¿Sabemos lo que nos llevamos a la boca?

Por Hipólito Pecci

A priori, se podría pensar que esta pregunta, este interrogante, tuviera una doble significación, ocultando una intencionalidad que pudiese llevar a especular con una respuesta un tanto tendenciosa.

Sin embargo, el propósito no es “buscarle tres pies al gato”; no existe un doble sentido, sencillamente, es una duda, una curiosidad un tanto ingenua, cuyo fin, en estos tiempos en los que ya existen granjas de insectos, es el de intentar conocer la procedencia de ciertos alimentos utilizados profusamente en la actualidad.

Según recorría las vitrinas de la exposición temporal “CONVIVIUM. Arqueología de la dieta mediterránea”, que abrió sus puertas al público el pasado 30 de abril, y no las cerrará en teoría, hasta el 01 de septiembre del 2024, fue naciendo un interés por aquellos ingredientes que hacen de las viandas verdaderos manjares.

Desde los mismos estadios primordiales del Ser Humano, una de las formas esenciales de consecución del alimento la constituyó la actividad cinegética.

En verdad, antes del conocimiento de la agricultura, no se conocía otro medio de supervivencia y de obtención del sustento diario, actividad complementada por la recolección de diferentes tipos de plantas y frutos.

La caza conllevaba una forma de vida especial, itinerante, en donde grupos humanos de unas decenas de personas unidos, normalmente, por lazos de sangre, no tenían más remedio que deambular por el terreno, persiguiendo a las grandes manadas de animales que se movían conforme a unas leyes milenarias, establecidas por las estaciones del año, sequías, inundaciones, falta de pastos, etc.

Paulatinamente, se produjo un dominio del paisaje, del territorio circundante, y con ello se originaría una fase de sedentarización, que relegará, poco a poco, la montería a un lugar secundario, hasta que, avanzando en el tiempo, pasaría a constituir, entre otras cosas, un deporte para las clases más favorecidas.

De esta forma, y gracias a todos estos conocimientos alcanzados, comienzan a abrirse camino diferentes tipos de alimentos y especias, los cuales, en muchos casos, son altamente apreciados en la actualidad por sus diferentes propiedades, hierbas, bayas, frutos, raíces, etc., que hacen las delicias de numerosos platos y recetas.

Pero ¿Conocemos la procedencia de los diferentes ingredientes que condimentan nuestros aderezos?

Por poner un ejemplo, el fruto umbelífero conocido como comino, procedente de la planta del Cominym Cynimun, muy utilizada en el Mediterráneo, si bien, en la actualidad se conoce en todo el mundo.

Esta especia, muy empleada en el famoso curry que se elabora en la India, así como en el mojo picón canario, se caracteriza por poseer un sabor amargo y un olor fuerte, además de disfrutar de bastantes propiedades curativas y beneficiosos para el organismo.

Aparte de abrir el apetito, es muy bueno para el estómago y la digestión, facilitando el tránsito intestinal gracias al aceite que contiene, al igual que es un buen remedio contra las flatulencias.

De la misma forma, podemos hablar del hinojo, que también tiene su cuna en el Mediterráneo, y donde ya se conoce durante la Edad Media, como planta para tratar dolores de garganta, catarros, indigestión, contra la anemia, además de ser muy beneficioso para hacer frente a la anemia.

En las mujeres sus efectos son bastante beneficiosos, ya que es muy bueno para aumentar lo leche materna durante el periodo de lactancia del niño, así como para ayudar adormecer los dolores de lo menstruación.

Como curiosidad, hay que decir que ha sido utilizado como tónico capilar para el componente, mediante infusiones con sus hojas, para, posteriormente, utilizar el líquido, buscando, ¡como siempre! no quedarnos calvos.

Pero, si esta faceta es importante, su consumo como afrodisiaco y medicamento contra la impotencia ha sido importantísimo en toda la historia del “Hombre”.

Es sabido que, en el Mundo Clásico, los triunfadores en las pruebas atléticas recibían como premio una corona de laurel, pero no sólo ellos, de la misma forma, también la obtenían todos aquellos invictos en las diferentes artes, poetas, guerreros, e incluso la portaban los emperadores romanos.

Tiene tanta importancia que, este símbolo de triunfo se refleja en el mito de Apolo y Dafne, la cual, no correspondiendo a los deseos amorosos de la divinidad, solicitó ayuda a su padre, el río Peneo, que la convertiría en laurel.

De esta manera, su solo mención ha impregnado, la lengua actual, ya que cuando se habla de un «Laureado», en italiano “Laureato”, y en español “Licenciado”, el término refiere a la persona que ha alcanzado el triunfo y la gloria.

Pero, si ha existido un condimento esencial para el ser humano, este papel lo desempeña la sal, de tal forma que, ha marcado, en muchos casos, el asentamiento de los grupos humanos en diferentes territorios, con el objetivo de conseguir y explotar las minas que contenían esta sustancia.

En toda la Historia ha tenido un papel fundamental, ya que es un producto esencial para conservar los alimentos en los periodos históricos en que no existían aparatos frigoríficos que permitían realizar esta operación, por lo que, desde muy antiguo, se convirtió en una moneda de cambio y trueque.

Se conocen rutas y vías construidas solo y exclusivamente para el transporte de cargamentos de sal, y ha marcado tanto lo vida de las personas, que multitud de vocablos y expresiones guardan relación con este ingrediente.

Así, un término tan común para todos los trabajadores «salario», proviene del vocablo latino «solarium», que se refería a la cantidad de sal con la que se remuneraba a una persona por su actividad.

Podríamos hablar de multitud de especias y aderezos que se han ido integrando en nuestras recetas, sobre todo ese legado que nos han ido transfiriendo nuestros antepasados, y que conocemos como dieta mediterránea.

Sin embargo, creo que sería mucho mejor visitar la exposición temporal del Museo Arqueológico Nacional, y, si os apetece, os puedo servir de Cicerone, tanto en la Sala de Prehistoria, como en la de Egipto.

Sea como fuere, únicamente me queda por desearos ¡Buen provecho!

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