sábado, abril 20, 2024

Belén Picado, psicóloga: “Tenemos que aprender a aceptar y normalizar emociones como la tristeza, el enfado o el miedo”

Texto: Sandra Cuenca Fotos: B.P.

Belén ha sido periodista durante más de veinte años y ahora ejerce la psicología que es lo que de verdad le apasionó siempre.

Belén y yo nos conocemos desde hace ya bastantes años, trabajamos juntas en la misma empresa de comunicación y un día me sorprendió descubrir que dejaba el periodismo para dedicarse a la psicología. Puedo asegurar que le gustaba escribir. Le gustaba su trabajo, pero hoy, que hablamos después de unos cuantos años, me reconoce que en algún momento aquello dejó de llenarle, sintió que le faltaba algo. “Recuerdo que pasé una temporada quejándome, hasta que un día dije: Vale, ya me he quejado, ¿qué hago ahora?”, me cuenta. La psicología le ha gustado siempre, por lo que pensó que mientras trabajaba como periodista debía preparar un plan B. Empezó a estudiar psicología y ahí sigue: “Aunque haya dejado el periodismo sigue encantándome escribir, así que he encontrado el equilibrio trabajando como psicóloga y escribiendo mi propio blog”. Durante una temporada estuvo compaginando ambas cosas: trabajar como periodista mientras se sacaba la carrera, un máster y varios cursos. Le ha llevado bastante tiempo, pero desde hace unos años es psicóloga a tiempo completo.

¿Qué es lo que más te atraía de la psicología?

Voy a contarte algo muy curioso de lo que me di cuenta cuando empecé a estudiar psicología. Recordé que, al hacer la selectividad, teníamos que poner tres opciones antes de empezar la carrera y mi segunda opción fue psicología. Te estoy hablando de hace más de treinta años, así que creo que es algo que siempre me ha acompañado. Siempre me ha parecido apasionante todo lo relacionado con el modo en que funciona el cerebro humano, las emociones…  Si te das cuenta, el modo en que a menudo interpretamos la realidad ya condiciona que tengamos un día gris o uno lleno de color. En realidad, empecé a estudiar sobre todo por curiosidad. Pero cuando me enamoré de verdad de esta profesión fue cuando empecé a trabajar. Escribir me encanta, pero trabajar con personas… me apasiona. Al principio, confieso que me imponía un poco, pero también es una de las cosas que más me gusta de este trabajo. Cada día, aprendo de mis pacientes y para mí es un honor poder acompañarles en sus procesos. Además, yo también necesité hacer terapia en un periodo de mi vida y me ayudó mucho. Así que sé de primera mano que funciona.

¿Crees que le damos poca importancia a nuestra salud mental?

Definitivamente, sí. Aunque, últimamente, parece que se le empieza a dar más visibilidad e importancia, quizás también porque se habla más de salud mental en los medios. Y porque muchos rostros conocidos han empezado a hablar de su propia salud mental. Y creo que eso es muy importante. Del mismo modo que, cuando nos duele la rodilla o el estómago vamos al médico, es necesario cuidar también nuestra salud mental. Además, a menudo se espera demasiado tiempo para ir al psicólogo, por ejemplo, porque pensamos que es una tontería o que lo que nos ocurre no es lo suficientemente importante. No pasa nada por pedir ayuda. Es más, es una señal de que te conoces lo suficiente como para saber que la necesitas.

¿Hay algún primer aviso que nos diga que debemos acudir a un psicólogo?

Lo habitual es que vayamos gestionando los pequeños reveses del día a día sin mayor problema, pero hay veces en que no podemos y es ahí cuando un profesional puede ayudar. Como te decía antes, no tenemos que esperar tanto tiempo. Por ejemplo, antes de sufrir una crisis de ansiedad es muy probable que el cuerpo nos haya dado varios toques, a los que no hemos hecho mucho caso… Que unos días te cueste conciliar o mantener el sueño no es alarmante, pero si ves que ese problema empieza a tener consecuencias en tu vida diaria, es momento de pedir ayuda. Otros avisos a los que deberíamos estar atentos es darnos cuenta de que, sin razón aparente, hemos perdido la ilusión por aquello con lo que antes disfrutábamos o que mínimos contratiempos del día a día se nos hacen un mundo. También puede haber experiencias traumáticas que en su momento no pudimos gestionar y que es ahora cuando empiezan a pasarnos factura… Incluso, es posible que estés bien, pero te apetezca potenciar determinadas habilidades sociales y personales, reforzar tu autoestima e iniciar un proceso de crecimiento y desarrollo personal para mejorar tu autoconocimiento.

Llevamos oyendo tiempo que la pandemia y el confinamiento nos ha afectado mucho a nivel psicológico, ¿crees que ha sido así?

Es cierto. Se ha creado una situación que ha puesto a prueba nuestra gestión de las emociones, nuestra capacidad de afrontamiento, la tolerancia a la incertidumbre… Los seres humanos contamos con mecanismos de adaptación que nos ayudan a lidiar con situaciones traumáticas, pero cuando estas situaciones se alargan demasiado es normal que pasen factura. Esta pandemia no solo ha facilitado en algunas personas la aparición de síntomas que hasta ahora no habían experimentado, sino que se han acentuado otros problemas que ya existían: ansiedad, depresión, duelos no resueltos, trastornos del sueño… y un largo etcétera. Y no podemos olvidar tampoco los ‘daños colaterales’, como trastornos derivados de la incertidumbre laboral y económica, por ejemplo.

¿Ha habido algún grupo en concreto como niños, adolescentes o mayores a quienes haya afectado más la pandemia?

En general, los grupos que se han visto más afectados han sido los más vulnerables. Además de los colectivos que ya mencionas, también se han visto muy afectadas las personas que ya sufrían algún tipo de trastorno mental antes de la pandemia y los trabajadores de la salud. Los primeros, porque se ha agudizado mucho más su psicopatología y los segundos porque han tenido que enfrentarse a una situación de estrés mantenido en el tiempo que a muchos les ha dejado secuelas. En el caso de niños y adolescentes, a muchos, sobre todo para los más pequeños, el confinamiento les permitió pasar más tiempo con sus padres y esto es positivo. Pero el cambio de rutinas, el miedo al contagio, la hospitalización o pérdida de familiares, etc., ha acabado por pasarles factura también. Y en cuanto a la tercera edad, la soledad obligada que supuso el confinamiento ha sido uno de los factores que más ha hecho mella en su salud mental.

¿Con que problemas te estás encontrando más en tu consulta?

Llegan muchas personas con cuadros de ansiedad. Pero también con duelos no superados o con experiencias traumáticas que tiempo de después de vivirlas les siguen impidiendo llevar una vida normal. A menudo, detrás de lo que la persona trae, como una mala gestión de ciertas emociones (de la ira, por ejemplo) o problemas de relación, hay traumas no superados que han permanecido latentes y que ciertos sucesos han sacado a la luz. A menudo, no aprendimos a gestionar adecuadamente nuestras emociones en la infancia y eso tiene consecuencias al llegar a la edad adulta. Evitar a toda costa el enfado o la tristeza puede ser tan perjudicial como dejarse arrastrar por la ira y explotar a la mínima. La buena noticia es que podemos aprender a manejar estas y otras emociones.

Imagina que voy a tu consulta porque he empezado a tener ansiedad, ¿es posible que esa ansiedad venga por algo que pasó hace tiempo?

Exacto. A menudo, cuando un paciente llega con un cuadro de ansiedad, se trabaja con el síntoma, se le da ciertas pautas y la ansiedad disminuye. Sin embargo, puede ocurrir que, con el paso del tiempo, el problema regrese si se produce un hecho para el que la persona no está preparada (esta pandemia, por ejemplo). Creo que es tan importante trabajar en el presente con el síntoma como buscar el origen de lo que perturba al paciente.

¿Algún consejo que nos puedas dar? (un poco en general, por la situación que estamos viviendo)

Creo que el autocuidado es esencial y muchas veces no le damos la importancia que merece. Cuidarnos física, mental y emocionalmente es más necesario que nunca. Empezando por atender necesidades básicas, como llevar una alimentación equilibrada, realizar alguna actividad física o tratar de dormir lo suficiente, por ejemplo. Igualmente necesario es cuidar nuestros pensamientos y aprender a hablarnos bonito a nosotros mismos porque tanto lo que pensamos como el modo en que nos hablamos influye mucho en el estado de ánimo. El autocuidado también pasa por disfrutar de las pequeñas cosas, mantener el contacto social y, muy, muy importante aprender a regular nuestras emociones. Tenemos que aprender a aceptar y normalizar emociones como la tristeza, el enfado o el miedo. En vez de evitarlas o rechazarlas, vamos a escuchar qué nos tienen que decir.

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