miércoles, abril 24, 2024

Lola Fernández Ochoa: “Si te rodeas de la gente que te quiere todo es más fácil, las penas se dividen y las risas se multiplican»

Texto: Sandra de Arriba Fidalgo/ Fotos: L.F.O.

Una familia, encabezada por dos panaderos que acaban regentando el hostal del Puerto de Navacerrada, ocho hermanos y un apellido que ha cosechado los grandes éxitos del esquí.

Todos conocemos la trayectoria de los Fernández Ochoa, pero junto a Lola, la pequeña de los ocho hermanos, conseguimos introducirnos en una fantástica conversación en la que nos cuenta su historia de una manera muy cercana.

Vienes de una familia de esquiadores, y me puedo imaginar que comenzar con esta disciplina te vino un poco de manera impuesta. ¿Cómo fueron tus comienzos?

Nosotros somos ocho hermanos, mis padres eran panaderos en el Puerto de Navacerrada y allí nacieron los cuatro mayores, cuando mis hermanos ya tenían sobre seis y siete años se bajaron a Madrid. En Carabanchel nacieron mis hermanos José María y Blanca; y al tiempo, volvieron a subir al Puerto de Navacerrada, donde nacimos los dos pequeños, mi hermano Luis y yo. Esta vez mis padres ya no tenían la panadería y la Federación de Esquí les ofreció regentar un edificio (la escuela de esquí). Mi madre era la cocinera y limpiadora, mi padre era el gerente del edificio y el secretario de las clases de esquí. Allí vivíamos todos, mis padres y los ocho hermanos. Paco y Juan Manuel ya eran mayores y estaban en el equipo nacional.

En el año 1972, mi hermano Paco consiguió ganar la medalla de oro en los juegos olímpicos de Sapporo (Japón) lo que provocó que mi casa se convirtiera en un tremendo revuelo. Yo apenas era una niña, tan solo tenía cuatro años, pero recuerdo perfectamente el follón y la euforia.

Al cabo de unos meses Juan Manuel ganó la Copa de Europa, y la conclusión fue pensar que podría ser algo genético, por lo que a los tres pequeños (a Blanca con 11 años, a Luis con 10, y a mí con 8) nos mandaron al Valle de Arán (Baqueira). Allí había un colegio donde por las mañanas esquiábamos y por las tardes estudiábamos; era una especie de colegio para promesas (así lo llamaban) del esquí. Esos años fueron muy bonitos, pero también muy duros. Los tres logramos ganar campeonatos de España, en todas las modalidades y cada uno en su categoría. Nos seleccionaron para el equipo nacional y comenzamos a correr Copas de Europa y Copas del Mundo, hasta que en mi caso logré llegar a correr los Juegos Olímpicos de Sarajevo (año 1984). Pero al poco tiempo, me rompí una rodilla y ahí empezó mi declive.

Ayudando ahora a tantos deportistas con el final de su carrera, ¿cómo recuerdas finalizar con la tuya a causa de la lesión? Cuando te lesionaste, ¿pensaste en poder retomar tu carrera en algún momento?

Mi carrera acabó con 22 años. Como siempre he dicho, da igual con el deportista que hables, si ha acabado su carrera con medallas de oro, o si no ha acabado con grandes éxitos; todos hemos pasado por un momento de frustración en el que nos hemos preguntado, ¿y ahora qué hago con mi vida? Llevas toda la vida dedicada a entrenar y a competir, y el día que te retiras, bien por una lesión o bien porque ya no tienes objetivos; ese día te quieres morir, porque ya no sabes lo que vas a hacer y nadie te ha preparado para la retirada. El día que te retiras, te das cuenta de que no sabes hacer nada porque siempre te lo han dado todo hecho y de que ni si quiera tienes ni amigos.

Cuando te lesionas por primera vez, ni te planteas retirarte, tú vas a recuperarte. Cuando te lesionas la segunda vez, ya empiezas a dudar. Pero cuando te lesionas por tercera vez, ya te das cuenta. En ese momento yo ya sabía que mi rodilla no estaba bien, era una tercera operación y los ligamentos ya estaban destrozados. Cuando me recuperaba y volvía a llegar donde estaba mi nivel (entre las cinco primeras de la Copa de Europa), las que habían llegado anteriormente ahí conmigo, ya estaban en la Copa del Mundo.

Me ralenticé mucho por culpa de las lesiones y al ver que me estaba quedando atrás me planteé dejarlo, pero sin embargo y a pesar del sufrimiento, decidí continuar alargando mi carrera. Mi problema, fue que nunca lo supe expresar y que ni si quiera a mí misma me lo dije. Pero después de seis operaciones, ahora me doy cuenta de que esos dos últimos años me hubiesen sobrado.

En varias ocasiones, has comentado que la función de la Fundación Blanca es apoyar al deportista; ¿de qué manera les proporcionas ayuda, y cómo llevas a cabo este trabajo?

La Fundación Blanca tiene varias líneas de actuación. Comenzamos haciendo una cátedra, un observatorio del deportista, para saber exactamente qué es lo que le pasa, buscando respuestas a todas las preguntas que internet no puede responder. La investigación es una línea muy importante para nosotros, pero a su vez, otra línea fundamental es el apoyo psicológico. El deportista va a tener un número de teléfono al que nos puede llamar durante las 24 horas del día. En ese teléfono, habrá un filtro en el que el psicólogo que te atienda te derivará en función de cómo estés; a un psicólogo deportivo, a un psicólogo clínico o incluso a un psiquiatra.

A nivel personal, ¿cómo te influye el trabajo que llevas a cabo con la fundación?

Me hace mucha ilusión, porque a mí me hubiese encantado que me lo hubiesen hecho en su día. Cuando pasó lo de mi hermana Blanca, estuve un año entero llorando como alma en pena. Llegó la pandemia, y la situación me puso en mi sitio. Ahí comencé a darme cuenta de que mi hermana Blanca se había ido porque ella había querido, que yo tenía que dejar de llorar y tenía que tratar de hacer algo. En ese momento yo tenía un sentimiento de vergüenza, no entendía como nos podía haber pasado esto a nosotros, a los Fernández Ochoa, que somos una piña.

Hasta que conseguí darme cuenta de que con ese sentimiento no se llegaba a ninguna parte y que lo que teníamos que hacer era tratar de que eso no volviese a suceder. Empezamos a pensar en montar una asociación, pero luego quisimos algo más grande y consolidado, y con la ayuda de unos amigos decidimos montar la fundación. Creíamos que algo muy triste podíamos convertirlo en algo muy bonito y que podía ayudar a mucha gente. Ya no me avergüenza, ni mucho menos, decir lo que le pasó a mi hermana, al contrario, vergüenza les tendría que dar a los que no la han ayudado. Yo estoy muy tranquila, y la realidad es que la salud mental es muy complicada. Por eso he convertido la vergüenza en voz, y creo que la Fundación Blanca, es una plataforma muy potente para dar visibilidad al tema de la salud mental en el deportista.

Sin ser deportista de élite, pero basándonos en las enfermedades mentales, ¿consideras que una persona que padece de estos problemas podría ayudarse apoyándose en el deporte? Con tu experiencia tanto en el deporte como en la salud mental y combinando ambas, ¿qué consejo le darías a una persona que no consigue salir de una depresión, o que se siente encerrada en cualquier tipo de trastorno mental?

Creo que el deporte es fundamental, para todo el mundo y a todos los niveles, porque da mucha fuerza y sana el alma. Y el mensaje que yo le daría a esa persona es que hay que pedir ayuda poniendo un poco de interés para querer pedirla. Lo que no puede ser es que pidan ayuda por ti. Muchas veces, cuando tenemos a nuestro alrededor a personas así, tratamos de sobreprotegerlas, y en ocasiones deben tocar fondo para darse cuenta de que pedir ayuda es precioso, porque hay mucha gente dispuesta a ayudarte. Creo que muchas veces, estas personas no son capaces de pedir ayuda porque les da vergüenza, y la realidad es que todo pasa por pedir ayuda y por querer salir. No sirve de nada que te ayuden si luego uno mismo no pone de su parte. Y el deporte es una buena manera de empezar a quererte, porque muchas veces en estas situaciones te abandonas y es fundamental que haya un equilibrio entre el cuerpo y la mente.

¿Cómo surge el documental “El viaje. La medalla de la salud mental”?

El documental surge porque dentro de la fundación Blanca queríamos poner alguna píldora hablando de la salud mental en el deportista. Queríamos que algún deportista nos contase algún episodio para que otros deportistas pudiesen verse reflejados y darse cuenta de que no es un problema, y que lo único que hay que hacer es pedir ayuda. Lo que pasó con esta idea, fue que cuando llegamos a Renfe (nuestro sponsor), este nos dijo que nada de píldoras, que lo que teníamos que hacer era un gran documental. Llamé a unos cuantos deportistas (Carlos Sainz, Edurne Pasaban, Pedro García Aguado…), y todos me dijeron que sí querían colaborar y que estaban dispuestos a contar sus experiencias.

En el documental, el hilo conductor es Blanca, y todos los deportistas van recordando su historia, entendiéndole y contando momentos en los que se asemejan con ella. Lo que hace que este documental sea duro y triste, porque se muestra una parte del deporte muy necesaria pero que nadie ve; la salud mental. Por eso, este documental lo hemos hecho con la intención de dar mucha visibilidad al tema, pero sobre todo para que la gente de a pie pueda verse reflejada en grandes deportistas que podrían ser sus ídolos.

En el documental dices; “El viaje es compartir y disfrutar, emprendemos un viaje plagado de éxitos y fracasos, nuevos retos, objetivos y emociones”. ¿Dirías que es tu filosofía de vida? ¿En qué te basas para compartir esta reflexión?

Totalmente. Piénsalo, ¿Qué es la vida más que un viaje? Hay una frase de John Lennon que me encanta, “la vida es aquello que te pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes”. Muchas veces hay obstáculos muy grandes, pero bajo mi experiencia, considero que si a la vida le echas un poco de esfuerzo y pasión suelen salir bastante bien las cosas. Hay que saber encajar todo lo que te pase, tratando de llevarlo de la mejor manera posible y compartiéndolo con la gente a la que quieres. Las penas se dividen y las risas se multiplican, y si te rodeas de la gente que te quiere todo es más fácil.

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