Redacción
Fue Javier Segura, guía oficial de turismo, quien, ante un numeroso público asistente, repasó los hechos históricos y destacó la importancia nacional que tuvo la institución a lo largo de su historia.
Dentro de los actos de la Semana Cultural de Cogolludo en su cuarenta edición, el pasado 11 de agosto tuvo lugar en el salón de plenos de Cogolludo, una conferencia sobre el aniversario del fatídico incendio acaecido entre la noche del 9 al 10 de febrero de 1924 en la Academia de Ingenieros Militares de Guadalajara, del que se cumple el centenario, en el año en curso.
El conferenciante fue Javier Segura, guía oficial de turismo. Ante el numeroso público asistente, comenzó recordando los antecedentes del cuerpo de ingenieros militares, en época de Felipe II: la Academia de Matemáticas y Fortificación de Madrid.
En el siglo XVIII se estableció la Academia de Matemáticas de Cartagena de Indias para atender las necesidades que se planteaban en América y más tarde, existió la Academia de Barcelona y las Escuelas Particulares de Orán y Ceuta. A continuación, se instauró la Academia de Ingenieros de Alcalá de Henares y en Zamora y ya entre 1811 y 1814, algunos ingenieros fueron formados en la isla de León (Cádiz).
En 1814, la Academia regresó a Alcalá de Henares y luego a Granada, Málaga, Madrid, Ávila, Talavera de la Reina, Arévalo y finalmente a Guadalajara en 1833.
El ponente puso en valor el entorno histórico donde estaba la Academia que anteriormente fueron las antiguas casas de Iñigo López de Orozco, después, el Palacio de los Montesclaros y que fue convertido en la Fábrica de Paños hasta su cierre en 1822.
Por lo tanto, un total de 115 promociones y 2213 oficiales se convirtieron en historia de Guadalajara. Javier Segura proyectó recortes de prensa de los principales diarios de la época informando de la destrucción por el fuego de la Academia de Ingenieros Militares.
Y también de las innumerables promesas de reconstrucción que nunca se cumplieron. Ni el rey Alfonso XIII ni el General Primo de Rivera ni el jefe de la Sección de Ingenieros en el Ministerio de la guerra, General Tejera, cumplieron con lo anunciado en esa trágica noche.
El incendio comenzó en el cuarto de arrestados, una sala que tuvo que abrirse enseguida porque allí estaban castigados doce alumnos y que de esta manera pudieron salir y ponerse a salvo ya que en pocos minutos de desalojar estas habitaciones, se hundieron las cubiertas.
También, la techumbre de la Biblioteca se vino abajo destruyéndose, como pasto de las llamas, los más de 28.000 volúmenes de un valor incalculable y muchos de ellos ejemplares únicos. Las llamas alcanzaron los artesonados de la sala de lectura, mientras el edificio se iba consumiendo.
El fuego consumió casi todo el tejado de la Academia que se desplomó en una gran llamarada sobre el segundo piso y parte del principal a través de la escalera.
El conferenciante explicó, cómo el gobernador militar de la ciudad avisó por radio telegrama a la central de Carabanchel solicitando auxilio y refuerzos para aplacar la fuerza de las llamas. Dos dotaciones de bomberos salieron de la capital hacia Guadalajara. Pasadas las cuatro de la madrugada, llegaron 20 bomberos.
En esos momentos la Academia era una enorme hoguera quedando en pie a primera hora del 10 de febrero de 1924, la fachada principal y la torre con su reloj. Se utilizaron para aplacar el fuego más de 700.000 litros de agua quedando sofocado el incendio el lunes 11 de febrero a las 18h. Por seguridad, se tuvo que proceder a la voladura del reloj y así definitivamente la Academia quedó destruida.
De los 104 retratos que había en la galería del Salón de Retratos tan solo pudieron ser salvados 31 (19 óleos y 12 fotografías).
Quedó destruida la sala de dibujo, clases, salón de retratos, archivo, biblioteca, gimnasio, laboratorio de Química y Materiales de Construcción, gabinetes de Topografía y Física, Mineralogía, Fotografía, salón de actos, cuartos de arrestos y pabellones del director y del teniente coronel.