miércoles, julio 3, 2024

¡No estás deprimido, estás inflamado!

Por Susan Darias. Nutricionista integrativa

Nuestras emociones negativas provenientes de estados de ansiedad o depresión tienen un efecto perjudicial sobre las decisiones alimentarias y hábitos de salud. A su vez, una alimentación basada en productos procesados y altamente inflamatoria afecta nuestra manera de pensar y sentir, creando un círculo vicioso que contribuye al deterioro cognitivo, emocional y bienestar general.

La ciencia por su parte describe ampliamente la comunicación que se produce entre el eje intestino-cerebro a través del nervio vago, las redes endocrinas, e inmunitarias que sirven de canal para transportar la información sobre el estado de salud de manera bidireccional entre la microbiota y el sistema nervioso central, esto explica las consecuencias que se ven en un sistema cuando el otro se ve afectado.
Lo cierto es que la disbiosis intestinal conlleva a la producción de diversos metabolitos microbianos neurotóxicos y mediadores inmunitarios, capaces de promover la neuroinflamación activando el sistema neuroendocrino y modificando el comportamiento. Además del estilo de vida moderno y disruptivo actual, caracterizado por el estrés sostenido, trastornos de sueño, largas jornadas laborales, poca exposición solar y sedentarismo, terminan mermando nuestra energía vital.

Cabe recordar que en la actualidad la OMS advierte que los problemas y enfermedades mentales se convertirán en la primera causa de discapacidad mundial en 2030. De hecho, nunca antes se habló tanto de salud mental y no había existido tanta demanda de psicólogos como ahora. Sin embargo, recientemente la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental sugiere que los problemas de depresión emergen como la principal causa de incapacidad laboral permanente, superando incluso los problemas de espalda. Y el futuro no es favorecedor, se estima que una de las cuatro personas sufre o sufrirá a lo largo de su vida un trastorno mental.

Por tanto, el tratamiento podría ser más efectivo y personalizado desde un enfoque integrativo que considere a la disbiosis intestinal, como posible factor relacionado con la depresión o la ansiedad y, por supuesto, como una diana terapéutica y preventiva de los problemas de salud mental.

Un punto clave y favorecedor, sería la implementación coherente de estrategias que permitan reestablecer hábitos de vida saludables que, en principio, incluye incorporar a la dieta y en cantidades suficientes nutrientes con efectos inmunomoduladores, como ácidos grasos omega-3, oligoelementos como magnesio y zinc, folatos y, por supuesto, los psicobióticos que han demostrado reducir los síntomas asociados a la neuroinflamación, gracias a la síntesis de ácidos grasos de cadena corta, su efecto antioxidante y capacidad de regular el sistema inmune.

Existen alimentos específicos que debemos incluir al menos dos veces por semana, como el salmón salvaje, sardinas, caballa, bacalao y arenque, mariscos, huevos, semillas de lino o chía, unas cinco nueces al día, frutas ricas en flavonoides como las fresas o arándanos y verduras de temporada, té, café de calidad, especias como la cúrcuma y el azafrán, chocolate negro y aceite de oliva; todos ellos poseen propiedades antioxidantes y neuroprotectoras que pueden desempeñar un papel significativo en el bienestar físico y emocional.

Del mismo modo, los productos fermentados como los psicobióticos se consideran neuroquímicos generadores de serotonina, con efectos ansiolíticos y antidepresivos, además promueven el aumento de la diversidad bacteriana benéfica a nivel intestinal. Entre ellos tenemos: los plátanos, las manzanas, el yogur de cabra u oveja, el kéfir que aporta Lactobacillus kefiranofaciens que favorecen el aumento de los niveles de triptófano y serotonina, los transmisores del bienestar, la kombucha, chucrut, el queso crudo preferiblemente que provenga de animales de pasto, vinagre de manzana, encurtidos, aceitunas aliñadas, tempeh, miso, microalgas como la espirulina, kombu, chlorella y pan con masa madre.

Es importante resaltar que el tratamiento debe ser integral, y no solo desde los síntomas psicológicos, sino también los aspectos nutricionales y del entorno, que están influenciados por la historia emocional y las experiencias de vida individual.
Identificar y comprender los conflictos emocionales y las experiencias traumáticas que pueden haber desencadenado la enfermedad mental es la base para liberar y resolver conflictos a través del autoconocimiento, favoreciendo la curación y restaurando el equilibrio entre cuerpo y mente.

Debemos tener en cuenta que los nuevos desafíos en salud apuestan por las bacterias intestinales como los medicamentos del futuro, otras terapias de neuroregulación como el mindfulness, tratamientos innovadores para estimular el nervio vago y el trasplante de materia fecal, representan nuevas investigaciones y tratamiento para la depresión.

Susan Darias
Nutricionista integrativa
Máster en nutrición clínica y endocrinología
Especialista en psiconeuroinmunonutrición
info@salusnutricionclinica.com

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