Texto: Sandra Cuenca/ Fotos: Eva Marí
Eva Marí se considera una chica normal, pero no lo es, es una persona con una gran sensibilidad y ganas de ayudar al que lo necesite. Conocerla ha sido como recibir una bocanada de aire fresco y de buenas vibraciones, hablar con ella es aprender a vivir haciendo lo que más te gusta y, con los tiempos que corren, es complicado encontrarte con alguien así. Ha creado en Instagram @lachicadelospueblos donde recorre pueblos españoles y charla con los vecinos y vecinas, es una enamorada de la vida en los pueblos y disfruta conociendo las historias del lugar y de la gente que vive allí.
Eva se ha dedicado a la fotografía, ha hecho mucha fotografía política y ahora no sale de casa si su cámara. “He estudiado muchas cosas, no hice una carrera y mi madre, que es periodista, me dijo: `Eva, tu estudia lo que sea que siempre te va a servir´, esto se quedó siempre en mi cabeza porque es verdad”, recuerda. Reconoce que ha estudiado cosas muy raras que parecen distar muchísimo unas de otras, como asesoramiento de imagen, fotografía, coach e inteligencia emocional y ahora utiliza absolutamente todo en estrategia comunicativa. “Tuve un hijo mientras no trabajaba y me costó mucho descubrir mi profesión porque soy muy disléxica y los disléxicos, sobre todo cuando eres pequeño, hablo por mí que en los años 80 no había tantos recursos como ahora, un disléxico no era tonto pero casi, eso a mí me marcó mucho”, reconoce Eva. Para ella si algo bueno tiene el ser disléxico es no saber estudiar de una manera normal, utilizan mucho la imaginación, la creatividad y la imagen. En algún momento ella se dio cuenta que esa vulnerabilidad era un don, porque no sabía por dónde tirar, “luego me di cuenta que mi mundo era este, el de la fotografía y la creatividad”.
Creas en Instagram, @lachicadelospueblos ¿Cómo surge la idea?
Surge porque tuve una ruptura amorosa hace ya un montón de años, en el 2014, bastante dura. A mí siempre me ha gustado viajar sola, irme por ahí y perderme, coger el coche sin saber dónde voy. Me empecé a aficionar a los pueblos porque me gustan las cosas muy sencillas. Yo me iba por hobby a los pueblos, no soy una persona de ir, ver y ya está, yo tenía que preguntar a la gente, entrar en el bar… Al principio iba sin cámaras, después me las empecé a llevar, por lo que esto surgió un poco por casualidad. Era algo que hacía de forma natural y no lo publicaba, así estuve como un año, entonces pensé que quizás lo que estaba haciendo le podía interesar a alguien, salían historias muy bonitas. Los vecinos me abrían las puertas de sus casas, se sentaban conmigo y me contaban sus vidas. La gente mayor, que a mí me apasiona, me hablaban de la Guerra Civil por ejemplo, había que ponerles un micrófono y darles voz. Yo creo que si les escuchas entiendes un poco mejor la vida de ahora y valoras muchas más cosas. Por eso abrí una página, para contar lo que estaba haciendo y, también, para motivar a la gente a viajar sola. Solo tienes que entrar a un bar de pueblo solo, pedir algo y la gente te va a hablar, no necesitas nada más y si ya entra una chica sola con dos cámaras ni te cuento. Lo más curioso de los pueblos, que todavía hoy lo veo, es que en el bar solo están los hombres generalmente, mujeres una o ninguna. La gente me pregunta mucho donde puede ir y a donde no, también quieren saber cuándo y cómo son las fiestas de algunos pueblos, les gusta verlo sobre todo por informarse. Tengo varios proyectos con gente mayor, aún me faltan videos, gente de 95 a 100 años. Estoy buscando en los pueblos y ya he hecho alguna entrevista, con ellos flipo, me encanta todo lo que cuentan y parecen niños con 95 años, me parece súper bonito. Yo soy de las que piensa que los pueblos los hacen las personas, he ido a pueblos pequeños preciosos que son feos, feos porque los vecinos están peleados unos con otros y eso es un agobio. Estar en un pueblo de 50 habitantes y que no se hablen entre ellos, ni siquiera los niños, es horroroso. Sin embargo, he visto pueblos perdidos que arquitectónicamente son feos pero que son bonitos por la gente que vive allí. Luego están los pueblos bonitos de estructura y entorno como el mío, Puebla de Valles, en Guadalajara, donde la gente es maravillosa. Cada pueblo es un mundo.
La Despoblación sigue siendo un tema importante, tú que has recorrido muchos pueblos, ¿La situación es tan preocupante como dicen?
Sí que hay un problema. En Castilla-La Mancha sabemos que la población está concentrada en el Corredor de Henares, ellos hicieron un estudio y dijeron que Guadalajara no estaba despoblada, porque lo hacen por metros cuadrados. El problema de esta comunidad es que toda la densidad de población está en un sitio, que es la zona más cercana a Madrid. Luego está la otra zona que tiene una despoblación de las más fuertes de España, donde creo que la zona de Molina de Aragón es la que peor está. Creo que hay un problema de políticas, es un tema de votos, de dinero y de gestión, porque levantar los pueblos cuesta muchísimo dinero para cuatro personas y todo se mueve por la economía. Pienso que siempre va a haber ciudadanos de primera, de segunda y de tercera. Lo hemos visto este verano, pueblos con camiones cisterna porque no hay agua y yo, en un pueblo de Madrid tengo toda la que quiera. Creo que más que un problema de despoblación lo que hay es un problema de infraestructuras.
Hemos pasado por una pandemia y un confinamiento, hubo mucha gente que se fue a los pueblos y unos pocos se quedaron allí cuando todo terminó, pero se encontraron con poca o ninguna conexión a internet para teletrabajar, por ejemplo…
Eso ha pasado como cuando la Guerra Civil en España, las ciudades, literalmente, se morían de hambre y en los pueblos había recursos. Claro que hay mayor calidad de vida, de estar encerrado en un piso a estar en un lugar abierto hay mucha diferencia, todo es mucho mejor con sus pros y sus contras. Hay que pensar que vivimos en una sociedad de imagen y consumo, y los pueblos, el problema que tienen es que se han quedado en los años 90 muchos de ellos. Algunos pueblos no se están habituando a la sociedad de ahora. Yo no digo que los cambies o que arrases con ellos, sino que tienes que adecuar el pueblo al mundo de hoy. La gente de algunos pueblos, lo único que hace para arraigar es con las nuevas generaciones, que los niños desde pequeños amen el pueblo y que sean ellos los que vuelvan. El problema es que vuelven como la mayoría, los fines de semana y vacaciones, no se quedan a vivir allí porque, ¿de qué vives? Yo tengo la posibilidad de vivir en mi pueblo y trabajar online, pero no todo el mundo puede hacerlo.
De todas las entrevistas y reportajes que has hecho por los pueblos, ¿Ha habido alguna historia que te haya sorprendido o que hay sido especial para ti?
Si me tengo que quedar con alguna, me quedo con las chicas de Centenera. Tengo conversaciones grabadas con gente mayor que aún no he publicado. Me acuerdo de Mogarraz en Salamanca, un pueblo precioso donde todas las fachadas están pintadas con retratos de los vecinos y vecinas. El artista Florencio Maíllo cogió todos los carnets de identidad de los vecinos y vecinas e hizo retratos, es una preciosidad. Allí me quedé impresionada con una mujer mayor que además me abrió el bar, que estaba cerrado, para invitarme a desayunar con una amiga. Empezó a contarme sobre la guerra allí, se te ponían los pelos de punta. Pero yo me quiero quedar con Lucía y Maribel del pueblo de Centenera, son amigas desde pequeñas. Una vive en Barcelona y la otra se ha quedado en Guadalajara, pero aun así se siguen viendo. Les han pasado muchas cosas en la vida, pero siguen sonriendo. En ellas hay creatividad con los fogones de Maribel y hay alegría. Me quedo con ellas y su historia sin dudarlo, porque son un ejemplo de lucha. Ambas están viudas y todas las mañanas se hacen una videollamada para desayunar juntas. Creo que en los pueblos se hacen amistades para toda la vida y en otros sitios, a lo mejor, en algún momento de la vida se pierden.
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