Dejar el móvil en casa: el reto casi imposible de desconectar de verdad

Por Duaa Naciri Chraih

Salir sin móvil es, para muchos, casi tan impensable como olvidar las llaves de casa o la cartera. Sin embargo, cada vez más personas sienten la necesidad de hacerlo, aunque sea solo por unas horas, para recordar cómo era esperar sin una pantalla delante, mirar alrededor y dejar de comprobar notificaciones cada cinco minutos. Lo paradójico es que en una sociedad que habla más que nunca de autocuidado y salud mental, la idea de pasar un día entero sin el teléfono sigue siendo, para la mayoría, un reto casi imposible.

Los datos lo confirman: según el informe Digital 2024 de We Are Social y Meltwater, en España se pasa una media de más de cinco horas al día conectado a Internet desde el móvil. Si se suman todas esas horas, son más de 35 a la semana pegados a una pantalla que, en teoría, sirve para facilitar la vida, pero que a menudo acaba robando tiempo a casi todo lo demás. La Encuesta de Equipamiento y Uso de Tecnologías de la Información del Instituto Nacional de Estadística muestra que más del 95% de los españoles de entre 16 y 74 años usa el móvil a diario, lo que convierte a este dispositivo en la herramienta más presente en la rutina cotidiana, muy por encima del ordenador o la tablet. Esta conexión constante no es inofensiva. La American Psychological Association advierte que consultar el móvil de forma compulsiva alimenta el llamado tecnoestrés, un término que define la fatiga, la ansiedad y la dificultad para concentrarse que se derivan del exceso de notificaciones, mensajes y actualizaciones. Revisar la pantalla cada pocos minutos se convierte en un hábito automático que, sin darnos cuenta, interrumpe conversaciones, acorta la paciencia y reduce la capacidad de mantener la atención.

No es casualidad que en los últimos años se haya popularizado el concepto de detox digital: periodos breves, planificados, en los que se reduce o se interrumpe el uso del móvil para recuperar la calma mental. Sin embargo, en la práctica, apagarlo de verdad no es tan sencillo. Un estudio de la Universidad de British Columbia, en Canadá, demostró que limitar el uso del móvil solo a momentos concretos de la jornada reduce significativamente el nivel de estrés y mejora la calidad del sueño. Aun así, ponerlo en práctica requiere disciplina y, sobre todo, superar la sensación de que sin el teléfono todo puede salirse de control.

Porque esa es una de las razones que más peso tiene: la necesidad de estar disponible y de sentirse seguro. Hoy el móvil no es solo un aparato para llamar o enviar mensajes. Es calendario, cámara, banco, navegador, oficina y, para muchos, una red de emergencia constante. La dependencia no es solo una cuestión de ocio o entretenimiento. Según datos del Centro de Investigaciones Pew, en Estados Unidos, uno de cada tres adultos admite sentirse ansioso o incómodo si no lleva el móvil encima, aunque no lo necesite para nada urgente. La misma tendencia se refleja en Europa, donde estudios sobre hábitos digitales muestran que el miedo a perderse algo, lo que se conoce como FOMO (fear of missing out),  sigue siendo uno de los principales motivos por los que cuesta desconectar.

La Organización Mundial de la Salud subraya que, aunque la tecnología es clave para la comunicación y el trabajo, su abuso sin pausas claras puede agravar problemas como la fatiga mental, la falta de sueño reparador y la dificultad para gestionar el tiempo de forma equilibrada. Por eso recomienda establecer espacios y horarios sin pantalla, algo tan sencillo como dejar el teléfono cargando en otra habitación durante la noche o planear actividades al aire libre sin él. Algunos expertos en bienestar digital insisten en que no se trata de estigmatizar la tecnología, sino de aprender a usarla como herramienta y no como sustituto de cada momento libre. Recuperar la costumbre de aburrirse  o, mejor dicho, de permitir que la mente divague sin distracciones, es uno de los consejos más repetidos por psicólogos y terapeutas. Algo tan básico como salir a caminar sin móvil o sentarse a tomar un café mirando por la ventana, sin revisar mensajes cada tres minutos, se convierte casi en un pequeño ejercicio de resistencia personal.

Dejar el móvil en casa sigue pareciendo un gesto radical para muchos, pero para quienes se atreven, es una forma de comprobar que la desconexión no siempre es pérdida, sino ganancia: de tiempo, de atención y de calma. Puede que la idea de apagarlo un día entero sea un desafío inalcanzable, pero reservar unas horas para estar lejos de la pantalla ya es, para muchos, la forma más sencilla de reconectar con todo lo demás.

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