martes, abril 16, 2024

EL LARGO CAMINO DE LOS ATLETAS TRANSGÉNERO EN EL DEPORTE

Texto: Héctor Aja

El mundo de los deportes siempre ha promovido una cultura de heterenormatividad a  lo largo de muchos años con casos de homofobia y transfobia. Para las personas transexuales  es muy difícil encajar en esa categoría rigurosa que define el deporte de lo que es hombre y mujer. Desde 1946, siempre se ha estigmatizado al colectivo femenino mediante la verificación de sexos. Sin embargo, el precedente de la verificación de género se estableció en 1936 durante los Juegos Olímpicos de Berlín, cuando los funcionarios alemanes se vieron obligados a emitir una declaración de que la propia Helen Stevens, una velocista estadounidense con medalla de oro, había pasado por un control sexual después de que unos periodistas de origen polaco cuestionaran su feminidad.  Después, en 1938, Herman Ratjen compitió en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936 y en los Campeonatos del Mundo de Europa en 1938, como hombre pero la realidad, según lo que confesó años más tarde, fue que había sido obligado a hacerse pasar por una mujer llamada Dora durante las competiciones de salto de altura. Estos dos casos fueron un escándalo y llevó a Federaciones Internacionales del Deporte a exigir a las competidoras unos certificados realizados por un médico para constar su verdadero sexo. Más adelante, después de la participación de mujeres de la Unión Soviética en los Juegos Olímpicos de 1952 surgió una especulación sobre si estas mujeres robustas eran en realidad hombres o mujeres.  De modo que en 1966 se comenzó a implantar inspecciones genitales a todas las mujeres por un equipo de médicos, y el año siguiente una de las mejores velocistas de la década de los 60, Ewa Klobukwska, no pasó la prueba de verificación y se le prohibió competir en deportes profesionales en los años posteriores.

En 1976, la atleta transgénero, Renée Richards, quien había cumplido su sueño de cambiar de sexo, fue invitada al US Open, y la USTA (Federación de Tenis de Estados Unidos) ordenó que se realizará una prueba de cromosomas, al igual que COI (Comité Olímpico Internacional) en los Juegos Olímpicos, y le prohibieron competir ante su negativa de realizar dicha prueba hasta que la Corte Suprema de Nueva York le dio la razón y consideró la prueba como injusta.

Ya en 1985, en España, María José Martínez Patiño, quien rompió barreras al convertirse en la primera mujer española becada en un Centro de Alto Rendimiento, se sometió a una prueba de verificación del sexo cromosómico y determinaron que tenía cromosomas XY y testículos internos, lo que provocó que fuera descalificada de una competición alegando que ya corría con gran ventaja hasta que logró apelar por la pérdida de su licencia en la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo.

En 1996, durante la Conferencia Mundial sobre la Mujer y la Salud del Comité Olímpico Internacional (COI) se aprobó una resolución para suspender las pruebas sexuales, y los Juegos Olímpicos de Atlanta fueron los últimos en los que se utilizó la prueba cromosómica para la verificación del sexo. Pero no fue hasta 2004 cuando el Comité Olímpico Internacional (COI) permitió por primera vez que atletas transgénero pudieran participar en los Juegos Olímpicos con unas condiciones, es decir, que tuvieran la cirugía de reasignación de sexo, la terapia de reemplazo hormonal y la confirmación legal del sexo asignada realizados para que pudieran competir en deportes femeninos. Pero en 2015, estas directrices fueron modificadas, puesto que algunos atletas vivían en países donde la reasignación de sexo es ilegal, y esta vez solo se requería que las mujeres trans declarasen su género y se sometieran a una terapia hormonal durante un año antes de competir.

Actualmente, si una mujer hacía la transición a hombre podía competir en la categoría masculina sin restricciones, mientras que si ocurría al contrario, es decir, si un hombre hacía la transición ya incurría en un serio problema para la categoría de deporte femenino, con lo cual ya estaba vetado, tal y como ocurrió con la Federación Internacional de Rugby, quienes prohibieron a las mujeres transgénero participar en competiciones de élite, porque según una investigación llegaron a la conclusión de que un varón a nivel biológico tiene más fuerza, agilidad y más peso que las mujeres a nivel biológico, lo cual podría provocar lesiones en las modalidades de contacto del rugby. De hecho, el Gobierno aprobó el anteproyecto de la ley trans en Junio de este mismo año y varias Federaciones Deportivas Internacionales han criticado duramente esta ley, puesto que se consagra a la libre autodeterminación del género sin necesidad de tratamientos, con lo cual choca con las normas del COI (Comité Olímpico Internacional), así como asociaciones feministas que lo critican debido a las diferencias que suponen la anatomía del hombre y la mujer durante su rendimiento en el deporte.

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