sábado, mayo 4, 2024

ARTHURSEN. PRODUCCIÓN ECOLÓGICA: UNA APUESTA SEGURA EN CASTILLA LA MANCHA

Texto: Juan Carlos Calvo

La creciente pujanza de la producción y el consumo de alimentos ecológicos no son solo un elemento más de la tan cacareada contribución a la sostenibilidad del Planeta (mucho queda por hablar acerca de esta cuestión, sus certezas e incertidumbres), de la actividad económica y el bienestar/ desarrollo social, que son los tres pilares básicos del Desarrollo Sostenible.

En realidad, es mucho más que eso, por un lado puesto que esta modalidad de producción exige el uso de prácticas respetuosas con el medio ambiente, con toda probabilidad, las más exigentes que nuestro ordenamiento ambiental impone y, por otro lado, por qué no dejan lugar a dudas respecto a la calidad que deben tener los productos sino también a su incremento creciente de su capacidad productiva y presencia en nuestros mercados y comercios.

Adicionalmente, constituye un verdadero reto para dotar de viabilidad económica a los entornos rurales, y a aspectos regulatorios más recientes en la normativa como es el caso del bienestar animal, sin olvidar también los tangibles beneficios para la salud de las personas que los verdaderos productos ecológicos producen y que cada vez cobran con mayor predicamento en el mundo científico y gastronómico.

La producción ecológica no es otra cosa que una forma de hacer, un método de producción dotado de las más exigentes normas de control ambiental, veterinario, bienestar animal y de acceso al mercado a través del sello o etiquetado ecológico con las cuales garantizar al consumidor final que el producto es verdaderamente ecológico (y, ciertamente, más caro por ahora, que un producto tradicional o industrial, pero lo cierto es que vale la pena). Y a ello debemos añadir que es una perfecta actividad para asegurar, de paso, la economía circular que tan en boga se encuentra actualmente.

España — y Castilla la Mancha en particular —, goza de privilegiadas condiciones climáticas y ambientales para favorecer la producción ganadera y agrícola ecológica y fomentar esta modalidad productiva no solo para ofrecer productos en el mercado nacional sino también a la Unión Europea y el mercado mundial.

Esto es cierto, pero no lo es menos el hecho de que desarrollar un proyecto de producción ecológica en España, exige conocer a la perfección la normativa, proceder a su aplicación de manera exhaustiva y estricta, y superar con acierto determinados debates técnicos y jurídicos, sobre todo respecto al tamaño de las explotaciones (fundamentalmente en el caso de la ganadería ecológica) y su consideración técnica como diferentes de las producciones tradicionalmente intensivas, lo que supone en ocasiones interminables procedimientos y recursos administrativos para vencer las trabas administrativas en este sentido.

La producción ecológica exige que juristas, técnicos especializados, agricultores y ganaderos vayan de la mano desde el principio, y que los propietarios de las empresas que lleven a cabo los proyectos dispongan de herramientas de gestión empresarial del proyecto adecuadas a las exigencias de esta singular manera de producir productos agrícolas y ganaderos, entre otros productos.

Desde los primeros reglamentos europeos que se promulgaron sobre esta materia allá por la primera década del presente siglo, la producción ecológica estuvo centrada fundamentalmente en la ganadería y agricultura y, sobre todo, en la fijación de las normas de comercialización y etiquetado de los productos resultantes, si bien fruto del avance científico y del conocimiento acumulado por sin número de productores, hoy en día, la “nueva” regulación europea contenida en el Reglamento (UE) 2018/848 del Parlamento y del Consejo, de 30 de mayo de 2018, sobre producción ecológica y etiquetado de productos ecológicos (y sus posteriores reglamentos de desarrollo y ejecución) suponen la ampliación de esta modalidad productiva a otros sectores tales como la producción vegetal, producción de algas y animales de acuicultura, alimentos y piensos transformados, el sector vitivinícola y la producción de levadura para consumo humano o animal, sectores todos ellos que disponen, a través de la regulación de la producción ecológica, de una salida comercial que, aunque muy exigente en su consideración técnica y legal, ofrece una relevante oportunidad de mercado si las cosas se hacen con rigurosidad y profesionalidad.

Además, la producción ecológica, por su propia y extrema exigencia ambiental que radica en su concepción, incorpora, y así debe ser, los criterios recientes en materia de bienestar animal, que junto con otras consideraciones en cuando a la oportunidad que este tipo de actividad representa para el desarrollo rural, constituye un buen ejemplo práctico para el desarrollo de proyectos vinculados con la economía circular, pues una detenida lectura del reglamento europeo permite concluir que no se trata de producir productos ecológicos y fin del cuento, sino que se debe hacer teniendo en cuenta toda la cadena de valor asociada a cada producto, concepto que es justamente uno de los que está detrás de la economía circular.

En este sentido, por demás, no es una actividad a la que se dé comienzo y ya está todo resuelto sino que para que el proyecto disfrute de la consideración de “producción ecológica” debe serlo siempre, durante toda la vida de cada instalación, lo cual exige de sus técnicos y gestores una atención permanente a la compleja normativa asociada así como también a la incorporación constante a los proyectos de conocimiento científico y tecnológico que garantice la implementación de las mejores prácticas y tecnologías a cada instalación productiva.

Lo cierto es que se trata de un sector claramente pujante y con una demanda de productos creciente, con un recorrido largo y que debe demostrar con el tiempo que es una alternativa a la agricultura y ganadería intensivas e, igualmente, una evidente oportunidad para consolidar el desarrollo rural, evitar la España vaciada y, al mismo tiempo, un ejemplo de desarrollo sostenible en nuestro país.

Con toda seguridad, España está ante un reto para el que está plenamente capacitada y así lo demuestra nuestra historia como el principal mercado productor agrícola y ganadero de Europa y el conocimiento adquirido por nuestros agricultores, ganaderos y científicos de la materia que debemos aprovechar pues tenemos las capacidades, el territorio adecuado y el apoyo de nuestras instituciones para lograrlo.

Un ejemplo de ello lo encontramos en Castilla La Mancha, una región decidida a apoyar iniciativas empresariales de todo tipo pero especialmente las vinculadas al desarrollo rural que permita consolidar la población de los pueblos manchegos y en los que la producción ecológica puede jugar un papel importante para la economía, pues no en vano, cuenta, además, de decisión y voluntad política para ello, con una red de infraestructuras que permite llevar a cabo la logística de distribución precisa para que cualquier producto llegue a su destino sea en el marcado nacional, europeo, o internacional.

En suma, no es nada descabellado impulsar la producción ecológica en nuestro país y animar a los productores a emprender en este sector, pues es, con toda seguridad, una apuesta segura y con muy largo recorrido en el mercado.

Juan Carlos Calvo

Abogado Ambientalista

ARTHURSEN S.L

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