viernes, abril 26, 2024

Roma, un trocito de cielo

Texto y fotos: Lucía Romano Maricalva

Gracias a Rómulo y Remo, hoy Google Maps me indica que solo hay 1959,4 km de distancia entre mi casa y un trocito de cielo en la tierra. Hablo de la ciudad de Roma, el lugar con casi tres mil años de vida que ya no conquista nuevos territorios como en su época imperial, pero sí sigue conquistando cada uno de nuestros corazones.

En pleno siglo XXI con el auge de la modernidad arquitectónica y urbanística, la capital de Italia nos vuelve a poner los pies en la tierra y nos enseña a sentir la historia con tan solo pisar sus aceras. Roma no solo cuenta con cientos de lugares históricos y culturales, sino que la ciudad en sí misma es una exposición de arte al aire libre.

La “ciudad eterna” es uno de los destinos que más interés turístico despierta, cuenta con un total de más de diez millones de visitantes al año, y esto no es cosa del azar. Sin embargo, este último año la pandemia nos ha quitado los viajes y los sueños y, su música ha sonado un poco más bajita porque no había tanta gente para escucharla.

Ahora que estamos volviendo a la normalidad, Roma vuelve a ser uno de mis destinos principales. Un año después, los Museos del Vaticano retoman sus interminables colas, la Fontana de Trevi vuelve a llenarse de monedas y la Boca de la Verdad ha recuperado su papel de juez supremo.

El éxito de esta ciudad no es casualidad, y es que pasear por sus calles no solo es recorrer una población antigua repleta de ruinas, Roma además de historia, también es vida. El Coliseo, por ejemplo, su monumento más visitado, también considerado una de las Siete Maravillas por la Unesco, se mantiene en pie desde el año 72 d.C y ha pasado de ser uno de los principales lugares de luchas de gladiadores y espectáculos públicos a convertirse en una de las postales más fotografiadas del mundo.

Ser el centro del Imperio Romano no fue suficiente para ella y por eso decidió ser también la cuna del Renacimiento. Una “Nueva Roma” que no hubiese sido la misma sin la figura de Miguel Ángel y algunas de sus obras como la de su llegada, La Piedad, hasta su obra culmen, la Capilla Sixtina. Fue tal la influencia del artista en la Ciudad del Vaticano, que incluso el uniforme de la Guardia Suiza Pontificia fue diseñado por él.

La frase de “Amor es Roma al revés” no se entiende del todo hasta que no viajas a ella, y es que Roma no es solo arte, que ya sería suficiente. La ciudad de las siete colinas es su gente, su música, su gastronomía y su ambiente. Los españoles y los italianos tenemos muchas cosas parecidas, no solo compartimos raíces comunes, sino que podría considerarse que tenemos una semejante idea de vivir, y, sobre todo, los dos cocinamos con aceite de oliva.

El clima y la belleza de sus calles hace que el pueblo pase más tiempo fuera que en sus casas, cosa que también ocurre en España. El idioma, a pesar de ser distinto, es bastante sencillo de comprender (no tanto de aprender), y, a pesar de muchas veces reducirse a la pasta y la pizza, nuestra alimentación no es tan diferente, aunque sí mejor.

Visitar esta ciudad, pasear por las orillas del Río Tíber viendo el Castillo de Sant´Angelo, comer unos bucatini en cualquier restaurante, tomar un gelato frente de la Fontana de Trevi o mirar La Creación de Adán en la bóveda de la Capilla Sixtina y estar un poco más cerca del cielo te hace sentir, irónicamente, como en casa. Roma no es un solo un sitio acogedor, sino que, además, nos da la oportunidad de ir a su Piazza di Spagna por si echamos de menos nuestro hogar, mientras que la nuestra sigue en obras. Todo esto hace vayas, y que, además, repitas.

El síndrome de Stendhal, es una enfermedad psicosomática que puede llegar a causar alucinaciones motivadas por la exposición a una sobredosis de belleza y se suele relacionar con la ciudad de Florencia. Toda Italia es un lugar maravilloso, casi imposible de conocer a fondo, pero yo, que he conocido bien Roma, podría decir que este término debería extenderse a la capital. La cuna del Renacimiento, que no hace que vuelvas a nacer, pero sí, que después de ella, veas la vida distinta.

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