Por Laura Fernández Rodríguez
La indumentaria tradicional española es mucho más que una simple prenda, es una ventana al pasado y un reflejo profundo de la historia, las costumbres y creencias de cada comunidad. Cada región, con sus colores, tejidos y detalles únicos, ha creado trajes regionales que hablan de sus costumbres, entorno, vida cotidiana y creencias, con características propias que nos permiten conocer la esencia de su cultura y su identidad, y es un reflejo del orgullo del pueblo.
Castilla-La Mancha con su gran extensión de campos y sus pueblos llenos de historia no es una excepción, su traje regional, conocido como el traje manchego, es un verdadero reflejo de la vida rural y de las labores del campo que han marcado la historia de esta región.
La indumentaria femenina de Castilla-La Mancha destaca por su sencillez y su elegancia, además de su comodidad y funcionalidad, adaptado tanto a la vida cotidiana como a las festividades. Las mujeres solían llevar un refajo, una prenda de lo más tradicional de falda larga que a menudo era de estameña o de paño de un solo color, que se adornaba con un bordado normalmente de flores o con bandas. Este refajo se combinaba con un mandil de seda que lo cubría por la parte delantera, y se completaba con las enaguas y las medias blancas. En la parte de arriba, un jubón o corsé negro ajustado se encargaba de marcar la silueta, y una pañoleta de diferentes colores, aunque normalmente blanca para las solteras y negra para las casadas, se sujetaba con alfileres en el pelo. Un mantón negro o blanco, en ocasiones estampado con un bordado similar al del refajo, cubría los hombros, y unas manoletinas o zapatos negros de tacón completaban el conjunto. La delicadeza de estas prendas conserva la belleza de lo sencillo y su propósito era ser práctico y permitir un buen movimiento.
El traje masculino, también se caracteriza por su funcionalidad y su adaptabilidad a las tareas cotidianas. Los hombres vestían una camisa blanca con un chaleco de terciopelo negro, combinado con calzón del mismo color. Debajo del calzón se llevaban medias, y sobre la camisa se ajustaba una chaquetilla corta adornada con madroños o botones de plata, similar a la andaluza. Los hombres usaban un cinturón ancho de cuero y terciopelo, con sus iniciales bordadas, del que colgaban dos pequeñas bolsas; una para el tabaco y otra para el dinero o el pañuelo de mano. Los zapatos negros de charol y un sombrero calañés de ala ancha, al que se le coloca un pañuelo o lazo atado eran los encargados de finalizar el atuendo.
Si el traje es testigo de la identidad regional, el peinado tradicional refuerza aún más el orgullo cultural manchego. Uno de los rasgos más característicos del traje femenino manchego es el tradicional peinado de pleita, que consta de un recogido a partir de una trenza que se adorna con una peineta de plata y horquillas de filigrana, en combinación con los pendientes, y que además de resaltar en su conjunto, simbolizan la riqueza cultural que caracteriza a la región.
A lo largo del tiempo, el traje regional de Castilla-La Mancha se ha mantenido como un símbolo del orgullo regional, y algunos pueblos aún siguen usándolo en festividades como la de carnaval, lo que muestra que la tradición se mantiene en el tiempo. Aunque se ha adaptado a las distintas épocas integrando tradiciones clásicas con toques más contemporáneos, sigue siendo una parte fundamental de las celebraciones de cada región. Cada prenda, cada bordado y cada complemento describen la historia de los pueblos de La Mancha, de su gente, de su trabajo y de sus creencias.
Una de las celebraciones más emblemáticas de Castilla-La Mancha es la Fiesta de las Mondas, que tiene lugar cada año al comienzo de la primavera marcando el inicio de la temporada de cultivo en Talavera de la Reina, en la provincia de Toledo. Esta fiesta, de origen agrícola, tiene sus raíces en las antiguas costumbres de la recolección de la cosecha, es un homenaje a la tierra y a las labores del campo, y se ha convertido en una de las tradiciones más queridas de la región.
Durante la fiesta de las Mondas los habitantes de Talavera y de los pueblos cercanos se visten con sus trajes regionales más elaborados, llenos de detalles y colores y pasean por las calles de Talavera con danzas tradicionales, como el «baile de la rueda«, el «baile del pañuelo» o las jotas, hasta llegar a la Basílica del Prado.
Lo que convierte a la Fiesta de las Mondas en un evento tan especial es su capacidad para mantener vivas las costumbres y tradiciones que han sido transmitidas de generación en generación. Más allá de una fiesta local, la celebración es una forma de afirmar la identidad cultural de la región y resaltar los distintos trajes regionales de Castilla-La Mancha, que se han convertido en un símbolo de orgullo para las nuevas generaciones. Aunque las tendencias de moda han cambiado a lo largo de los años, la esencia del traje manchego permanece intacta.