sábado, septiembre 27, 2025

Miércoles: la heredera del gótico adolescente vuelve para quedarse

Por Duaa Naciri Chraih

Miércoles Addams ha vuelto, y esta vez lo ha hecho con la convicción de quien sabe que el mundo ya la esperaba. Con el estreno de la segunda temporada de Miércoles en Netflix, la serie confirma que no fue un fenómeno fugaz, sino una apuesta sostenida por una forma diferente de narrar lo juvenil: oscura, afilada, incómoda… y magnética.

Cuando la primera entrega aterrizó en la plataforma a finales de 2022, lo hizo sin apenas prometer lo que acabaría entregando. Se hablaba de un spin-off centrado en la hija más enigmática de la familia Addams, y muchos esperaban una mezcla más entre el guiño nostálgico y la comedia sin mayores riesgos. Lo que nadie anticipó fue que Miércoles se convertiría en uno de los mayores éxitos de la plataforma, revitalizando el género gótico adolescente y regalando a toda una generación una nueva heroína: una que no necesitaba gustar a nadie.

Ahora, con la segunda temporada ya en marcha desde esta semana, se confirma lo que muchos intuían: la historia no ha perdido fuerza. Muy al contrario, ha ganado ambición narrativa, ha madurado en tono y ha apostado por llevar a su protagonista un paso más allá. Jenna Ortega, que regresa al papel con la precisión de una actriz que entiende cada gesto de su personaje, ha asumido también un rol como productora ejecutiva. Y se nota. Miércoles es ahora más autónoma, más dura, más compleja. La niña cínica se enfrenta a una adolescencia con sombras más reales. Y el resultado es, si cabe, más inquietante.

La nueva temporada abandona los caminos del romance escolar que tanto dividieron a la audiencia en la primera entrega. Ortega lo dejó claro desde el principio: este no es un personaje hecho para tramas amorosas convencionales. Miércoles no necesita un interés romántico para evolucionar. Su conflicto está en otra parte: en su aislamiento, en su búsqueda de sentido, en su resistencia al afecto. Y esta vez, la serie lo respeta. Se libera de ciertas concesiones al género teen para abrazar un tono más cercano al thriller, al misterio psicológico y al drama fantástico. La Academia Nevermore sigue siendo el epicentro de la historia, pero su atmósfera se ha vuelto más opresiva, más ambigua. Los pasillos son los mismos, pero las reglas del juego han cambiado. Hay nuevas amenazas, nuevas jerarquías, nuevas grietas. Los personajes secundarios que en la primera temporada parecían orbitando en torno a Miércoles ganan ahora peso propio. Enid, su compañera de cuarto, ya no es solo el contrapunto amable y colorido. Tiene conflicto, voz y autonomía. Ocurre lo mismo con Morticia y Gómez, que aparecen en pantalla con una presencia más dosificada pero más cargada de significado. Cada escena con ellos parece decir: hay un legado detrás de esta niña, y no es cualquier legado.

Visualmente, la serie mantiene su impronta: una estética gótica cuidadosamente diseñada, una paleta de colores que rechaza la luz sin caer en la monotonía, una dirección artística que convierte cada encuadre en una pequeña pieza teatral. Pero esta vez hay menos artificio y más carne. La serie se siente más orgánica, más decidida a incomodar que a gustar. Los momentos de humor negro siguen ahí, pero al servicio de una narración más tensa, más emocional. Miércoles ya no solo observa desde la distancia: empieza a implicarse. Aunque no quiera.

Uno de los grandes aciertos de esta temporada es la manera en que administra el suspense. No se trata solo de qué ocurre, sino de cómo se construye el ambiente para que cualquier detalle parezca sospechoso. La serie ya no necesita demostrar que puede ser popular; ahora quiere demostrar que puede ser sólida. Y lo está logrando. Quien esperaba una repetición de fórmula, encontrará algo diferente. Esta segunda entrega se toma sus riesgos. No todo es perfecto hay tramas que todavía podrían afinarse, pero sí hay una clara intención de crecer, de no quedarse en la superficie del éxito. Porque Miércoles sabe que el fenómeno viral es efímero, pero el personaje que han construido tiene raíces.

No es fácil mantenerse relevante en un catálogo saturado de propuestas. Y menos aún lo es conservar una identidad tan marcada sin volverse caricatura de sí misma. Pero Miércoles parece tener claro el camino. Ha vuelto con más oscuridad, con más determinación y con un mensaje silencioso que atraviesa la pantalla: no hay que ser luminosa para brillar. A veces basta con mirar fijo, hablar poco y seguir bajando escaleras sin miedo. Y así, entre sarcasmo, misterio y soledad, Miércoles Addams vuelve a ocupar su lugar. Uno que nadie le ha regalado. Uno que se ha ganado a base de ser exactamente lo que es: una anomalía necesaria en la televisión actual.

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