martes, abril 23, 2024

BIENESTAR MENTAL POR ENCIMA DE CUALQUIER MEDALLA

Lucía Romano

Las primeras dos palabras que se nos vienen a la mente cuando pensamos en deporte son: “actividad física”. Nadie mejor que un deportista profesional sabe el esfuerzo y el trabajo que conlleva la preparación de su cuerpo para conseguir el resultado que buscan. Pero, ¿qué pasa con sus mentes?

Parece que es una cuestión que teníamos olvidada hasta los últimos Juegos Olímpicos de Tokio. Las portadas de los periódicos repetían una misma imagen y una misma historia: la retirada de Simone Biles por motivos de salud mental. Una noticia que me puso triste al recordar el estigma social que sigue existiendo hacia las enfermedades mentales y cómo se trata a las mujeres en el mundo del deporte. Hasta a la gimnasta, que ha sido cinco veces campeona del mundo, se le da más visibilidad cuando se trata de un asunto ajeno a sus méritos deportivos.

Antes de Simone Biles, hubo muchos otros que también sufrieron algún problema psicológico, como los casos de Michael Phelps o Andrés Iniesta. De hecho, me atrevería a afirmar que todos los deportistas a este alto nivel, han sufrido alguna caída psicológica a lo largo de su trayectoria. Sin embargo, el tabú que existe sobre las enfermedades mentales sigue siendo un obstáculo para poder exteriorizarlas a diferencia de cualquier otro problema físico.

Hoy en día, parece que el deporte está de moda y todos nos hemos convertido en “semi-deportistas”. Muchas de las campañas enfocadas a promover el ejercicio y la vida saludable destacan entre sus beneficios la ayuda al bienestar psicológico. Parece que todos consideramos que es un factor importante, de hecho, a nadie nos avergüenza reconocer que nos cuidamos, pero resulta difícil permitirnos estar mal o no encontrarnos bien con nosotros mismos. La realidad es que ni siquiera la vida de un atleta es una carrera continua y muchas veces la parada y el descanso para obtener ayuda psicológica es la única opción.

Para los deportistas habituales el deporte puede ser su vía de escape o desconexión, sin embargo, para los profesionales, el deporte es mucho más que un hobby. Su trabajo requiere atención y concentración para la mejora del rendimiento, lo que se entrena con técnicas psicológicas. Esto es otra prueba de que lo físico y lo psicológico son dos aspectos inseparables, siendo este último un ingrediente fundamental en la vida del deportista y no solo en los momentos de dificultad.

En la cruz de la moneda, existen múltiples patologías que pueden sufrir los atletas de alto rendimiento. Esto se debe a las altas tensiones, a las cargas físicas y psicológicas que conlleva su trabajo y a su alto grado de responsabilidad, y más si hablamos de unas olimpiadas o de un torneo importante en el que toda su preparación se ve examinada en el momento de la prueba. Entre estos trastornos destacan algunos como el síndrome del sobre entrenamiento manifestado a través de fatiga mental o física u otros como la ansiedad, muchas veces provocada por el miedo o la tensión persistente.

Aunque el estigma sigue existiendo, cada vez la sociedad es más consciente de la necesidad del cuidado de la salud mental. Un reflejo de esto es que los principales deportistas ya cuentan con preparación en el ámbito psicológico como parte de su entrenamiento. Un servicio esencial del que por desgracia otros deportes minoritarios y más cuando son femeninos, carecen.

Si Simone Biles hubiese sido un hombre, probablemente no hubiese sido tan cuestionada. Aunque los avances son reales, la igualdad entre hombres y mujeres aún no ha llegado y menos al mundo del deporte. Sigue habiendo mujeres en el sector que no tienen recursos para poder desempeñar su actividad, lo cual dificulta y a veces imposibilita su trabajo.

Las deportistas tienen que lidiar con una presión adicional: la necesidad constante de demostrar que son válidas. El apoyo social para la instauración de una ayuda psicológica independiente de privilegios y géneros es una tarea fundamental, ayudaría a proporcionar un mayor rendimiento y bienestar que se reflejaría en los triunfos, que finalmente darían la visibilidad necesaria para el reconocimiento de su trabajo.

La idea de que los deportistas son superhéroes con músculos capaces de todo, se ha acabado. No es menos capaz quien necesita un respiro, sino más humano. Aunque la ayuda psicológica pueda conllevar un proceso de pausa en la carrera del deportista, no estamos ante ninguna derrota. El verdadero fracaso está en aquellos que olvidan que detrás de un dorsal, de batir marcas o acumular trofeos, hay una persona con nombres, apellidos y asuntos que resolver. Ninguna medalla debería estar por encima de la salud y el bienestar mental de una persona.

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