Por Duaa Naciri Chraih
Alina Nastase, actriz de Surviving the Cartel, defiende un arte que transforma, un camino hecho de resiliencia y una visión de la mujer empoderada como fuerza y sensibilidad a la vez
Alina Nastase sabe lo que significa empezar de nuevo. Nació en Bucarest, pasó su adolescencia en Zaragoza, se formó en Madrid y hoy se encuentra expandiendo su carrera en Los Ángeles. En cada etapa hubo retos, choques culturales y aprendizajes que, más que fragmentarla, la hicieron más completa. “Yo me siento del mundo, no de un lugar en concreto. Cada país me dio algo diferente: Rumanía me enseñó la raíz, España me abrió la mente y Los Ángeles me dio libertad”. Ese recorrido explica la forma en que se enfrenta a la vida y al arte: con una mezcla de disciplina, apertura y fe.
Su historia está atravesada por un concepto que repite con convicción: vulnerabilidad. “Empoderarse no es ponerse una armadura. Es permitirte sentir, llorar, equivocarte y aún así levantarte. Para mí, ahí está la verdadera fuerza de una mujer”. Lejos de la idea de perfección, Nastase defiende que el poder femenino nace de aceptar las propias grietas y convertirlas en motor.
La actriz reconoce que en su paso por España vivió prejuicios por sus orígenes. “Me encontré con etiquetas por ser rumana, y eso me dolió. Pero al final me dio la flexibilidad de entender a los personajes sin juzgarlos. Aprendí a mirar más allá de la primera impresión”. Esa capacidad de empatía sería, con los años, una de sus principales herramientas como intérprete. En Los Ángeles descubrió un entorno diferente, donde la procedencia no pesa tanto. “Aquí lo importante no es de dónde vienes, sino la energía que transmites. Eso me liberó. Te das cuenta de que nadie pertenece del todo y que todos estamos buscando lo mismo: conectar”.
Esa visión está profundamente ligada a su espiritualidad. Alina habla de Dios como amor y como milagro, “He vivido momentos donde parecía que no había salida. Me sentía en el suelo, sin saber qué hacer. Y entonces aparecían personas o trabajos que cambiaban el rumbo. Para mí, eso es un milagro. Esa fe la llevo a mis personajes: incluso los más oscuros tienen algo que merece ser entendido desde la compasión”. Su forma de ver la vida convierte cada interpretación en un ejercicio de humanidad.
El paso por la Escuela Stella Adler fue decisivo en su formación. Allí descubrió un método basado en la imaginación y la observación activa. “Stella Adler me enseñó a observar de verdad, a estar presente y a crear desde ahí. No se trataba de revivir mis traumas, sino de abrirme al momento. Eso me dio una libertad enorme”. Durante tres meses, Nastase absorbió un enfoque que le dio no solo técnica, sino también comunidad y contactos para establecerse en Hollywood. “Siempre recomiendo venir a esta ciudad con una escuela detrás. Te da red, apoyo y dirección en un lugar donde hay actores en cada esquina”.
Comparar el cine español con la televisión estadounidense es inevitable. “En España existe un código interpretativo, una especie de melodía. Aquí se busca lo más real, lo cotidiano, como si hablaras en la calle. Además, los procesos son muy distintos: en Estados Unidos pasas por cinco callbacks para conseguir un papel. Es duro, pero si algo aprendí es que lo único que realmente cuenta es la autenticidad”.
Esa autenticidad fue clave para encarnar a Rachel Parker en Surviving the Cartel, su papel más complejo hasta la fecha. Rachel es un personaje contradictorio, criado en un entorno criminal donde la violencia se hereda como un legado familiar. “A primera vista es una villana, pero detrás hay una niña sensible obligada a endurecerse. Lo fascinante fue descubrir que sus decisiones, aunque duras, nacen de la lealtad y del amor a su familia. Interpretarla me enseñó a no juzgar y a recordar que incluso en los personajes más oscuros hay humanidad”. Para Nastase, el reto fue dar voz a esas contradicciones y hacer que el espectador pudiera ver lo vulnerable bajo lo feroz.
Su discurso sobre la mujer empoderada está marcado también por su etapa como modelo. Durante años, la industria intentó encajarla en un molde irreal. “Siempre me intentaron hacer más frágil de lo que era. Yo tengo un cuerpo fuerte, y me costaba aceptarlo en un mundo que me pedía delgadez extrema. En Los Ángeles descubrí que la fuerza también es belleza, que un cuerpo sano y auténtico es mucho más poderoso que un ideal imposible”. Esa experiencia marcó su visión actual: “Una mujer empoderada no es la que nunca se derrumba, sino la que se permite caer y aún así se levanta con más amor propio. Es alguien que sabe poner límites y no pide perdón por existir”.
Alina reconoce que su camino no ha sido lineal. Ha vivido rupturas, relaciones tóxicas y etapas de incertidumbre profesional. Pero de cada caída salió con nuevas herramientas. “He aprendido que incluso lo peor te puede enseñar algo. El arte, al final, se convierte en un espejo de todo eso: en una manera de sanar”. Esa capacidad de resiliencia es lo que hoy la impulsa a dar un paso más y convertirse también en creadora. Actualmente escribe su propia película de ciencia ficción, convencida de que las mujeres deben ocupar también el lugar de narradoras. “Quiero contar historias donde las mujeres sean complejas, contradictorias, poderosas y vulnerables a la vez. Porque así somos realmente”.
Su visión del futuro va más allá del éxito personal. Aspira a que su trabajo abra espacios y genere conversaciones. “Me interesa un cine que haga reflexionar, que muestre que la vulnerabilidad no es debilidad, sino parte de la fortaleza humana”. En un mundo donde la apariencia pesa tanto, Alina insiste en la importancia de la autenticidad. “Empoderarse es abrazar tu vulnerabilidad. No se trata de aparentar perfección, sino de aceptar tu verdad y seguir adelante con dignidad”.
Con una carrera que ya la ha llevado de Europa a Hollywood, Alina Nastase se define menos por los lugares en los que ha vivido y más por la coherencia con la que ha construido su camino. Su historia demuestra que el verdadero empoderamiento no está en la armadura, sino en la capacidad de mostrarse tal cual es. Y esa es la fuerza que, como actriz y como mujer, lleva consigo en cada paso.