestión urbana, capaz de responder de manera integral a las necesidades de sus habitantes?

Desde mi punto de vista, es aquella capaz de dar respuesta desde un punto de vista técnico a las necesidades de los ciudadanos en los ámbitos de movilidad, planeamiento, gobierno, economía, energía y medio ambiente.

Hoy en día, nuestras urbes son el principal “Hábitat” para la mayoría de los habitantes del planeta. Un estudio de la Red de Investigación en Cambio Climático Urbano calcula que para el 2050 la cantidad de habitantes urbanos casi se duplicará, pasando de los 3.400 millones que hay actualmente a 6.300 millones de habitantes urbanos.

Más de la mitad de la población mundial vive hoy en zonas urbanas. En 2050 esa cifra habrá aumentado a 6.500 millones de personas, dos tercios de la humanidad. No es posible lograr un desarrollo sostenible sin transformar radicalmente la forma en que construimos y administramos los espacios urbanos.

El rápido crecimiento de las urbes en el mundo en desarrollo, en conjunto con el aumento de la migración del campo a la cuidad, ha provocado un incremento explosivo de las mega urbes. En 1990 había 10 ciudades con más de 10 millones de habitantes en el mundo, en 2014 la cifra había aumentado a 28 ciudades donde viven en total cerca de 453 millones de personas.

La extrema pobreza suele concentrarse en los espacios urbanos, y los gobiernos nacionales y municipales luchan por absorber el aumento demográfico en estas áreas.

Mejorar la seguridad y la sostenibilidad de las ciudades implica garantizar el acceso a viviendas seguras y asequibles y el mejoramiento de los asentamientos marginales.

También incluye realizar inversiones en transporte público, crear áreas públicas verdes y mejorar la planificación y gestión urbana de manera que sea participativa e inclusiva.

Las ciudades con mejor calidad de vida son aquellas capaces de comprometer e involucrar a su ciudadanía en su cuidado y desarrollo sustentable, es un primer paso en el discurso, en la instalación de una convicción que requiere materialización concreta; responder a la pregunta ¿Cómo humanizar la ciudad?

La especie humana es profundamente social. Las ciudades son capaces de hacer cosas que están muy por encima de las capacidades de un ser humano aislado. Las ciudades son entidades vivas en continuo cambio.

Para poder actuar es fundamental:

Prestar atención a los lugares, porque a menudo nos muestra como nuestras percepciones iniciales no coinciden con el uso real y esto nos obliga a volver a actuar, con las consiguientes consecuencias.

Desterrar modelos y hábitos asentados durante años, de manera que tengamos una visión diferente de las cosas.

Las ciudades constituyen actualmente el entorno en el que la mayor parte de la población va a crecer, trabajar, vivir y relacionarse.

Una ciudad inteligente se entiende aquella en la que las personas conviven con múltiples subsistemas conectados entre sí, la ciudad vista como un conjunto mecánico de infraestructuras y de comunidades activas. Una ciudad donde la tecnología se utiliza para mejorar la vida y la infraestructura física.

Las construcciones de viviendas u edificios emiten entre el 30% y el 40% de los gases de efecto invernadero, el 80% de esas emisiones se generan durante su uso, es por ello que por un lado los gobiernos generan leyes o normas para la evaluación y mitigación del impacto ambiental, y por otro lado los constructores tanto en el diseño como en el uso pueden orientar las construcciones para favorecer la iluminación natural y la eficiencia térmica, utilizar materiales certificados o instalar terrazas verdes como aislantes térmicos.

La Smart City o Ciudad Amigable será aquella que sepa poner tanto la estrategia energética como la infraestructura tecnológica al servicio de la mejora del bienestar de toda su ciudadanía.

Así que cambiemos de aptitud desterrando modelos, en ocasiones obsoletos, y vamos a buscar como potenciar y favorecer nuestros territorios en todos sus ámbitos, para conseguir la tan deseada sostenibilidad en equilibrio con nuestra vida y con nuestro planeta.